Miles de ciudadanos, católicos o agnósticos, se muestran críticos ante la fastuosidad que rodea la próxima visita del Papa a Valencia. Es lógico que, frente a la amplificación mediática del evento, se agrupen en una plataforma que transmita sus planteamientos.
Calificar a este colectivo de peligroso o extremista es ejercer una forma de violencia inadmisible. Compararlo a una pandilla de gritones implica -efectivamente- una reducción… Concretamente, una reducción al absurdo.
Quienes atacan a esta plataforma ciudadana lo hacen en defensa de la auténtica familia. ¿A cuál de todas se refieren? El modelo familiar es tan antiguo como diverso, y ninguno de sus patrones ostenta patente de exclusividad.
Si la base de la familia es el amor, como defiende, entre otros, la Iglesia católica, poco importa lo demás. Si acaso, unas dosis de generosidad y de tolerancia, y una pizca de sentido común.
Pero hay quienes se empeñan en definir un único modelo familiar, patrimonio de una ideología excluyente, poco amorosa, poco generosa, poco inteligente. Y, frente a la crítica, practican la intolerancia.
Bien es cierto que, en los últimos tiempos, la crítica es una práctica arriesgada. El interés, en muchos casos, y la cobardía, en otros, nos atan las manos y nos colocan el incómodo manto del silencio. ¡Qué peligro!
El arzobispado, y algunas autoridades, acusa a TVE de abrir un informativo de la Comunidad Valenciana con la presentación de la plataforma Jo no t´Espere.
En primer lugar, pecan, porque mienten. Dicha noticia, de apenas 30 segundos, se emitió en mitad de ese espacio, y después de una exhaustiva pieza dedicada a otro de los eventos prepapales que dicho informativo cubre prácticamente a diario desde que comenzó el asunto.
En segundo lugar, no veo por qué dicha plataforma no se considera noticiable, cuando lo son la fabricación de obleas o de sillas para la misa, o la decoración bicolor de la ciudad.
Pero lo verdaderamente perverso es la tendencia generalizada de ciertas autoridades -divinas o humanas- a decidir qué asunto debe publicarse o emitirse a través de un medio de comunicación, y cuál no. Y la tendencia se convierte en moda.
Esta injerencia resulta muy grave. Y la sumisión de los cobardes, preocupante. Disentir, ya sea en el seno de la empresa, del Estado, e incluso de la familia, es un derecho de todos. El debate,enriquece las ideas. La crítica y la autocrítica son un camino abierto al progreso. Y una práctica muy sana. Lo demás es comulgar con ruedas de molino.
Un último apunte. En TVE, además de los informativos, existen programas muy dignos en los que se abordan temas actuales, como la emigración, de la mano de expertos cualificados o de testimonios personales muy valiosos. Es lamentable que el señor Amando de Miguel encuentre, en las Cortes Valencianas, foro a sus desatinos en esta materia.