Esta película de Philippe Lioret me ha conmovido. No se la pueden perder. El trabajo de los actores es soberbio. Parece un documental.
La historia transcurre en el Norte de Francia, en Calais. Los extranjeros sin papeles llegan tras un largo recorrido accidentado. Les queda un obstáculo, el más peligroso: atravesar el canal de la Mancha para desembarcar en Inglaterra. Mientras tanto, se pasan meses y meses a la espera, sufriendo un auténtico calvario.
Hace un año, unas personas de Calais, comprometidas con estos jóvenes sin papeles me habían invitado a estar allí dos días. Fue entonces cuando pude comprobar hasta qué punto eran inhumanas las condiciones impuestas a todos estos extranjeros: sobreviven.
La película describe la historia de un joven kurdo de 17 años que acaba de llegar a Calais. Como tantos otros, va a intentar encontrar a un pasafronteras, lanzarse a la aventura a bordo de un camión. Pero la policía lo descubre y lo detiene.
Este joven no se desanima. Por encima de todo, quiere encontrar a su amiga de la infancia en Inglaterra. Se aman y se llaman por teléfono cuando pueden. Así es como toma la decisión descabellada de cruzar la Mancha a nado.
El profesor de natación se sorprende de la tenacidad de su joven alumno y decide ayudarlo. Irá hasta darle cobijo y defenderlo. Así ocurre en Calais con los voluntarios de esas asociaciones que se ponen al servicio de los clandestinos sin temer ponerse fuera de la ley y ser molestados por la policía.
¡No me atrevo a desvelar el final trágico!
En la sala del cine sólo estábamos tres viendo esta película, pero tres los que fuimos interpelados.