El día 24 de marzo del año 1980, cuando un grupo de jesuitas estábamos celebrando en el antiguo Fòrum Vergès de Barcelona una acción de gracias por el testimonio de vida entregada que fue Luis Espinal, nos llegó la Buena Nueva de otro testimonio martirial, en este caso en El Salvador: Monseñor Oscar Arnulfo Romero había sido asesinado. Con dos días de diferencia, dos nuevos mártires en la Iglesia.
Los dos dieron testimonio durante su vida y después con su muerte, del don recibido de la fe en Jesús de Nazaret. Una fe que les llevó a vivir trabajando para desenmascarar la falsedad y la injusticia de los poderosos de este mundo; una fe que les llevó a comprometerse con la verdad, la honradez con la realidad y una paz cimentada en la justicia y la solidaridad con los empobrecidos y los excluidos.
Los dos lucharon no con las armas que matan, sino con la palabra: una palabra enraizada en aquello que Jesús de Nazaret hizo y dijo a lo largo de su vida, haciendo siempre el bien. Luis Espinal desde su trabajo sacerdotal y periodístico, sobre todo a través de la radio; Monseñor Romero desde su acción como pastor y obispo, guía y compañero de camino de la comunidad, desde su palabra pronunciada en las homilías y recogida en sus importantes cartas pastorales.
Los dos fueron luz y fuerza para las sociedades boliviana y salvadoreña en situaciones de gran oscuridad, mentira, injusticia, inhumanidad, represión, violencia y muerte.
Pero lo más importante es que ambos no son historia pasada sino que siguen vivos. A menudo hablando de ellos se oye la expresión ?Siguen vivos??. Y aunque esto pueda sonar a una mera fórmula, hemos descubierto que es verdad: las personas que así lo manifestamos tenemos la plena convicción de que Espinal y Romero con su testimonio siguen cambiando el día a día de mucha gente. Lo que dijo un día Monseñor Romero se puede aplicar perfectamente a los dos: ?Si me matan resucitaré en el pueblo salvadoreño??. Esto se ha hecho realidad en los dos casos.
Los dos siguen vivos en la memoria histórica del pueblo, los dos siguen creando conciencia de la importancia que tiene la vida y el trabajo por una vida digna especialmente de los más pobres. Los dos siguen reflejando su vida, en los rostros de aquellas personas que, impulsadas por ellos, transmiten vida y luchan para ayudar a que la justicia triunfe sobre la injusticia, la paz sobre la violencia, la honradez sobre la corrupción, la verdad sobre la falsedad, la vida sobre la muerte.
Su testimonio nos sigue interpelando hoy. Nos llama a seguir pasando por el mundo haciendo el bien como ellos lo hicieron. A la manera del primer mártir Jesús de Nazaret, el cual como dice Lucas 4, 18-19, lleno del Espíritu de Dios y ungido por el mismo espíritu, anunció a los pobres la Buena Noticia, proclamó la liberación de los cautivos, dio vista a los ciegos, retornó la libertad a los oprimidos e hizo realidad el año de la compasión y la misericordia del Señor.
Estamos celebrando un nuevo aniversario del martirio de Luis Espinal y de Monseñor Romero, una celebración que no se puede quedar en un mero recuerdo nostálgico del pasado sino que ha de llevar a una vida de fe que nos haga trabajar a favor del cambio social en todos los ámbitos: religioso, humano, comunitario, nacional e internaciona