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EDITORIALES SOBRE LA ALIANZA DE CIVILIZACIONES

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Estos son los editoriales de varios diarios sobre la propuesta del Grupo de Alto Nivel de la ONU, referidos a la propuesta de los gobiernos español y turco para una Alianza de Civilizaciones.


Para superar el abismo
El País

La idea de una Alianza de Civilizaciones, que lanzó hace más de un año el presidente Rodríguez Zapatero, tuvo ayer su primer desarrollo concreto en las propuestas de actuación que fueron presentadas en Estambul por el grupo de alto nivel encargado de elaborarlas. Es, en sí, un logro, sobre todo si detrás de este proyecto está la idea de que al terrorismo y a la intolerancia hay que combatirlos tanto con la firmeza democrática como con una buena política de alianzas, en vez de suscitar, como sucede con la idea de una guerra global contra el terror, la división entre países occidentales y la ampliación de las bases políticas de los terroristas.

Más que una alianza, cuyos contenidos no acaban de explicarse, se trata de un marco en el que encuadrar una serie de medidas para colmar la falta de entendimiento cultural entre el mundo musulmán y el occidental e intentar «reducir el espacio de los fanáticos», tal como lo presentó el presidente del Gobierno español. De hecho, no hay ningún plan alternativo sobre ninguna mesa para lograr esos resultados, y de ahí el apoyo que ha suscitado, lo que no quiere decir que sea ni eficaz ni suficiente. Sabe en todo caso a poco, pues los fanáticos, incluso con un espacio mínimo, pueden hacer gran daño y contaminarlo todo. De momento, el ejercicio se centra en la dimensión musulmana y occidental, cuando otras culturas que representan a casi la mitad de la población mundial están también pidiendo paso.

Los cuatro campos de actuación identificados por el grupo de alto nivel y que el secretario general saliente de la ONU, Kofi Annan, debe completar o modificar, antes de presentarlos a mediados de diciembre a Naciones Unidas son la educación (para evitar el desconocimiento mutuo), la juventud (no darle oportunidades es alimentar el caldo de cultivo de los radicalismos), las migraciones (que ya es un fenómeno global que afecta a todos) y los medios de comunicación. A este respecto, se pide a los profesionales desarrollar, articular y aplicar códigos de conducta. Hay que advertir, en cualquiera de los casos, que una cosa es promover el respeto y otra muy distinta e inadmisible es limitar la libertad y promover la autocensura. Es buena idea impulsar una historia de la humanidad en la que todos puedan estar de acuerdo, pero hay que contar que ni siquiera hay acuerdo sobre la europea, o incluso sobre la española.

El lugar y el momento de la presentación de este plan son más que significativos. Por una parte, se amontonan los nubarrones sobre las perspectivas de ingreso de Turquía en la UE, paso que Zapatero apoya y que sí constituiría una verdadera alianza de civilizaciones, por la cual la Unión dejaría de ser un club cristiano (con más de 17 millones de musulmanes) y una gran sociedad musulmana como la turca entraría en el sistema de valores europeos, conservando su laicismo de Estado. Por otra, coincide con el anuncio por Zapatero de que en los próximos días presentará a la UE una iniciativa sobre Oriente Próximo que, efectivamente, se ha convertido en «el conflicto de los conflictos».

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Una carta a los reyes magos
El Mundo

Las primeras recomendaciones para impulsar la Alianza de Civilizaciones realizadas por el Grupo de Alto Nivel y dirigidas al secretario general de la ONU oscilan entre la obviedad y la utopía. De las reuniones que durante un año han mantenido una veintena de sabios había que esperar un informe más sólido, más arriesgado, más políticamente incorrecto, más imaginativo. Para establecer prioridades como, por ejemplo, la necesidad de combatir la pobreza y las desigualdades, o crear una conferencia regional sobre Oriente Medio para apaciguar el conflicto entre israelíes y palestinos, no era necesario reunir tanta materia gris durante tantos meses.

El informe, cuyo contenido completo se espera para finales de año , recoge, junto a las recetas palmarias ya descritas, otras que son una broma como coproducir cine y programas de TV con los musulmanes. También prevé la creación de un «fondo de riesgo» para contrarrestar el «sensacionalismo» y las «representaciones estereotipadas». Este fondo podría dar lugar a impulsos censores para establecer una visión políticamente correcta de las relaciones entre Occidente y el mundo musulmán.

Entre las recomendaciones, de una extraordinaria candidez, está la de solicitar un mayor pluralismo político. Basta echar una mirada al mapa para comprobar cómo, desde Afganistán a Mauritania, de Arabia a Pakistán, el islam y la política son inseparables y han fraguado estados en los que, antes que pedir pluralismo, habría que lograr que la ley dejara de inspirarse en el Corán y que se acabara con la persecución del pensamiento y de las minorías. La llamada que hace el informe a la libertad de religión y de culto, como «derechos fundamentales», resulta, al confrontarla con esta realidad, una carta a los Reyes Magos.

