INOCENTES. Josep Cornellá

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La matanza de los inocentes por orden del rey Herodes es, de bien seguro, un episodio mítico, un hecho no histórico, que la comunidad de Mateo incluye en su evangelio con el fin de presentar Jesús como el nuevo Moisés.

La historia nos confirma, pero, que Herodes fue un tirano sanguinario que no tuvo piedad ni de sus hijos. El mismo Augusto habría afirmado que antes prefería ser un cerdo de Herodes (como observante de la ley mosaica no comía cerdo) que no uno de los suyos hijos.

A lo largo de los tiempos, y tenemos suficientes evidencias, muchas personas inocentes han muerto a manos de dictadores y tiranos, defendiendo la posibilidad (tal vez utópica) de un mundo mejor.

Vivimos en un mundo en que la violencia, el hambre, o las condiciones indignas de la vida, se constituyen en los verdugos de una constante persecución del Imperio contra la vida de los pobres.

Cada día mueren miles de personas inocentes debido a las condiciones injustas de la política, de la guerra, de l?economía,…

Y es que de reyes Herodes los ha habido y los hay. Muchos.

Mientras escribo este artículo me llega la noticia de la condena a muerte de Saddam Hussein. Es cierto que han muerto muchos inocentes durante su régimen.

Pero también es cierto que su muerte no volverá la vida a nadie y que la pena de muerte nunca será un acto de justicia.

A Bush no lo condenarán a muerte. A pesar de que sean muchos los inocentes que hayan muerto bajo su responsabilidad, a consecuencia de la guerra contra Irak, a la que, sin escrúpulos, se añadió quien en aquellos momentos era presidente del gobierno español. Desoyendo el clamor de su pueblo.

Eufemismos. En vez de hablar abiertamente de muertos inocentes, ahora conviene hablar de efectos colaterales.

Pero son personas humanas, con nombres y apellidos.

Pinochet, otro ?herodes?? de nuestro siglo, murió hace poco. En la cama de un confortable hospital. No se ha arrepentido de nada de lo que había hecho.

¿Cuántos inocentes murieron bajo su régimen de terror?

Pese a esto, ha recibido bendiciones del cardenal y honores militares en su entierro.

En Argentina no tuvieron mejor suerte, y son millares las madres que todavía lloran sus hijos inocentes, arrancados de sus casas, y desaparecidos.

Y en nuestro país, la dictadura franquista envió a la muerte a miles de inocentes. Sus juicios fueron una farsa por justificar aquello que no era más que un acto de venganza. La restitución del honor d?estas víctimas inocentes es un acto de justicia. La memoria histórica debe ser un legado para nuestros hijos.

Podría seguir. Los inocentes son muchos. Y tienen nombre y apellido, pese a no los conocemos.

Joan Alsina, un ?inocente?? fusilado por las tropas de Pinochet, escribía la noche antes de su ejecución: ?si de las cenizas logramos que brote la vida de nuevo, es algo que nace de nuevo en vosotros…??

Los inocentes de Belén, posiblemente, nunca existieron. Los de nuestros tiempos mueren cada día. Y, desgraciadamente, seguirán muriendo.