Hay tantos tipos de celebraciones, comidas o cenas eucarísticas como tipos de celebraciones, comidas o cenas entre amigos, familiares o grupos sociales.
Hay comidas para días normales, o días especiales o extraordinarios. No es lo mismo una comida de domingo cualquiera (?ordinarios?? se llaman en el misal cristiano) que una cena en la celebración de un aniversario, o el día de cumpleaños de un padre o una madre.
Todas son comidas familiares, o de amigos o de grupos unidos por algún motivo, pero con solemnidades, atuendos y rituales diferenciados, adaptados a las diversas circunstancias.
Las comidas o cenas del Señor entre los cristianos son las mismas comidas, pero en recuerdo de Jesús. Puede haber celebraciones de la cena del Señor con muy diferentes solemnidades. No es lo mismo la ?misa?? de un día normal que la celebración del domingo en el que recordamos el día que Jesús resucitó de la muerte. Ese día ha de notarse en las flores, en las luces, en los cánticos, incluso en el traje que llevamos a esa comida.
Pero siempre será la misa de los cristianos una comida en recuerdo de Jesús. Y la fe nos asegura que al partir, repartir y compartir ese pan (esa comida) y ese vino (esa bebida) nos hacemos todos un cuerpo con Cristo. Cristo está en nosotros.
Estamos viviendo un anticipo de lo que será el final de los tiempos. Si al rezar con todos el Padre nuestro, al recibir o comunicar la paz, al comer tu trozo de pan sientes que tu fe se convierte en una lágrima feliz déjala correr, es lógica tu felicidad.
Los paganos y los judíos hacían templos para rendir culto a Dios. Al principio, sacrificaron niños inocentes para aplacar la ira de Dios, o para implorar su ayuda. Después sacrificaban animales grandes o pequeños, según sus posibilidades, sus necesidades o su devoción. De ahí esa imagen que arrastramos del Antiguo Testamento del cordero sacrificado por los pecados. Residuos mistificados de un paganismo o una religión que no es la nuestra.
Jesús acabó con todo aquello. El único culto que agrada a Dios es la justicia, la misericordia, el amor entre los hombres.
No veo bien que sigamos llamando cordero a Jesús. A ?l no lo llevó al sacrificio su Padre paran salvar a nadie. Lo llevaron los del Templo para salvarse ellos.
Lo de menos es que ahora quieran volver al latín. Si los monjes saben latín y celebran la cena del Señor en latín, a mí, como si la celebran en chino.
Lo horroroso es que esta vuelta al latín supone que Ratzinger sigue metido de lleno en la idea del Antiguo Testamento sobre el culto a Dios. Un culto muy atractivo, quizá devoto, pero que no tiene nada que ver con la cena del Señor.
En la cena del Señor no miran los comensales al Altísimo. Es más fácil mirar a Dios que mirar a los otros. En la cena del Señor nos miramos a la cara unos a otros y descubrimos a Jesús en los otros y en medio de todos. Lo que se hace en una mesa de comedor.
En la cena del Señor, el protagonismo lo tiene la Comunidad. El que preside la mesa, sea quien sea, debe inclinar su cabeza. No a ningún crucifijo, porque el auténtico Jesús está en la Comunidad. El sagrario no debe formar parte de la mesa.
En la cena del Señor, descubrimos a Jesús al mirarnos, al aceptarnos, al perdonarnos, al comunicarnos la paz, al compartir con el hermano. Se trata de un misterio sencillo: ?el sacramento de nuestra fe??.
Sin embargo, un supuesto ?sacerdote?? vestido con ropajes que ni él mismo sabe qué significan, ni de dónde proceden, ni qué finalidad tuvieron alguna vez y hablando un lenguaje extraño, que mira al cielo e implora al Altísimo: eso es paganismo duro y puro.
Lo siento, Sr. Ratzinger, pero me temo que se morirá usted sin saber lo que es una misa cristiana.