LA CASA DE DIOS SE QUEDA SIN SOTANAS.Marco Romero

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Religión Digital

120 sacerdotes rurales atienden 667 parroquias
Cuenta Marco Romero en Diario de León que el cura de Valdeón y Sajambre ha bautizado este año a tres niños y dice que en los 15 años que lleva de sacerdote en Picos de Europa «se han muerto tantos como quedan». El panorama poblacional con el que convive -pueblos como Vierdes sólo tienen un habitante- le expone a misas de cuatro o cinco personas, para las que tiene que recorrer más 30 kilómetros en alta montaña y en tiempo récord, porque hay días que preside hasta seis celebraciones, y eso sin contar los entierros.

Eusebio es uno de los 120 sacerdotes de la Diócesis de León que atienden alguna de las 667 parroquias rurales de este territorio. En el Obispado de Astorga, 260 curas en activo se hacen cargo de 565 pueblos, por lo que la carga de trabajo de los hijos de Dios es extraordinaria en toda la provincia desde que en 1984 comenzasen a caer imparablemente las vocaciones.

Desde ese año hasta hoy, el número de sacerdotes, tanto incardinados como diocesanos, ha bajado un 30%, pasando de 513 a 351 y de 324 a 226, respectivamente. Entretanto, la edad media de la plantilla de los obispados ha crecido en casi diez años, pasando de 53,7 años a 62,9.

El vigor de los curas rurales, un enorme recurso para la Iglesia, ha permitido equilibrar este déficit de vocaciones, pero no ha acabado con la crisis a la que se están enfrentando los obispos. El interés por no dejar desatendido ningún rincón de la provincia está obligando a muchos sacerdotes a llevar jornadas de trabajo maratonianas, incluso a veces en contra de los postulados de la Santa Sede, que desaconseja celebrar más de cuatro misas diarias.

Hora de las campanas

Para muestra un botón. En Soto de Sajambre es precisamente la hora de la eucaristía: viernes, una de la tarde. Sebis, como todo el mundo le conoce, activa el programador electrónico que hará tocar las campanas para convocar a los feligreses. A las ocho y media de la mañana dijo su primera misa en Santa Marina de Valdeón. A las doce de mediodía, la celebración fue en Oseja de Sajambre. Ahora toca una remota población a la que tiene que acceder por una estrecha carretera al borde de un precipicio. Allí, en la iglesia de Nuestra Señora de las Nieves, le esperan once personas, todas mujeres. «La principal acción pastoral en esta zona, además de la misa, es la visita a los enfermos», señala. Después se irá a comer a Valdeón y por la tarde tendrá otras dos eucaristías, en Soto de Valdeón y Posada de Valdeón.

En menos de cinco minutos prepara las lecturas, el traje y el altar. Debe organizarse al milímetro para abordar el trabajo que generan las nueve parroquias que lleva en los trece pueblos de su área pastoral. «Vocación, vocación y vocación», es su clave. «Si dices más misas de las que puedes es por los fieles, porque lo piden y porque ha sido su forma de vida durante mucho tiempo. Es que si no hubiese misa de domingo, a lo mejor ni se mudaban en toda la semana», bromea el párroco.

Solos y mayores

Eusebio Cano, originario de Sahechores de Rueda, revela que la mayor preocupación de los habitantes de su zona «es que se les olvide». «La gente está sola y es mayor y temen que la Administración se olvide de ellos, que no les envíe gente para atenderles», añade.

Según su punto de vista, «el cura es como el médico. A la gente le gusta tenerlos cerca. Les mosquea que el médico venga de fuera, y lo mismo pasa con el sacerdote».

Aunque parezca un comentario simple, en realidad esconde el trasfondo de uno de los mayores problemas que han tenido que afrontar los obipos al reestructurar los arciprestazgos y las parroquias: cómo evitar que la figura del sacerdote se aleje de los pueblos a pesar de la inexistencia de nuevas vocaciones.

«El obispo de León tiene muy claro que los curas tenemos que estar en los pueblos y vivir en ellos para que la gente esté atendida. Yo aquí soy uno más. Si tengo que coger una pala para quitar nieve, la cojo. Tiene que ser así», afirma Eusebio.

Este párroco entiende que «hay que cambiar la manera de evangelizar» y asegura que «los feligreses tienen que sentir de vez en cuando la ausencia del sacerdote para valorarlo más». «Ante una nueva realidad, se necesita un nuevo espacio evangelizador. Había que volver a los orígenes, a cómo lo hicieron los primeros evangelizadores».

Para lo que está un sacerdote

Y qué hay de la fe. «¿Se ha sentido alguna vez como San Manuel Bueno Mártir?, ¿ha pasado esa estapa existencialista?», se le pregunta. A lo que contesta: «No, jamás. Además el cura no está para transmitir la fe, sino para ayudar a vivirla».

En cuanto a la crisis de vocaciones que padece la Iglesia católica, Eusebio tiene claro que «la fe se transmite en el entorno familiar, y las familias de hoy no viven la fe de manera que motive nuevas vocaciones sacerdotales».

Se siente un privilegiado porque le gusta la naturaleza y, sin duda, se encuentra en el espacio natural más privilegiado de toda la provincia leonesa. Allí lleva 15 años de los 21 que ha durado su vida sacerdotal, desde que en 1985 se ordenase junto a la quinta de los diez, conocida así por ser diez los nuevos sacerdotes que aportó ese año el seminario mayor de León.

Procesión, entierro, misas…

El sacerdote que viene a representar la situación del Obispado de Astorga es Ángel Vallejo. Es domingo y la actividad es frenética. Hay fiesta, entierro, celebración de la eucaristía… «Vamos buscando soluciones», explica al referirse al apoyo que se muestran los sacerdotes de esta diócesis para cubrir los servicios que otro no puede hacer.

Al salir de misa en Vega de Magaz sale disparado hacia Benamarías, donde hay misa con procesión. Acerca en coche a una feligresa. Hablan de la polémica frase del Papa Benedicto XVI que relaciona Mahoma y violencia. «Yo he rezado hoy por él», dice la mujer.

Al llegar a Benamarías, se encuentra con un debate de vecinos sobre el recorrido que debería seguir el cortejo procesional de la Virgen de las Angustias, puesto que el itinerario histórico es imposible de hacer a consecuencia de unas obras en el camino. «Yo siempre dejo que ellos decidan. Hay que dar protagonismo a la gente», dice con una amplia sonrisa. «En estos pueblos, además, los vecinos se implican mucho. No habrá ni 50 habitantes y han donado 12.000 euros para la restauración de la iglesia».

Eucaristía entre andamios

Ciertamente la parroquia de Benamarías y Vanidodes está patas arriba. Hay andamios, los retablos están amontonados en un rincón bajo plásticos para evitar daños que pudiera ocasionar la restauración del templo. Además, el techo está a medio arreglar y todo es improvisado. Sin embargo, la parroquia de San Juan Bautista está llena. Ángel Vallejo, que reside en Astorga, sólo tiene una queja: «Mira qué carreteras, nos tienen dejados de la mano de Dios».