JES?S A LAS PUERTAS DE CHINA. Franz Wieser (Perú)

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En los próximos días habrá una asamblea de obispos orientales en el Vaticano, para tratar las relaciones con la China continental. ¡Que Dios ilumine a los participantes!
Desde la pelea por los ritos en el siglo XVII entre los Jesuitas por un lado y los Dominicanos y Franciscanos por el otro, el Vaticano se ha descalificado como un imperio, frente a otro.

Cada uno quiso imponer su dominio sobre un pueblo con profundas raíces místicas que remontan a la era de Lao-Tse y de Confucio el siglo VII antes de Cristo. Este último predicaba ya 500 años a.C. la regla de oro: ?Trátese a los demás, así como uno mismo desea ser tratado??.

Este lío interminable por la investidura deja totalmente fuera de vista la magnanimidad de Jesús contra el celo de sus discípulos que no quisieron admitir que fuera de su grupo se utilice el nombre de Jesús. Este egoísmo colectivo de la cúpula dirigente en la Iglesia está muy lejos del celo apostólico de San Pablo que, como Jesús, no se preocupa por quien se anuncie la Buena Nueva, sea por él o por su émulo Apolo, incluso si fuese con mala intención: ?Con que Cristo sea anunciado, de esto estoy feliz.??

La diplomacia entre los estados de China y el Vaticano, es un asunto puramente humano y adolece, como de costumbre, de transparencia y de altruismo. ?Lo que une, viene de Dios, lo que separa es obra del hombre?? (Juan XXIII). En cuanto a las ?persecuciones?? de la Iglesia en China habría que plantearse una vez más la interrogante: ¿Se persigue a la Iglesia a causa de Cristo, o se persigue a Cristo a causa de la Iglesia como poder temporal? Lo más probable es la segunda alternativa.

El alma del pueblo chino es afín al mensaje de Jesús. Se abrirá a él, en cuanto encuentre su rostro un una Iglesia que quiere servir y no dominar, salvar y no condenar, liberar y no someter.

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