Es media tarde y un grupo de adolescentes está jugando a las cartas en una granja en la ciudad de Yei, en el sur de Sudán. Las chicas están muy maquilladas y los chicos llevan sombreros vaqueros y camisetas de baloncesto. Se pueden oler los cigarrillos y el vodka que se pasan, las hormotas flotan en el aire.
Son adolescentes en edad escolar, pero solo uno reconoce asistir a la escuela regularmente. «Nos gusta venir aquí y relajarnos por la tarde; no tenemos nada más que hacer», afirma Samuel Deng, 19, que aún está en primaria.
La larga guerra civil entre el norte y el sur del país, y, más recientemente, la presencia del grupo rebelde ugandés, el Ejército de Resistencia del Señor (LRA, en sus siglas inglesas), ha mantenido a muchos niños del sur de Sudán fuera de la escuela.
Al llegar la noche, los jóvenes se dispersan, borrachos, entre los numerosos bares de Yei. La economía de la ciudad se ha disparado desde el final de la guerra por su situación a sólo 80 km de la frontera con Uganda, lo que la convierte en el punto de entrada de todos los bienes de consumo que el sur no fabrica aún.
La ciudad está repleta de camioneros y comerciantes de la vecina Uganda, de Kenia y de la República Democrática del Congo, dispuestos a comprar alcohol y gastar algún dinero en la compañía nocturna de una joven, y muchas de las adolescentes de la ciudad están decididas a pasar un rato en compañía. Con poco dinero e incluso menos educación, los jóvenes de Yei están en el ojo del huracán de la pandemia del sida.
Las estadísticas sobre la pandemia son difíciles de elaborar, pero un estudio publicado en ‘AIDS’, la publicación oficial de la Sociedad Internacional de Sida, en abril de 2006, situaba la prevalencia en Yei en el 4,4%, significativamente más alta que la media nacional del 2,6%.
«Sé que puede parar el sida usando el ABC,» declara Deng, pero cuando se le preguntó no pudo explicar que A, B y C se referían a Abstinencia, «Be faithful» (Se fiel) y usa un Condón.
Cuando se han calmado las carcajadas por la mención del sexo, algunos de los miembros del grupo señalan que nunca habían oído que el sida se transmitiera por vía sexual. Aquellos que conocían el sida declaraban que los condones eran demasiado caros.
«El conocimiento el sorprendentemente bajo en esta área; la gente simplemente no conoce las características del sida», declara Florianne Gaillardin, coordinadora de área del Comité Americano de Refugiados, una de las mayores organizaciones no gubernamentales implicadas en la prevención del VIH, su cuidado y apoyo en Yei. «Casi todos los problemas aquí se achacan a la brujería y la superstición, y las enfermedades, incluyendo el VIH, aún se consideran parte de esto».
La situación de seguridad ha evitado que muchos servicios de VIH lleguen a buena parte de la población del sur de Sudán, apunta Gaillardin, pero la reciente paz ha facilitado a los proveedores de servicios de VIH una oportunidad para iniciar actividades de prevención.
En la ciudad, donde operan la mayoría de las ongs, se pueden ver señales de los mensajes de concienciación respecto al VIH: algunos hospitales tienen consultas voluntarias y sitios para hacerse las pruebas de VIH y asesores visitan los colegios y recorren las calles, informando a los jóvenes de la pandemia.