Al igual que muchos intelectuales liberales, Shirin Ebadi se oponía al sah y apoyó la Revolución Islámica iraní, pero ésta no tardó en volverse en su contra. Con veintitantos años, Ebadi había accedido al cargo de magistrada, convirtiéndose en una de las primeras mujeres que alcanzaban la judicatura en su país. Cuando el ayatolá Jomeini ascendió al poder, los revolucionarios que previamente habían buscado su apoyo decretaron que las mujeres juristas eran contrarias al islam. «En un giro cruel de una reestructuración burocrática, me designaron secretaria del mismo juzgado que había presidido como magistrada anteriormente», escribe en su último libro, Iran Awakening: A Memoir of Revolution and Hope [El despertar de Irán: memoria de la Revolución y esperanza].
Pese a las constantes humillaciones que tuvo que soportar, Ebadi se negó a abandonar su país e inició la práctica altruista de la abogacía para representar a las víctimas del régimen. Uno de los casos más perversos en los que trabajó guardó relación con la familia de Leila Fathi, una niña a la que tres hombres violaron y asesinaron. Uno de los acusados se suicidó en la cárcel y los otros dos fueron condenados a muerte. Pero, de acuerdo con la ley iraní, la vida de una mujer sólo vale la mitad que la de un hombre. «En este caso, el juez sentenció que el dinero que costaba derramar la sangre de los dos condenados valía más que la vida de aquella niña de nueve años asesinada y exigió que la familia de ésta aportara miles de dólares para financiar sus ejecuciones», escribe Ebadi. La familia se arruinó para conseguir recaudar el dinero.
Ebadi libró una campaña tanto legal como mediática en nombre de la familia de Leila. No consiguió que se hiciera justicia, pero centró la atención nacional e internacional en los abusos misóginos del régimen iraní, y arriesgó mucho haciéndolo. En su libro narra una escena escalofriante que subraya lopeligrosa que ha sido la vida de esta defensora de los derechos humanos. En otoño del año 2000, representó a Parastou Forouhar, una joven cuyos padres, intelectuales disidentes, habían sido asesinados por secuaces del Gobierno. Su asesinato, que era parte de una cadena de homicidios de detractores del régimen orquestada por el Ministerio de Inteligencia a finales de los años 90, se perpetró con un particular sadismo: la anciana pareja fue acuchillada repetidas veces y luego descuartizada.
En 2000, algunos de los implicados en aquellos asesinatos tuvieron que rendir cuentas por fin ante un tribunal. «Por primera vez en la historia de la República Islámica, el Estado reconocía que había asesinado a sus oponentes ?escribe Ebadi?. Y, además, era la primera vez que se celebraba un juicio para depurar responsabilidades entre los asesinos».
A los abogados de las víctimas se les dejó sólo diez días para revisar montones ingentes de archivos gubernamentales relacionados con el caso. Una tarde que pasó inclinada sobre aquel archivo, Ebadi leyó la trascripción de una conversación entre un ministro del Gobierno y un integrante del escuadrón de la muerte. Su vista recayó en una frase que le perseguiría durante años: «La siguiente persona a eliminar es Shirin Ebadi». Ella misma. Ebadi acabó siendo encarcelada y su vida corrió peligro en numerosas ocasiones. Pero su determinación de cambiar Irán no ha flaqueado.
¿Cómo ha cambiado su situación en Irán desde que recibió el Premio Nobel?
Trabajar en el ámbito de los derechos humanos nunca resulta fácil. Ya tenía dificultades antes de que me premiaran. Había estado encarcelada y, en numerosas ocasiones, habían intentado matarme. Estoy acostumbrada a recibir cartas de amenaza. Después de recibir el Premio Nobel, mi situación no cambió en el seno de mi país. Cuando lo gané, la radio y la televisión estatales ni siquiera lo comunicaron en los telediarios. Sólo 24 horas después, uno de los canales de televisión dio la noticia, pero lo hizo a las once de la noche, cuando prácticamente todo el mundo se ha ido a dormir. Así que yo no diría que ganar el Premio Nobel me haya hecho la vida más fácil en mi país, aunque en el ámbito internacional mi situación ha mejorado sustancialmente y ahora mi causa se oye con más fuerza que nunca.
¿Ha cambiado la situación de las mujeres en Irán desde que Mahmud Ahmadineyad [un político de la línea dura] subió al poder en el año 2005?
