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Reavivar fe y reinterpretar creencias 6: pluralismo religioso -- Juan Masiá Clavel, teólogo

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La Comunidad

(Reproduzco en estos 8 posts extractos del epílogo del libro
TEOLOGÍAS EN ENTREDICHO, Fundacion UIMP-Campo de Gibraltar, Editorial GEU, 2012, publicación que recoge las ponencias de la Escuela de Teología K. Rahner-H.U. Von Balthasar, organizada por la UIMP, sede de Santander, en agosto 2011)

Fecundación mutua de las creencias

La cuarta propuesta es la fecundación mutua de las creencias en el encuentro de las religiones. El estilo de convivencia con la pluralidad de expresiones de la vivencia religiosa, reflejado en la ponencia de K. Suzuki, nos proporcionaría el ambiente favorable para llevar a cabo una autocrítica a fondo en el seno de cada religión y de cada teología.

Cada religión que reconozca la situación de pluralismo y se implique en encuentros interactivos, tendrá que estar dispuesta a reconocer en la alteridad diferenciada aspectos de carencia en unas religiosidades, presentes posiblemente en otras, así como insuficiencias o deficiencias en la propia, puestas de relieve al contrastarla con las ajenas. Así se camina hacia la transformación mutua de las religiones antes propuesta: no un mero pluralismo multirreligioso de yuxtaposión, sino una auténtica fecundación mutua interactiva, transformadora y creativa.

Pero el diálogo entre religiones y teologías no es suficiente. El encuentro entre formas de religiosidad con predominio del aspecto místico y otras que acentúan más bien rasgos proféticos no basta para superar las deformaciones o desviaciones fanáticas, exclusivistas o intolerantes de unas y otras. Hace falta reflexión autocrítica en el seno de cada religión y trabajo hermenéutico para discernir las desviaciones y autoengaños.

A las religiones que no pasen por esa etapa crítica y hermenéutica les costará asumir la tolerancia, convivir con el pluralismo y dejarse transformar por lo diferente. Es necesario que cada religión reflexione críticamente sobre la trayectoria que ha seguido a lo largo de la historia, condicionante para bien y para mal de su situación actual desde la que afronta el diálogo con las otras.

Se recurre a menudo al símil de los caminos diversos hacia la misma meta. En Japón se cita el refrán: “todos los senderos llevan a la cumbre del Fujiyama”. Pero quizás sea preferible usar la comparación montañera de otro modo. Imaginemos que las nieves copiosas han hecho calar en el seno de las montañas alpinas una reserva abundante de agua. Del seno de la montaña brotan a diversa altura dos fuentes que se convierten en el nacimiento de sendos arroyos. Una de ellas brota en la vertiente norte y otra en la ladera sur. Esos riachuelos van incorporando afluentes en su descenso hacia la llanura y arrastrando sedimentaciones diversas de las tierras por las que discurren. Uno desemboca en el Mediterráneo, otro en el Mar del Norte.

Aunque el agua original provenga del mismo seno y de la misma montaña, ya desde su nacimiento ambos manantiales encarnan diferencias. Decir que son lo mismo sería demasiado simple. Decir que no tienen nada que ver sería ignorar la fuente originaria. Parece preferible esta comparación a la de los diversos caminos hacia la cumbre, porque toda experiencia va encarnada en un lenguaje, del que es inseparable; como también es difícil separar contexto cultural y vivencia religiosa. Crítica mutua y autocrítica intercultural deberán preceder y acompañar al diálogo de las religiones.

Para ello cada religión tiene que aprobar la asignatura de hermenéutica. En muchos diálogos interreligiosos, más que encontrarse dos experiencias, parecen intercambiarse etiquetas de dos interpretaciones. Como ejemplo se puede aducir una experiencia repetida en Japón. En una mesa redonda de debate interreligioso, tras la intervención de un budista, pide la palabra un teólogo cristiano para decir que su interlocutor le ha producido la impresión de panteísmo.

