Después de la ceremonia en el ayuntamiento, todo el mundo: familia, amigos, se reúne en casa de los recién casados. Estamos de pie, un poco apretados, en el gran cuarto de estar.
Los novios, rodeados de sus hijos, valoran muchísimo esta bendición. Para ellos es un acontecimiento cargado de sentido. Por eso toman la palabra, no sólo para recordar su situación sino sobre todo para decir lo que tienen la intención de hacer en esta nueva etapa de su vida.
Su palabra tiene un tono de libertad. Cierto es que están en su casa y por tanto más a gusto que en una iglesia. Y, por encima de todo, me parece que su palabra viene cargada de su experiencia humana. Hablan con humildad y con conocimiento de causa.
Allí estamos todos para que todo salga bien en su boda.
Sobre una hoja que distribuyen, cantamos de corazón: “encontrar tu presencia en mi vida”.
Los esposos me presentan las alianzas, las bendigo y se la dan el uno al otro:
« Recibe esta alianza. Que sea el signo de nuestro amor y de nuestra fidelidad.»
Los presentes aplauden.
Las palabras de paz ponen fin a esta breve celebración:
« Que la paz habite en esta casa.
Que reine siempre entre vosotros. »
La fiesta sigue…