ZIMBABWE: FELIZ NAVIDAD, PARA UNOS POCOS

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Afrol News

En plena Navidad, las calles de la capital de Zimbabwe, Harare, están rebosantes de «retornados» que han vuelto a casa por Navidad y con afán de gastar. Pero para la mayoría de la población que no ha sido lo suficientemente afortunada como para encontrar trabajo fuera del país, la estación festiva será más de lo mismo: una lucha para sobrevivir.

Los retornados conducen con frecuencia coches elegantes, la mayoría con matrículas de Sudáfrica o Botswana y se jactan en restaurantes y bares de sus éxitos financieros en otros países.

Innocent Makwiramiti, un economista y antiguo director ejecutivo de la Cámara Nacional de Comercio de Zimbabwe, declara que, «teniendo en cuenta que ellos [los retornados] tienen divisas extranjeras, la vida les será mucho más barata durante las Navidades porque simplemente se dirigen al mercado negro y cambian la moneda a un alto interés».

Es poco probable que los retornados cambien su moneda extranjera al interés oficial de 250 dólares zimmbabuos por 1 dólar estadounidense usarán el mercado paralelo, donde el interés de cambio puede llegar a 3.300 (Z$) por 1 US$, aunque la influencia de los retornados habría forzado la rebaja del mercado paralelo en un 15% hasta ahora.

Los últimos ocho años, la economía de Zimbabwe ha estado en un punto crítico, caracterizada por la omnipresencia de la escasez, incluyendo la divisa extranjera, la comida, el agua limpia, el combustible y la energía. La base industrial ha disminuido más de un tercio, el índice de desempleo supera el 70% y la inflación merodea el 1.000% – la mayor del mundo ? lo que hace que la mayoría de los bienes, cuando están disponibles, estén fuera del alcance de la mayor parte de los ciudadanos.

El terrible desarrollo económico ha forzado a cerca de tres millones de ciudadanos a buscar trabajo fuera del país, la mayoría en las vecinas Sudáfrica y Botswana, mientras que otros han probado suerte aún más lejos en Gran Bretaña y EEUU, donde un número significativo trabaja en cualquier cosa para enviar dinero a sus familiares.

«Aquellos que están regresando son los que podrán disfrutar de sus vacaciones, mientras que la mayoría sufre», declaró Makwiramiti. Trymore Gama, de 34 años, un antiguo profesor de Harare ahora residente en Botswana. «No es fácil allí [en Botswana], y yo trabajo duro todo el año para ahorrar lo suficiente para volver a casa y relajarme con mis amigos y parientes».

No quiso confesar su ocupación en la capital de Botswana, Gaborone, pero estaba conduciendo un nuevo y lujoso sedan alemán, y declaró que había reservado habitaciones para su madre y dos hermanos jóvenes en uno de los hoteles de cinco estrellas de Victoria Falls, donde se uniría a ellos dos días antes de Navidad, «pero mientras tanto tengo que disfrutar de los frutos de mi sudor».

«También he conseguido traer muchas compras para mi gente en Mount Darwin, y puede que me comprometa la víspera de Año Nuevo» añadió Gama, quien dejó el país el día de su cumpleaños en 2003.

El periódico progubernamental ‘Herald’ citó a Dennis Chitsaka, principal representante de inmigración en Beitbridge, la principal frontera entre Sudáfrica y Zimbabwe, quien señaló que su departamento registraba más de 15.000 regresos diarios.

Lovemore Matombo, presidente del Congreso de Sindicatos de Zimbabwe, declaró a aquellos con un empleo formal en Zimbabwe, que esta Navidad sería la peor de los últimos años.

«Considerando el nivel al que los precios están aumentando y al entorno inflacionista en el que vivimos, estas vacaciones navideñas son unas fiestas sombrías para la mayoría de los trabajadores, que virtualmente no tienen dinero. La Navidad debería ser un tiempo de alegría, pero adonde quiera que voy veo caras largas mientras las personas reflexionan sobre lo que hacer para llevar pan a sus mesas», declaró Matombo.

El mes pasado, el Ministerio de Finanzas anunció en un nuevo presupuesto que los primeros 100.000 Z$ (400 US$) de extras de los trabajadores estarían libres de impuestos, pero Matombo apuntó que este gesto no supondrá una gran, o ninguna diferencia, porque la mayoría de los trabajadores reciben salarios muy por debajo de esa cifra.