BLÁZQUEZ RECLAMA A ETA QUE PIDA PERD?N

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Religión Digital

Para afianzar la esperanza de paz
Cuenta Lourdes López en El Correo que los obispos vascos parecen contemplar con un punto de inquietud el momento que atraviesa el proceso de paz, a tenor de los mensajes que pronunciaron ayer con motivo de la festividad de la Virgen los prelados de Bilbao y San Sebastián, Ricardo Blázquez y Juan María Uriarte.

Ambos instaron a mantener y asentar las esperanzas sobre el final de la violencia para combatir los tiempos «sombríos» y las «incertidumbres», un llamamiento que el presidente de la Conferencia Episcopal dirigió expresamente a ETA. Blázquez constató la expectativa suscitada por el alto el fuego permanente que decretó la banda hace casi cinco meses y aseguró que se «fortalecerá» si los terroristas reconocen «el mal que han causado» y tienen «el valor» de pedir perdón a sus víctimas. Menos explícito, Uriarte reclamó a «los principales responsables de la paz» que ofrezcan «signos positivos de distensión» para evitar que esa esperanza «se desmorone».

Las apelaciones del máximo responsable de la Iglesia española y del obispo donostiarra se producen en un contexto en el que el proceso de pacificación parece afrontar escollos como las serias reticencias de Batasuna a dar los pasos para legalizarse, y después de que ya se hayan expresado con cierta preocupación el prelado de Vitoria y José María Setién. Hace diez días, Miguel Asurmendi precisó que el final de la violencia no debe ser un objetivo «a cualquier precio» y advirtió de que la expectativa de paz «se va haciendo débil» por «las dificultades» surgidas tras el alto el fuego; un pronunciamiento que le reportó duras críticas del PSE. En cuanto a Setién, el obispo emérito de San Sebastián acaba de alertar de los riesgos de mezclar la paz y la normalización.

Ayer, Blázquez y Uriarte se refirieron a las inseguridades del proceso con distintas palabras y amplitud. El presidente de la Conferencia Episcopal, el más breve, señaló ante la feligresía y las autoridades locales que le escuchaban en la basílica de Begoña que los proyectos de paz son aquellos que «se fraguan cuando las personas superan la amargura y la maldad, el resentimiento y el odio», y éstos trocan en «serenidad, respeto, bondad y amor». Blázquez evidenció la «nueva esperanza» abierta por el alto el fuego -aunque sin «eliminar del todo los sentimientos de precaución y prudencia»- y fue aquí donde trasladó una petición expresa a ETA para que asuma el sufrimiento que ha provocado.

Según enfatizó, la expectativa de la sociedad se verá «ciertamente fortalecida si los terroristas» no sólo «reconocen el mal que han causado a las personas, a las familias y al pueblo», sino si tienen «el valor» de disculparse ante sus víctimas. El obispo de Bilbao situó así la exigencia del perdón en el epicentro de su mensaje, antes de confiar en que la esperanza de paz pervivirá, «por convicción y voluntad», pese a «las incertidumbres, inquietudes y confusiones».

«Momentos sombríos»

El llamamiento del responsable de la Iglesia española tuvo eco, ampliado, en la misa oficiada por el obispo de San Sebastián. Uriarte, mediador entre ETA y el Gobierno del PP en la tregua de 1998, advirtió de que la ciudadanía «necesita más que nunca mantener una ilusión «activa y paciente» para encarar «episodios desconcertantes y momentos sombríos». Por ello, reclamó a «los principales responsables de la paz» -en lo que sonó como una alusión implícita al Ejecutivo de Zapatero y a la izquierda abertzale – que protagonicen «signos positivos de distensión, de acercamiento mutuo, de diálogo auténtico y de flexibilidad en sus posiciones».

A su juicio, esa «grandeza de alma» debe servir para anteponer la paz «a los intereses partidarios», para atender a «todos los sufrimientos» y para reconocer «el pasado, pero sin quedar atrapados en él»; dos referencias que parecen dedicadas a los presos y a las víctimas. Uriarte dibujó un proceso «dificultoso y delicado», en el que surgen «provocaciones e intolerancias» que conducen a los ciudadanos a «la desmoralización y la perplejidad».
De ahí que sea preciso evitar su «multiplicación» para no caer en el «desengaño y el escepticismo», pasando «de la ilusión a la decepción». El obispo, que también apeló a la responsabilidad de la Prensa, incidió en que la Iglesia «no puede ni quiere» estar al margen de la paz y le atribuyó un papel fundamental en la reconciliación.