EL SALARIO MEDIO BAJA : ALGO APESTA. Secretariado Social Diocesano-Justicia y Paz de S. Sebastián

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Diócesis de S.Sebastián

Informes de diferentes organizaciones coinciden insistentemente en un dato: «En plena bonanza económica el salario medio ha bajado». Con incrementos importantes del PIB en los últimos años y con beneficios empresariales en continuo incremento y hasta con resultados sonrojantes como en el mundo financiero, en nueve años el salario medio en España ha descendido un 3,9%. Euskal Herria no es ninguna excepción.

Hay otro dato que no aparece tan claro en estos informes pero que resulta evidente: Desde las primeras reformas laborales el abanico salarial se abre más y más. De forma constante y tanto para arriba como para abajo. Pero la media baja y esto es así porque cada vez hay más salarios bajos y porque los salarios bajos son cada vez más bajos.

Precariedad de empleos de jóvenes y mujeres, acompañados de salarios de inmigrantes con o sin papeles son los «culpables» de que la media salarial baje.

Dicho esto así parece que con alguna medida correctora y un poco de tiempo la situación podría arreglarse. Promover contratos fijos y mejoras en los convenios colectivos podrían ser la medicina.

Pero os invito a ver esta situación desde otra perspectiva. Si la tendencia no cambia ¿con qué nos encontraremos dentro de cinco años o después de diez? Pues que, entre otras cosas, se habrán jubilado trabajadores fijos con unos salarios superiores a la media salarial general y habrán entrado en el mundo laboral jóvenes, mujeres e inmigrantes con salarios más bajos. En muy pocos años se está transformando a la baja el contrato de trabajo y no debemos comportarnos como cronistas ante esta injusticia.

Los trabajadores y trabajadoras con contratos en precario son ya un tercio del total. Con la inseguridad de su situación ellos difícilmente pueden moverse para mejorar sus condiciones laborales. Pero, además, se da por hecho que las personas con contratos en precario y salarios muy bajos prácticamente no participan en las elecciones políticas ni en la vida pública.

Situaciones laborales que hace no demasiados años eran ilegales, hoy, a partir de la influencia del pensamiento neoliberal, tienen cabida en la legislación laboral. Subcontratas, servicios públicos privatizados, calendarios laborales «a la carta» etc., etc., son los culpables de esta desgracia.

El salario mínimo interprofesional (SMI) lo fija el Estado; pero no nos vale ni para referencia, porque ahora está algo más de 200 ?? por debajo de los 800 ?? que, con criterio de la OCDE, sería en el País Vasco el umbral de la pobreza. ¿No habrá llegado el momento de utilizar el «acuerdo interprofesional» recogido en el Estatuto de los Trabajadores, para mejorar la situación de los trabajadores y pensionistas que están en lo más bajo de la escala retributiva?

A las organizaciones empresariales no se les ve preocupadas por los salarios bajos ni por la precariedad. Y de nuestros gobernantes no podemos decir mucho más. Ni la Diputación ni el Gobierno Vasco tienen este tema entre sus prioridades.

Deberíamos profundizar, ¿podemos o debemos hacer algo? ¿En qué lugar esta este tema en nuestras prioridades? Estos salarios bajos y condiciones laborales precarias son consecuencia de un reparto injusto de la riqueza que se genera y no podemos darlos por buenos. Fijar unos límites éticos sería de mucha ayuda y, además, tal como están las cosas los hombres y mujeres afectados necesitan un marco de derechos y garantías para que empiece a mejorar su situación.

Seguro que tendremos que volver sobre el tema porque esta realidad no va a arreglarse por sí sola. Hay personas y organizaciones que están interesadas y preocupadas por estos salarios y la precariedad. También habrá quien diga que nosotros no debemos decir ni hacer nada, que esto no tiene nada que ver con el Evangelio ni con las religiones.

Si vemos trabajadores y trabajadoras extranjeros sin contratos y con salarios ínfimos no podemos mirar a otro lado; si vemos a mujeres con salarios bajos y calendarios sin opción a vida familiar y social no podemos mirar a otro lado; si vemos a jóvenes con bajos salarios y contratos precarios no podemos mirar a otro lado. Mirémonos a los ojos, miremos a nuestras conciencias. ¿Cuál es nuestro papel? ¿Tenemos un papel?

16 de enero de 2007