Koinonía (Tambo)
Una vez más se repite aquello de Dom Helder Camara: «cuando daba de comer a los pobres me lamaban santo, cuando pregunté por que había pobres, me llamaron comunista.»
Lo que sigue es la editorial de un diario de la provincia argentina de Entre Ríos en respuesta al libro – documento de la Conferncia Episcopal «Una tierra para todos». Más abajo una breve nota de opinión aparecida en el diario La Nación de Buenos Aires, tradicional vocero de los sectores dominantes del país.
Ambas son expresiones del pensamiento neoliberal (doctrina profana, si las hay) que desde hace treinta años ha ejercido su hegemonia sobre los países de la Patria Grande Latinoamericana.
Un abrazo
Juan María Escobar
Diario La Calle, Concepción de Uruguay, Entre Ríos, 13/09/2006
EDITORIAL
Recetas que fracasaron
Los obispos que se ocupan de la Pastoral Social presentaron el libro «Una
tierra para todos», donde muestran su preocupación por la compra de grandes
extensiones de tierra por parte de inversores extranjeros, por la
concentración de las mismas en grandes empresas, y por las reservas de agua.
Dicen que es el resultado de un estudio que duró más de dos años, pero
parece arrancado de los trabajos que realizara hace más de medio siglo el
Partido Comunista Argentino y que sirviera de campaña de propaganda
ideológica.
En vez de fomentar el proceso de inversiones, tratar de multiplicar la
productividad y aumentar la producción para que la tierra sirva a todos los
argentinos, dicen preocuparse por la concentración y por las inversiones
extranjeras. Los del agua parece extraído del discurso de Luis D´Elía, que
dijo más o menos lo mismo; lo que no hace más que reiterar el sonsonete que
proclamaba Kirchner durante su campaña para la presidencia.
La Argentina insiste en ubicarse junto a los países atrasados. Lo único que
falta es que se proclame la necesidad de una reforma agraria «total y
profunda», como se escuchaba pedir en la década del 70; y en cualquier
momento se pedirá la nacionalización de las aguas, desde las de pozo a las
de los arroyos y bañados, prohibiendo la presencia de los capitales
extranjeros por «explotadores» y portadores de la ideología del «capitalismo
salvaje». Lo penoso es que esta suma de ideología y prejuicios es compartida
por gran parte de la dirigencia política argentina.
Cuando el país precisa de inversiones, seguridad jurídica, garantías para el
derecho de propiedad, se desata esta prédica que va en contra de todas esas
necesidades, que por otra parte están garantizadas por la Constitución
Nacional. Volver a la idea de que la propiedad agraria debe ser fragmentada
es realmente anacrónico, o que hay que entregarla a los presuntos indígenas,
cuando estos nunca se preocuparon por realizar explotaciones racionales en
lo que alegan son sus tierras. Aquí se desconoce lo que es la racionalidad
de la explotación agrícologanadera.
Es preocupante escuchar de nuevo esta prédica, que por suerte estuvo
escondida muchos años. Reaparece ahora junto a las tendencias socialistas,
fracasadas en el mundo, y de la mano de estudios que sería interesante
conocer. Que hayan durado dos años nada quiere decir; hay quienes nunca
aprenderán los rudimentos de la economía.
Así va la Argentina, sumando desconciertos. Es de esperar que a este trabajo
no se le dé más importancia que la de un estudio. La realidad precisa de
medidas concretas que aumenten la producción, de mayores inversiones, de la
presencia del capital nacional y extranjero. Sólo así los argentinos
habremos de crecer. No hay que volver a las recetas de hace más de medio
siglo; ya fracasaron.
La Nación, Martes 12 de Setiembre de 2006
Extranjerización de la tierra
Como católico, me pregunto qué hace mi Iglesia argentina dando opinión sobre la «extranjerización» de la tierra. Ciertamente es muy importante que los gobiernos den solución a la situación de las comunidades originarias. Pero, ¿cuáles son las consecuencias de la «extranjerización» distintas de la «propiedad privada» sujeta a las leyes de la Nación que detentan tantos argentinos?
Nuevamente el ambiguo concepto de «soberanía» sustenta una desafortunada declaración, que parece más de oportunidad que un problema grave y serio a resolver. Lamentablemente, mi Iglesia Católica se pone al lado de D’ Elía, del nacionalismo xenófobo y de la loca teoría del saqueo vía la propiedad privada del suelo, los árboles y el agua. ¡Vaya a saber uno cómo pasarán los esteros por las aduanas!.
Segundo Roca
segroca@yahoo.com