Por desgracia, la situación de las mujeres en Irán no es buena. Pero eso no quiere decir que fuera mejor antes de Ahmadineyad. Puedo ponerle varios ejemplos de nuestras leyes. Un hombre puede tener cuatro esposas y puede divorciarse de ellas sin alegar ninguna razón. En cambio, para una mujer, obtener el divorcio es sumamente difícil, en ocasiones incluso imposible. Según el Derecho iraní, la vida de una mujer vale la mitad que la de un hombre. Y, en cuestiones de testimonio, el testimonio de dos mujeres equivale al de un sólo hombre. Cuando una mujer contrae matrimonio y quiere salir de viaje, debe tener autorización escrita de su marido para obtener el pasaporte y el derecho a viajar. No obstante, todas estas leyes ya estaban en vigor antes de que llegara al poder Ahmadineyad.
Sin embargo, de su libro y otros artículos se desprende que la aplicación de tales leyes y la persecución a la que las mujeres se ven sometidas día a día varía en función de la coyuntura política.
Mientras el Gobierno reformista [de Mohamed Jatamí, elegido en 1997] estuvo en el poder, se modificaron dos leyes a favor de las mujeres. Una de ellas guardaba relación con los derechos de custodia. Antes, tras un divorcio, la mujer retenía la custodia de los hijos hasta que cumplían dos años y de las hijas hasta que cumplían siete años; una vez alcanzadas dichas edades, los hijos eran separados de la madre, a la fuerza si era necesario, y entregados al padre. Evidentemente, las mujeres protestaban enfurecidamentecontra esta ley, pero la respuesta que obtenían del Gobierno era siempre la misma: «?sa es la ley que dicta el islam y no podemos cambiarla». Las mujeres no desistieron y, cuando recibí el Premio Nobel y regresé a Irán, un millón de personas me aguardaba en el aeropuerto. La mayoría eran mujeres. Viniendo a ofrecerme una recepción tan sobrecogedora querían demostrar al Gobierno que no estaban satisfechas con su situación legal en Irán. Entonces el Gobierno se asustó y modificó la ley.
¿Cómo afectan estas desigualdades a las relaciones entre los iraníes?
Cuando dos personas contraen matrimonio consignan habitualmente una serie de condiciones en su contrato matrimonial. Por ejemplo, mi hija Negar se casó la semana pasada. Una de las cláusulas de su contrato matrimonial establece que puede deshacer el matrimonio cuando lo desee. Añadir cláusulas y condiciones a los contratos matrimoniales es una práctica legal. Sin embargo, no es suficiente. En mi opinión, la ley debería proteger a todas las mujeres.
En la actualidad, en Irán hay más mujeres que hombres en las universidades, lo cual es una consecuencia involuntaria de la Revolución Islámica. Hay una enorme ola de mujeres iraníes educadas. ¿Cuándo cree que las iraníes empezarán a exigir más libertad?
Bueno, creo que ya está ocurriendo. Antes he comentado lo que ocurrió con la ley de la custodia de los hijos. En mi opinión, eso es sólo el principio. Las mujeres verán cómo aumentan sus derechos en el futuro.
En febrero, la secretaria de Estado estadounidense, Condoleezza Rice, solicitó al Congreso de su país la concesión de 85 millones de dólares para implantar un plan que fomente la democracia en Irán. Dicho plan irá en parte destinado a financiar a los reformistas y disidentes. ¿Ha incrementado este hecho las sospechas o los acosos a los que los reformistas se ven sometidos en Irán?
Esto no hace ningún favor a la democracia en Irán. Los iraníes nunca osarían aceptar dinero extranjero, porque ésa sería la primera prueba de traición.
En enero publicó una columna en Los Angeles Times en la que afirmaba que Estados Unidos estaba debilitando el «movimiento democrático incipiente» en Irán al demonizar el país. ¿Qué repercusión considera que tiene sobre los reformistas iraníes la escalada de conflictos entre ambas Administraciones?
Es bien sabido que cada vez que un país se ve amenazado desde el exterior, el Gobierno utiliza esa amenaza como excusa y empieza a hablar de la necesidad de preservar la seguridad nacional, a resultas de lo cual las libertades individuales se ven recortadas.
¿Están preocupados los iraníes ante la posibilidad de un ataque por parte de Estados Unidos?
