LA SELECCI?N DEL MUNDIAL. Gorka Andraka

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Rebelión

Uno. La pelota. Un periodista preguntó a la teóloga alemana Dorothee Sölle cómo explicaría ella a un niño qué es la felicidad. «No se lo explicaría -respondió-. Le tiraría una pelota para que jugara». En el principio de los tiempos, cuando nada existía y todo era nada, Dios creo el mundo a su imagen y semejanza. Esférico. Un buen día, solo, aburrido, inventó el fútbol. Fue entonces cuando nacimos los seres humanos, los jugadores, los elegidos para darle patadas al balón. «Dios es redondo», sentencia en su último libro el escritor mexicano Juan Villoro. Y ama el fútbol.

Dos. Los pies. La base. Las raíces. Otro teólogo y pensador alemán, Leonardo Boff, escribía hace unos días «Elogio del pie». Boff, hombre de a pie y con muy buen pie, contaba entre otras cosas que «en un mundo políticamente sin pies ni cabeza, con jefes de Estado metiendo la pata en los conflictos de Irak, de Afganistán y de Palestina y siempre en pie de guerra contra el terrorismo, hacemos pie en el fútbol para pensar en una sociedad mundial que dé pie a formas de convivencia amigable y hasta fraterna, que encuentren un pie de apoyo en el entusiasmo de las aficiones de todos los países».

Tres. Los palos. La portería. Los recuerdos de la infancia. Durante varios años fui guardameta del equipo de mi pueblo. «El Chopo», me decían. Como a Iribar, el más grande. Nunca lo entendí. No ganamos un partido. Tres palos. Mi tumba.

Cuatro. Los goles. Los petardos. España arrancó el Mundial metiéndole cuatro a Ucrania. Cuatro soles. En el corazón de la capital vizcaína, en el combativo barrio de Bilbao La Vieja, cada gol de la furia española se festejó con un sonoro cohete volando por los aires. Inaudito. Increíble. Una celebración por todo lo alto. Por el alto el fuego permanente.

Cinco. Los penaltis. La pena máxima. Palestina no logró clasificarse para Alemania. Su selección es única. No hay liga en Cisjordania y Gaza. Sus futbolistas apenas se conocen. No hablan el mismo idioma. Muchos viven lejos, en Argentina, Chile, Líbano o Estados Unidos. Son descendientes de palestinos y nunca han pisado la tierra para la que juegan. El exmilitar y pacifista israelí Uri Avnery recordaba esta semana algo que le dijo una vez Issan Sartawi, un amigo palestino asesinado hace 23 años: «No habrá paz hasta que la selección de Israel juegue contra la selección de Palestina y ganemos nosotros».

Seis. La Sexta. «Todo va a cambiar después del Mundial», repite incesante la publicidad de la nueva cadena basura. A peor. El periodista Cesar González Antón, de 29 años, acaba de incorporarse a La Sexta como director de informativos. Los últimos dos años ha sido responsable de contenidos multimedia del Real Madrid. Todo va a cambiar. La magia del fútbol llega a los telediarios. El parte y los partidos, fusionados. El telepartidiario. Los comentaristas, emocionados y acelerados, narran la última hora y cantan «¡Gooooooooool!» tras cada buena noticia. En casa, hacemos la ola. Vamos ganando.

?? y doce. La afición. El pueblo. Más de 30.000 millones de espectadores. El evento más visto en la historia del planeta. El Mundial ha batido todas las marcas. Esta tarde, la gran final. Mi favorita, la poesía. «Poemas de amor y no» como los del madrileño José Mª Parreño. «Mil millones de hombres/ mujeres y niños/ han visto/ oído/ el partido de hoy./ Tu rostro/ sólo/ yo».