Otra receta se dirige a la educación. Proponen revisar los planes de estudio a fin de incluir materias que propicien el conocimiento de otras religiones y culturas. Si en España todavía hay disputas por las horas de castellano o de religión, no es difícil de imaginar qué futuro tiene esta recomendación a nivel mundial. Se aboga también por expandir el uso de internet en el área musulmana; un arma de doble filo, por cuanto Al Qaeda y el terrorismo islamista han hecho de la Red un gran instrumento.

El problema es que las propuestas, bienintencionadas, son inútiles sin compromiso político. Su virtud es la de dar una excusa al diálogo y reunir en una mesa a países con los que hay que tender puentes. También para calmar al mundo islámico, soliviantado tras la Guerra de Irak.

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Una alianza para evitar un choque
El Periódico

El informe entregado ayer en Estambul al secretario general de la ONU, Kofi Annan, por el grupo de alto nivel (GAN) de la Alianza de Civilizaciones, promovida por el presidente del Gobierno español, José Luis Rodríguez Zapatero, y apoyada por su colega turco, Recep Tayyip Erdogan, atina al identificar la crisis palestino-israelí como el mayor de los conflictos entre Occidente y el orbe musulmán, y acierta al considerar las razones políticas, antes que las religiosas, como la piqueta que ha cavado el foso que separa ambos mundos. Pero apenas concreta los memoriales de agravios que esgrime cada parte, porque hacerlo sería tanto como dinamitar el proceso en ciernes, cuya viabilidad y resultados prácticos deberán superar numerosos obstáculos.
Dicho de otra forma, el esfuerzo del GAN por sumar a la causa de la alianza el mayor número posible de sensibilidades tiene un precio insuperable: soslayar aquellos aspectos más conflictivos en el diálogo Oriente-Occidente. La falta de un capítulo específicamente dedicado a los derechos de la mujer, un asunto que levanta ampollas en muchos auditorios musulmanes, no es el único ejemplo del «realismo constructivo» del que ha hablado alguno de los redactores del informe final, pero sí el más llamativo. El gran desafío es insertar la fe islámica en el debate de la modernidad, y la herencia de las Luces, en el respeto por la tradición islámica, a fin de superar los prejuicios enunciados por el intelectual palestino-estadounidense Edward W. Said. Pero los equilibrios que han guiado los primeros pasos de la alianza anuncian que la empresa no estará exenta de sobresaltos.
Ni siquiera la intención de Rodríguez Zapatero de presentar la próxima semana una iniciativa diplomática europea para frenar la caída libre del «conflicto de conflictos», en expresión suya, que estos días se concreta en la carnicería de Gaza, consigue disipar la impresión de que hace falta la decidida complicidad de los grandes actores de las relaciones internacionales –Estados Unidos, la UE, Rusia y algunos estados árabes– para que la alianza pase de los buenos propósitos a los hechos. Y, aun en este caso, no faltarán quienes consideren que la alianza ha entrañado el reconocimiento implícito de que existe un choque de civilizaciones en los términos y con los riesgos descritos por el politólogo norteamericano Samuel P. Huntington. Esto es, una fractura insuperable entre ambos universos culturales.

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ABC
Jugando a alianzas

EL llamado «Grupo de Alto Nivel» (GAN) creado para desarrollar la Alianza de Civilizaciones que propuso José Luis Rodríguez Zapatero a la ONU en septiembre de 2004 entregó ayer sus conclusiones al jefe del Ejecutivo español, al primer ministro turco, Recep T. Erdogan, y al secretario general de Naciones Unidas, Kofi Annan. Al igual que sus planteamientos de partida, las conclusiones del Grupo son un catálogo de lugares comunes sobre la cordialidad entre civilizaciones, sin apenas carga política y sin diagnósticos realistas de las causas de los graves problemas existentes en torno al mundo musulmán: la amenaza del terrorismo integrista y las dificultades, a veces insuperables, para el establecimiento de la democracia en los países musulmanes. Muy al contrario, el documento propone peculiaridades como la autocensura de políticos y medios de comunicación para evitar ofensas a los musulmanes; producciones televisivas mixtas que fomenten la camaradería entre islamistas y occidentales; y, por ejemplo, una política de inmigración coordinada entre países, algo por cierto que contraviene lo hecho por Zapatero en España a espaldas de la UE.