A continuación, un filósofo occidental levanta la mano para preguntar al mismo ponente si su noción de la Nada y el Vacío son formas de nihilismo. El budista responde a ambos que no le han entendido. Luego hablan representantes del judaismo, cristianismo e islam. Reaccionan voces budistas diciendo que “las tres religiones del libro” les parecen dualistas, demasiado antropomórficas en su personalismo y proclives al exclusivismo y la intolerancia. Ahora son estas últimas quienes dicen: “no nos han entendido”.

Evidentemente la descripcion es exagerada; pero, como en toda caricatura, se reflejan acentuados unos rasgos típicos de la realidad. En efecto, ante el reto del encuentro con religiosidades orientales, a las tres religiones monoteistas abrahámicas se les plantea la revisión de lo que, visto desde fuera, produce la impresión (desmentida por sus apologetas) de ser un personalismo demasiado antropomórfico y un moralismo demasiado preceptista en las formas de vivir y expresar su fe. Por otra parte, ante el reto del encuentro con las tres religiones monoteistas abrahámicas, a las llamadas religiones orientales se les plantea la revision de lo que, visto desde fuera, produce la impresión (desmentida igualmente por sus apologetas) de nihilismo metafísico y relativismo moral.

Al compartir y reflexionar en común sobre la historia de unas y otras religiones, tanto las de tradición abrahámica monoteísta como las de tradición budista, se ven obligadas a reconocer la traición histórica de las religiones a la religiosidad, sobre todo por lo que se refiere a los problemas de la manipulación política de la religión o la manipulación religiosa de la política, con la consiguiente repercusión en la práctica de la violencia. Sería demasiado simplista vincular, sin más, la violencia con la esencia de los monoteísmos y sería ingenuo idealizar las tradiciones orientales como prototipos de no violencia; la historia desmiente ambos estereotipos.

Se dice a veces desde el budismo que el cristianismo parece demasiado tajante en dogma y moral y demasiado antropomórfico al hablar de la divinidad y sus relaciones con el mundo y la sociedad.

Pero, por otra parte, en conferencias de divulgación sobre budismo en países occidentales, nos preguntan a menudo si el budismo es panteísta o nihilista, y también nos preguntan sobre la impresión de relativismo y sincretismo. Hemos de reconocer que, en el primer caso, brota una reacción espontánea de hacer apologética, tratando de corregir la impresión producida por el monoteismo entre los orientales.

También hay que admitir que, en el segundo caso, en cambio, surge una reacción espontánea de simpatizar con lo oriental y hacer igualmente apologética en su favor. Sin embargo, en un segundo momento, frenando estas tentaciones apologéticas de uno y otro lado, uno reconoce que ambos cuestionamientos obligan a la autocrítica y la revisión a ambas partes. En estos dialogos interreligiosos tendríamos que renunciar a decir la última palabra y dejarnos más bien influenciar y transformar mutuamente.

Para evitar la tergiversación violenta de las tradiciones de paz, las religiones necesitan redescubrir el presupuesto místico y el acompañamiento crítico: en el budismo, iluminación y compasión conjugadas; en el cristianismo, conversión y discernimiento hermanados.

Para el monje chino Chi-I (538-597), la receptividad de la iluminación y la crítica que descubre un nuevo modo de mirar son complementarias. En japonés, shi-kan, shi: pararse, y kan: mirar, es decir, detenerse a respirar y a contemplar o mirar de otro modo, el momento contemplativo y el momento crítico, respectivamente. (Véase, por ejemplo, Chih-I, Pararse a contemplar. Manual de espiritualidad del budismo Tendai, trad. J. Masiá, Ediciones Sígueme, Salamanca, 2007.En japonés, shi: detenerse, y kan: contemplar).

Esta conjugación de mística y crítica evitará que las religiones se conviertan en ideologías y, por consiguiente, justifiquen las violencias. El peligro de desvirtuarse la religiosidad y convertirse en violencia acecha cuando se olvida el presupuesto místico y cuando falta el acompañamiento crítico. En el caso de la fe cristiana a lo largo de la historia occidental, cuando se ha convertido en ideología ha dado lugar a justificaciones de la violencia.

