Dicen que a esa orden, o asociación, o secta, o lo que sea, pertenecen algunos ex ministros del PP e incluso alguna ex primera dama de la misma cuerda. Sea o no cierto, la cosa es que la Legión de Cristo fue fundada en 1941 por un cura mexicano, Marcel Maciel , con la finalidad de «formar líderes», ejercicio de acaparar poder y controlar elites que ya me suena practicado por otros santos y beatos fundadores de instituciones similares y a todos les ha ido bien.
La cosa es que el tal Marcel Maciel ha resultado un punto filipino que le pegó a pelo y a pluma, que aprovechó la obsesión del difunto Juan Pablo II contra la Teología de la Liberación para contribuir desde su Legión de Cristo a arrasar de Latinoamérica al clero subversivo y lograrse la confianza y protección del integrista papa polaco. Y buena falta que le hizo esa protección cuando siete jóvenes le denunciaron en 1977 por abusos sexuales.
Juan Pablo II cubrió con el tupido velo del disimulo al pederasta, que sabiéndose protegido se creció y propagó su secta plagando de legionarios los sectores más carcas de la alta sociedad mundial. Vino el papa Ratzinger, inquisidor, y le envió a la hoguera del arrepentimiento y la vida retirada hasta que falleció el 30 de enero de 2008. Ahora se ha descubierto que tuvo una amante y un hijo secreto, aquí el santo fundador.
Sus legionarios han reconocido estar «entristecidos y desconcertados» por las correrías adúlteras del patrón y su hijo póstumo, pero curiosamente ni se han inmutado por sus aficiones a la pederastia. Ya veis.