Amigos y amigas:
Después de 30 años de trabajo misionero en Chiapas y Guatemala y de un largo discernimiento, hemos optado por retornar a España. Creemos que ha llegado el momento de hacerlo. En esos años hemos vivido las tensiones de la guerra al lado del pueblo crucificado.
En México, donde nos casamos, acompañamos a los miles de refugiados guatemaltecos que salieron huyendo de la brutal represión de los gobiernos militares. De regreso a Guatemala colaboramos con monseñor Juan Gerardi, hasta el momento de su martirio en 1998, en la pastoral de áreas marginales y en la Recuperación de la Memoria Histórica.
Maricarmen se dedicó más específicamente a la promoción de la medicina natural. Los últimos ocho años trabajamos en la Diócesis de San Marcos, junto a la frontera de México, con el obispo Álvaro Ramazzini, hoy presidente de la Conferencia Episcopal, un hombre lúcido, valiente, defensor de los derechos de los campesinos. En esta diócesis Fernando ha estado al frente del Programa de Derechos Humanos del Obispado y de la Mesa Departamental de Resolución de Conflictos. Miembro, asimismo, de la Junta Directiva del Movimiento Nacional de Derechos Humanos.
En todos nuestros trabajos pastorales y de promoción humana hemos tratado de aportar a la conformación de una iglesia libre y liberadora, profética, inculturada y defensora de los derechos humanos. Hemos apoyado también al movimiento social y popular, pues estamos convencidos de que el cambio que Guatemala y América Latina necesita vendrá de la sociedad civil organizada.
Con toda verdad podemos afirmar que el pueblo latinoamericano ha sido un gran maestro para nosotros, ha sido nuestra gran universidad. Nos ha enseñado que la lucha por la dignidad humana, por los derechos humanos, por la justicia es una lucha sagrada.
Hemos aprendido a no perder la esperanza y a tener paciencia histórica, pues los procesos son largos. Hemos aprendido que se necesita muy poco para ser felices, que la felicidad no depende del tener sino del ser. Hemos aprendido lo que significa la vida comunitaria en fraternidad, el espíritu de acogida y la gratuidad. Hemos aprendido y vivido la crueldad del sistema capitalista neoliberal y cómo la derecha, aliada del imperialismo norteamericano, es perversa, cruel e inhumana, responsable del hambre de los pueblos. Hemos aprendido que sólo una izquierda renovada, humanista y con ética es capaz de salvar a la humanidad y a nuestro planeta. Hemos aprendido a actuar localmente y a pensar globalmente.
Hemos regresado a España, pero Chiapas, Guatemala, Centroamérica forma ya parte de nuestras vidas. Cambiamos de trinchera, no de lucha. Reconocemos que ya no tenemos las fuerzas y energías que teníamos antes, pero queremos continuar aportando, siguiendo a Jesús de Nazaret, en la construcción de una iglesia sencilla, libre de poderes, profética, abierta al diálogo, fraterna y servidora del reino de Dios, que es lo que importa.
Queremos, al mismo tiempo, seguir aportando a la construcción de otro mundo posible dentro de nuestro pequeño campo. Soñamos con un mundo diferente, conscientes de que ese mundo que soñamos como utopía es una meta inalcanzable, pero que la necesitamos como fuerza que provoca y moviliza nuestra imaginación y nuestras luchas para construir una sociedad más humana donde quepan todos, sin discriminación por motivos de sexo, raza, religión, cultura??. La historia es mucho más larga que nuestra existencia. Lo que importa es pasar por la historia aportando a su liberación y haciéndola avanzar hacia, lo que los creyentes esperamos, la plenitud del Reino.