También en Oriente, la religiosidad budista ha caído en semejante trampa cuando se ha convertido en ideología. Ambas tradiciones religiosas han sido manipuladas en esos casos por las instancias del poder fáctico y han acabado por ceder a compromisos que entraban en contradicción con su propia espiritualidad. Sin renunciar a la propia tradición espiritual, pero dejándose transformar mutuamente en contacto con otras espiritualidades, unas y otras tendrán que evitar convertirse en ideologías. ¿Qué hacer para no caer en esa trampa?, le preguntamos a un maestro del Zen, y nos responde: “Vaciarse, salir de sí”.

Así es como se nos invita a las religiones y teologías a un continuo éxodo que nos descentre para alcanzar el Centro. En un grupo de convivencia interreligiosa en Tokyo hemos compartido durante más de siete años la preocupacion común por salir de sí cada persona y cada religión y acompañarnos mutuamente en ese camino de éxodo. Al reflexionar sobre el proceso seguido en dicho grupo, en el que compartíamos la meditación, el diálogo y la sobremesa, veíamos en retrospectiva la trayectoria seguida, esquematizable en las cinco etapas siguientes.

1)Comenzamos conociéndonos mutuamente y poniendo sobre la mesa elementos comunes, acentuando lo que nos une.

2) Sobre la base de compartir, no sólo conversación y mesa, sino también vida y acción social, fuimos creciendo en confianza para poner sobre la mesa las diferencias: no solo lo que tenemos en común, sino también lo que nos separa o incluso nos parece, a veces, incompatible.

3) Para evitar el extremado optimismo de la primera etapa y el desánimo que pueden producir los desencuentros en la segunda, percibimos la necesidad de que el dialogo intrarreligioso avance paralelo al interreligioso, lo que nos llevó a profundizar en la autocrítica. Cada religión ha de hacer autocrítica públicamente, reconociendo el lastre de su memoria histórica: una trayectoria con riquezas y penurias, en la que a veces se ha traicionada la tradición fundacional.

4) Sobre la base de los tres pasos anteriores, que no se dan en un día, se hace posible construir un horizonte común de lenguaje, no para elaborar forzadamente una especie de esperanto sincretista que amalgame diversas religiones, sino para dejarnos transformar mutuamente en busca de una maduración y profundización de la religiosidad.

5) Todo este proceso quedaría incompleto sin compartir a fondo el elemento que podemos llamar, si la palabra no se malinterpreta, místérico o místico. No compartir solamente la mesa, la acción o el diálogo, sino el silencio: poder estar en comunión en el silencio contemplativo, para que el misterio que penetra, envuelve y desborda a todas las religiones nos conduzca a una espiritualidad más allá de todas ellas. En los ultimos años, el grupo de convivencia incluyó en la agenda de sus reuniones los espacios de meditación y plegaria o su equivalente en común, conjugando los cauces de expresión de la espiritualidad en diversas religiones.

Junto al salir de sí por la praxis contemplativa, hay que colocar el salir de sí por la praxis social solidaria y compasiva.

La segunda mitad del siglo pasado vió muchos simposios y congresos interreligiosos; pero en el futuro habrá que potenciar más los encuentros en el camino y en las dos praxis mencionadas. Se realizarán los encuentros interreligiosos peregrinando juntos y sumándonos al movimiento hacia una «nueva globalización desde abajo», desde la debilidad, pobreza, marginación y voz de las personas sin voz a escala mundial.

Coincidirá este movimiento con la toma de conciencia por parte de las religiones de lo que podemos llamar la nueva misión, una nueva manera de comprender y realizar la misión religiosa, la de las religiones unidas que se dirigen al mundo no religioso para ayudarle a despertar al sentido de la religiosidad. No será la conversión de una religión a otra, sino la cooperación de todas para la conversión de la humanidad hacia la humanización y la religiosidad auténticas.

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