Estamos acostumbrados a decir que el hombre es un ser social, que vivimos en sociedad. Partimos de una serie de conceptos que, de mucho usarlos, han perdido su verdadero significado. Y se tiene el peligro de dar más importancia a lo abstracto que a lo concreto.
La sociedad, el hombre, la justicia, la verdad, la honradez etc. son palabras muy empleadas y poco profundizadas porque rara vez se refieren a personas concretas. Mientras se habla de justicia, se persigue y se mata a todo el que estorba Hablamos de bien común y se roba cada vez más. Desde que se empezó a decir mío y tuyo existe el peligro de oscurecer y no saber pronunciar ?lo nuestro??, rechazando en silencio el compartir.
Cuando no se comparte, se deja a alguien en el olvido y la pobreza. Nos hacemos la guerra, aunque no seamos conscientes de que la hacemos. Pertenecemos a una humanidad contagiada de la responsabilidad del hambre, de la injusticia, el gran pecado de nuestra historia.
De lo social hemos de pasar al ser humano concreto, al de carne y hueso y cargado de sentimientos, problemas, gestos de comprensión y cariño, pero también protagonista de sus propios actos, deseoso de ser libre e independiente de toda esclavitud social. La verdad hace libre, pero esta libertad debe concretarse en todas las facetas y en todas las circunstancias de la vida. Los problemas en el mundo actual son muchos y variados y que precisamente afectan de una manera especial a los más pobres.
Pero, por muy graves que sean hay que ir analizándolos, haciéndoles frente con equilibrio y con mirada de futuro. Todo tiene solución; es cuestión de encontrar la más adecuada y humana. Todos, de una manera o de otra, estamos implicados en la evolución del mundo, en sus aspectos negativos, en sus logros de bienestar y en los horizontes de vida y esperanza.
(Del Libro «De lo social a lo humano»)