Colombia: 288.000 personas abandonaron sus hogares en 2004 como consecuencia de la violencia interna, más de 45.000 han sido asesinadas. Sierra Leona: arranca en Freetown el primer tribunal especial para juzgar las atrocidades cometidas en un país donde más de 200.000 personas murieron en 10 años de conflicto. Kosovo: el PNUD estima que la población civil tiene en su poder entre 330.000 y 460.000 armas; aproximadamente las dos terceras partes de los hogares tienen una.
De norte a sur, de este a oeste, de Columbine a Calcuta?? cada día millones de hombres, mujeres, niñas y niños viven bajo la amenaza de la violencia armada. Cada minuto uno de ellos muere asesinado. En las pantallas del cine, pero también en las de los informativos reales?? las armas están fuera de control y contribuyen de una manera decisiva a acentuar la pobreza y el sufrimiento de millones de personas en todo el mundo.
Nada menos que 640 millones de armas es el número que se estima existe a día de hoy, aumentando en 8 millones más cada año que pasa. Mientras los medios nos bombardean (perdón por la expresión) con la tensión nuclear y las armas de destrucción masiva, lo cierto es que las armas ligeras (las pistolas de toda la vida) son cada vez más dañinas y de efectos más indiscriminados para la población civil: muy baratas, fáciles de conseguir y de utilizar, duraderas (se estima que pueden tener una vida útil de más de 40 años) y extremadamente difíciles de controlar??
Probablemente, el caso del comercio de armas sea una de las muestras más sangrientas de hipocresía en la política internacional actual. ¿Cómo es posible si no que seamos capaces de controlar y numerar cada botella de vino ?gran reserva?? que viaja por el mundo y no haya manera de poner orden en el negocio de la destrucción? Tal vez porque tan sólo los cinco miembros permanentes del Consejo de Seguridad de la ONU ?Estados Unidos, Reino Unido, Francia, Rusia y China?son responsables del 88 por ciento de las exportaciones de armas convencionales de las que se tiene noticia. Mientras lees esta columna, más de mil empresas en casi 100 países están produciendo armas convencionales, munición y piezas. No es ningún secreto que buena parte de estas empresas tienen relaciones muy especiales con los gobiernos anteriores, y con muchos otros??Debido a estos intereses y a ?su estrecha relación con la seguridad nacional??, el comercio de armas no se parece a ningún otro: está rodeado por un espeso halo de secretismo, con muy pocas herramientas obligatorias y muchos vericuetos legales.
Este panorama puede empezar a cambiar muy pronto. A finales de junio se celebrará en Nueva York una conferencia de Naciones Unidas en las que se deberían aprobar unos principios globales que regulen el comercio internacional de armas. De momento 55 gobiernos de todo el mundo apoyan la necesidad de un mayor control, pero las resistencias aún son muy grandes, al igual que los intereses en juego. Lamentablemente, no se espera la visita de grandes personalidades internacionales y previsiblemente la reunión no acapare las portadas de los periódicos. Pero miles de personas se van a movilizar en más de 80 países para exigir a sus gobiernos que pongan fin a este comercio descontrolado. Lo que piden no es siquiera la prohibición de la fabricación o el uso de las armas; es apenas un mecanismo que prohíba la transferencia de armas y munición a los lugares donde haya motivos fundados para suponer que serán utilizados para cometer graves violaciones de los derechos humanos o del derecho internacional humanitario.
No dejemos que esta oportunidad pase desapercibida. Los intereses que están detrás del status quo son enormes, pero nosotros somos muchos más. Entra en www.armasbajocontrol.org y participa. Plántale cara a las armas.