El documento presentado ayer es un paradigma de esas iniciativas bienpensantes que siempre cuentan con adhesiones sin contenido, financiación ilimitada y ausencia total de controles de calidad. Es un sarcasmo que Kofi Annan se presente como patrocinador de esta iniciativa vacua de la Alianza de Civilizaciones cuando, en 2001, setenta y cinco países de la ONU aprobaron el «proyecto de Programa Mundial para el Diálogo de Civilizaciones». En este proyecto de 2001 ya se convinieron acciones tan novedosas y eficaces para la expansión de la democracia y la contención del terrorismo como el fomento del turismo, las competiciones deportivas o el intercambio de representantes de las artes y la cultura -esto último de gran predicamento en España-. Igualmente se apelaba, ya en 2001, a los derechos humanos, el Derecho Internacional o la igualdad entre hombres y mujeres. Mejor habría hecho Annan en velar por el cumplimiento de estas recomendaciones. Las conclusiones entregadas a Zapatero y Erdogan no son muy distintas a las de 2001, declarado «Año del Diálogo de Civilizaciones». La superficialidad es la misma y la literatura empleada, tan banal como la de entonces porque parte de la cómoda premisa de que todo el problema consiste en el mutuo desconocimiento entre Occidente y el mundo musulmán, cuando lo cierto es que la falta de sintonía se produce entre la democracia y el fundamentalismo islamista. Incluso cuando el documento del «GAN» se adentra en el problema clave de la discriminación de la mujer en el mundo musulmán, uno de sus más destacados integrantes encauza la crítica hacia Occidente, que no puede «dar lecciones a nadie» porque ha permitido esa discriminación. Si la reflexión de este Grupo le niega a Occidente autoridad moral e histórica en lo que se refiere a la liberación de la mujer y la igualdad, se comprenderá fácilmente la inutilidad de esta iniciativa de aliar civilizaciones con una venda en los ojos. Mientras el «GAN» propone la democratización del mundo musulmán, Irán sigue con su programa nuclear, la democracia en Irak se enfrenta a un terrorismo masivo y el Líbano sigue en buena parte sometido al control de un grupo terrorista.

Además, el alborozo de Zapatero por la recepción de este documento coincide con la enésima negativa de la UE al ingreso de Turquía, motivada por los graves problemas de derechos y libertades civiles que aún presenta el régimen de Ankara. Mal contexto para promover alianzas entre civilizaciones cuando es la propia Bruselas la que constata la incompatibilidad de valores entre el Estado que pudiera liderar el mundo musulmán y la comunidad de democracias europeas. Pero hay que entender a Zapatero, porque no tiene mucho más a qué aferrarse en política exterior. En el ámbito de Iberoamérica, la última cumbre ha sido un fracaso de la diplomacia española. Y en Europa, la caótica política migratoria y el intervencionismo en el mercado eléctrico han enfrentado al Gobierno español con el núcleo de la Unión Europea. En este contexto, sólo hay margen para puestas en escena como la de ayer en Estambul.

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La Vanguardia
Propuesta oportuna

LA idea de promover diversas alianzas entre civilizaciones para superar el conflicto entre Occidente y el mundo islámico ha ido tomando cuerpo desde que el presidente del Gobierno español, José Luis Rodríguez Zapatero, la formuló en el 2004 en la Asamblea General de las Naciones Unidas y tras el apoyo recibido por parte del primer ministro turco, Recep Tayyip Erdogan, y el secretario general de la ONU, Kofi Annan.

Percibida en un principio como una ingenua propuesta de buenas intenciones, la situación de bloqueo y de riesgo de más violencia en que, como en el caso de Israel y Palestina, se sitúan también los conflictos de Iraq y Afganistán, más la necesidad de explorar las vías de diálogo, hace que la alianza de civilizaciones pueda servir de plataforma desde la que proponer algunas posibles soluciones. La reunión en Estambul del grupo de alto nivel, formado por destacadas personalidades de todo el mundo, ha servido para concretar un conjunto de recomendaciones entre las que destaca la celebración de una conferencia regional sobre Oriente Medio «lo antes posible», que el presidente Rodríguez Zapatero se ha comprometido a concretar la semana próxima y sobre la que asegura que contará con el apoyo de varios países europeos.

Esta posibilidad llega en un momento especialmente oportuno, cuando en el mundo se abren perspectivas de una cierta distensión en relación con algunos de los conflictos que preocupan y, en especial, el de Oriente Medio, que es, al decir de Zapatero, «el conflicto de los conflictos». La victoria demócrata en las elecciones parciales de Estados Unidos puede obligar a un cambio de estrategia por parte de la Casa Blanca y a plantear incluso la apertura del diálogo con Irán y Siria, con el objetivo de desbloquear la enquistada crisis iraquí. Tampoco debe descartarse que esa nueva estrategia obligue al Gobierno israelí de Olmert a tomar el camino de la moderación. Un cambio al que se ha apuntado también el primer ministro británico, Tony Blair, que es uno de los líderes europeos que más apoyan la alianza de civilizaciones.

El fin de esa alianza es el de combatir la intolerancia y el fanatismo con la palabra, la educación, la tolerancia y el diálogo. No cabe duda de que, al hilo de todos esos acontecimientos, el objetivo de forjar alianzas puede resultar muy útil para abrir diálogos y reforzar los sectores moderados de cada uno de los bandos ahora enfrentados. En definitiva, una alternativa que vale la pena explorar y desarrollar.

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