Unos trabajadores sin papeles haitianos se reunieron en la acera ante la embajada. Cantan, danzan, toman la palabra, hacen oír incansablemente sus eslóganes. ¡Qué vitalidad! El tiempo pasa, pero no muestran ningún signo de fatiga.
Estos haitianos viven la misma situación que la inmensa mayoría de los 400 000 trabajadores sin papeles de Francia. Pagan sus impuestos, tasas y cotizaciones sociales sin poder beneficiarse de los derechos y prestaciones que les corresponden (jubilación, subsidio por desempleo, alojamiento social, servicios públicos??).
El Estado francés se embolsa alrededor de dos mil millones de euros por año. Cuando estos trabajadores son expulsados a su país de origen, se quedan sin recursos.
De rebote penalizan su país. Pues estos trabajadores sin papeles son incontestables actores del desarrollo económico y social de su país con el dinero que envían cada mes. El dinero enviado por los inmigrantes (con o sin papeles), supone tres veces la ayuda financiera de los gobiernos de los países ricos.
En Francia, son los consulados los que dan los salvoconductos necesarios para las expulsiones. Haciendo esto, se convierten en cómplices de este atraco y privan a su país de una ayuda indispensable.
El consulado de Haití recibe a una delegación. Hemos entrado ya en 7 consulados: Argelia, Burkina-Faso, Guinea, Madagascar, Malí, Mauritania y Senegal. Las autoridades reconocen que la expulsión de estos trabajadores es una injusticia. Algunos consulados ya no firman los salvoconductos.
El único medio de impedir este atraco inadmisible es el paro de las expulsiones y la regularización de todos los trabajadores sin papeles.