Las manifestaciones de la parte más dura de la Conferencia Episcopal, inmersa en un batalla de poder interno, pidiendo directamente a los católicos que se abstengan de votar al PSOE ?una manera cínica de apoyar al PP- ha producido hasta ahora un efecto contrario al que deseaban sus autores. La indignación por la actitud de la Iglesia ha sido general, con excepción del Partido Popular, que ha guardado un prudente silencio, consciente de que el apoyo de los obispos es un boomerang que se ha vuelto en contra de las intenciones con las que se formuló.
Las reacciones de rechazo al comunicado de los obispos han sido extraordinariamente firmes: en el PSOE y también en la sociedad civil se han alzado voces pidiendo que el próximo gobierno revise las condiciones privilegiadas de las que goza la Iglesia Católica en España. El presidente Rodríguez Zapatero ha tomado buena nota de la actitud de la cúpula de la Iglesia Católica y con prudencia ha anunciado una reflexión sobre este asunto.
Una vinculación tan expresa de los intereses de la Iglesia con el PP es el factor de movilización necesario para sacar a los votantes socialistas indecisos de sus casas. Los que no son entusiastas de Zapatero tienen a mano una inducción negativa para movilizar su voto: se trata de impedir que una derecha reaccionaria a la que apoya con tanto descaro la Iglesia de Rouco Varela pueda llegar al poder.
Las encuestas que se siguen conociendo coinciden en señalar una ligera pero muy difícil de alterar ventaja socialista. Una vez más se pone de manifiesto que la clave de las elecciones del 9 de marzo está en la movilización del electorado indeciso, que es fundamentalmente más cercano al PSOE.
Los estrategas de la campaña socialista se han dado cuenta del regalo que les han hecho los obispos españoles y están esgrimiendo la amenaza de un retroceso en la leyes de igualdad aprobadas en esta legislatura en el caso de que el PP llegase al Gobierno. A los obispos españoles, en esta ocasión, les ha salido el tiro por la culata.