Algunas personas sí que están preocupadas. Los iraníes son muy críticos con su Gobierno, pero creo que, en caso de producirse un ataque contra Irán, dejarían de lado sus críticas y cerrarían filas en torno al presidente. Por eso, cualquier ataque contra Irán beneficiaría al Gobierno de Ahmadineyad y dañaría al movimiento democrático que empieza a fraguarse en nuestro país.
¿Ve similitudes entre los fundamentalistas de Estados Unidos y los de Irán?
De vez en cuando tengo la impresión de que las palabras de Bush se asemejan mucho a las de Ahmadineyad. Por ejemplo, cuando Bush dice que Dios le ha encomendado la misión de solucionar los problemas de Oriente Próximo. Bush intenta imponer la democracia haciendo uso de la fuerza, del mismo modo que el Gobierno iraní pretende enviar a su población al paraíso por la fuerza.
¿Ha muerto el movimiento reformista en Irán, como dicen algunos?
No, no comparto esta opinión. A los iraníes no les gusta la situación en la que se encuentra el país y, además, están cansados de la violencia, de todo tipo. Conviene no olvidar que durante los últimos 27 años la población ha padecido una revolución y ocho años de guerra contra Iraq. Así que el único modo viable de solucionar la situación es mediante la reforma.
¿Qué hace falta para llevar la democracia a Irán? ¿Hará falta otro levantamiento popular, como las manifestaciones masivas que condujeron al derrocamiento del sah?
Eso fue una revolución. Pero no creo que el siglo XXI sea un siglo de revoluciones. Es un siglo de reformas. La transición debe realizarse de forma pacífica, amistosa, del mismo modo que las mujeres fueron capaces de modificar la ley de la custodia, aunque los sucesivos Gobiernos se han resistido a los cambios en los últimos veinte años y siempre han insistido en que lo que impera es la ley islámica, que no puede modificarse.
Si el pueblo apoya los objetivos de los reformistas, ¿cómo es posible que Ahmadineyad saliera elegido?
Porque la ley electoral estipula que cualquier candidato que quiera presentarse a las elecciones debe recibir la aprobación del Consejo Guardián. Y toda persona que se muestre ligeramente crítica con el Gobierno queda inhabilitada. Más del 90% de los candidatos se consideran incompetentes para fines electorales. Le expondré una comparación que creo que explicará por qué fue elegido Ahmadineyad. Irán cuenta con una población de 70 millones de habitantes. De ellos, 49 millones tienen derecho a voto. Jatamí fue elegido por 22 millones de votos, mientras que Ahmadineyad, en la segunda vuelta electoral, cuando todos los demás contrincantes habían sido ya eliminados, sólo obtuvo 14 millones de votos.
Activista de los derechos humanos
La entrevista con Shirin Ebadi tuvo lugar en el hotel en el que la Premio Nobel de la Paz de 2003 se hospedó durante una reciente visita suya a Nueva York, mientras subía la tensión por el enfrentamiento entre EEUU y la UE por una parte, e Irán por otra, por el programa nuclear que puede conducir a que el régimen islámico obtenga la bomba atómica y desestabilice aún más una región llena de tensiones. Esta mujer menuda que no se cubre el cabello con el chador cuando sale de Irán, habló por medio de un intérprete. Su tono de voz fue sosegado y su actitud impasible, salvo cuando abordó la difícil situación que atraviesan las mujeres iraníes.
En esos momentos, golpeó levemente la mesa con el puño cerrado, de forma casi inconsciente. Mejorar la situación de la mujer en Irán ha sido el norte de su vida, junto con la defensa de los derechos humanos de los perseguidos por el régimen islámico. Su voz es ahora más necesaria que nunca, si cabe, para evitar un choque de consecuencias insospechadas.
Un cuento contra el fundamentalismo
A la pregunta de por qué cree que el fundamentalismo está hoy en auge en tantos países del mundo, Shirin Ebadi respondió con un cuento tradicional de su país: «Dios estaba sentado en el séptimo cielo y la verdad era como un espejo en sus manos. El espejo se le resbaló y cayó del séptimo cielo a la Tierra, donde se hizo añicos. Cada uno de los pedacitos en que se rompió se convirtió en una casa. Todas las personas obtuvieron su pequeño fragmento de espejo, de modo que cada una de ellas conoció una parte de la verdad. La moraleja es que tú tienes tanta parte de la verdad y tantos derechos como yo. Si partiéramos de este planteamiento, no existirían los problemas entre las personas». Es la pequeña verdad de Shirin Ebadi, que no cesa de brillar.