Visita del papa a Mexico -- Emilia Robles-Proconcil

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Enviado a la página web de Redes Cristianas

Estimado/a amigo/a:
La visita del Papa a México ha tenido una extrema complejidad. Toda la complejidad de cualquier visita pastoral y de estado, unido a las vicisitudes y lacras que está sufriendo el pueblo mexicano, al tiempo que posee enormes riquezas humanas y comunitarias en su diversidad, no siempre reconocidas ni desarrolladas.
La visita está siendo extraordinariamente alabada por muchos medios de comunicación y sigue siendo analizada en profundidad por diversos grupos, como reflejo del impacto social que ha producido. En esta visita el Papa ha contemplado temas como el de la justicia social, la lucha contra la corrupción, la comunión con las familias de muertos y desaparecidos, el reconocimiento de las poblaciones indígenas, la inculturación de la liturgia, valores familiares y comunitarios, ministerios y servicios en la comunidad, etc; y, además, en el transcurso del viaje hacia México ha tenido lugar el emblemático encuentro en Cuba con el patriarca ortodoxo Kirill, que puede significar la ruptura de un impasse en el camino ecuménico y un acicate para el diálogo interreligioso.

No sólo han resultado significativas las palabas y los gestos del papa sino también los espacios y contextos. No es igual decir unas cosas en un lugar que en otro. Que el encuentro de Francisco y Kirill haya tenido lugar en Cuba tiene un significado especial. Hablar en Chiapas con los indígenas, en una determinada cárcel con los presos, en Ciudad Juárez con las mujeres, en Morelia con los niños??de determinados temas candentes, tiene una fuerza especial, que confiere mucho más poder a lo que se dice y conecta también con los corazones y con los compromisos de vida, no sólo con el raciocinio.

Otro elemento que le aporta fuerza y credibilidad a las palabras del papa es que ha criticado a la par las estructuras sociales y las eclesiásticas. Ha llamado a la conversión desde el evangelio, tanto a políticos como a obispos. Cuando la Iglesia defiende los derechos humanos y no muestra su coherencia con esta petición, pierde credibilidad. Pero no es el caso de Francisco, que quiere limpieza dentro y fuera.

Lo que atrae profundamente a algunos de este Papa es que es como si estuviéramos viendo de nuevo a Jesús en la época actual. En la Iglesia hay muchos profetas verdaderos, tal como en la antigüedad los había y todos ellos expresan el grito de Dios. Pero Francisco nos acerca de una forma especial al estilo de Jesús.

Y eso debería hacernos pensar que todo lo que admiramos en él, lo llevamos dentro como potencialidad de Cristo que habita en nosotros y que nos induce a ser y construir su Iglesia. Es decir, que con ayuda de la oración y con la gracia, podemos ir por la vida con esas actitudes, aunque ahora nos parezca imposible y aunque nuestros estilos o lenguajes sean diferentes.

Otras cosas son meramente anécdotas de la personalidad de este papa, que nos pueden hacer -muy legítimamente- más o menos gracia, regocijarnos, encantarnos, o extrañarnos, de acuerdo con nuestras formas culturales y nuestra idiosincrasia. Pero no es lo principal. Lo principal es esa semilla de Misericordia que vive en nosotros, que nos quedará el día en el que nuestro Francisco, al que Dios guarde, no ocupe el puesto que hoy tiene en la Iglesia.

Evidentemente, cada vez se hace más patente que hay gente que no quiere ser ni hacer la Iglesia que Francisco está expresando con su vida y con el ejercicio de su servicio. Recurren a la calumnia, al desprestigio, a la confusión y enarbolan valores absolutos, que poco tienen que ver con el Evangelio. Y esto pone de relieve los límites de la conciliaridad. Nosotros, que venimos defendiendo el diálogo constructivo y caritativo dentro de la Iglesia, con las otras confesiones, con la sociedad, en la familia, etc, reconocemos que no todo es conciliable. Lo importante es no tirar nunca la toalla fácilmente; y seguir mirando a los otros como hermanos con fe, esperanza y caridad, aunque haya conductas suyas que nos resulten moral y cristianamente inaceptables y denunciables.

De todos los testimonios que hemos leído sobre la visita de Francisco a México, hoy elegimos esta sencilla y detallada acción de gracias, de la que nos hacemos eco.

(Alejandra María Sosa Elízaga, SIAME).-

Querido Papa Francisco: Viniste como peregrino, misionero de misericordia y paz, y aunque tu misión continúa, tu visita ha terminado, y queremos agradecerte todo lo que nos das.
Gracias por estar tan feliz en nuestro país; por llegar a abrazarnos y dejarte abrazar.
Gracias, por salirte de la alfombra roja para ir a saludar a los que nadie suele notar.
Gracias por cada trayecto en que soportaste sonriente el viento frío, saludaste y bendijiste a la gente que aguardaba horas tan sólo para verte pasar.
Gracias por enseñarnos a orar por los que amamos, los que nos aman, los que no nos aman y los que nos hacen daño.
Gracias por ofrecer a nuestros dirigentes, la ayuda de la Iglesia en la difícil labor de edificar la civilización del amor.
Gracias por animar a cada pastor a reflejar la ternura del Señor.
Gracias por venirnos a recordar que a nadie debemos descartar.
Gracias por ponerte a los pies de nuestra Morenita, para encomendarnos e invitarnos a mirarla y a dejarnos mirar por Ella, para vencer nuestros dolores, miedos, desesperaciones y tristezas, y ser sus embajadores.
Gracias por recordar que tenemos la dignidad de ser hijos amados de Dios, nuestro Padre, cuyo nombre es Misericordia y preside amoroso nuestra historia.
Gracias por advertirnos y darnos fortaleza para resistir las tentaciones con las que el diablo, padre de la mentira pretende hacernos suyos: la riqueza de bienes no compartidos; la vanidad y el orgullo.
Gracias por enseñarnos a no dialogar con el demonio, porque nos gana, y que sólo la fuerza de la Palabra de Dios lo puede derrotar, así que sólo en Dios hemos de confiar.
Gracias por invitarnos a agradecer y mantener vivo en la memoria el paso de Dios por nuestra historia.
Gracias por pedirnos ‘primerear’ toda iniciativa que haga de nuestra bendita patria, una tierra de oportunidad.
Gracias por la ‘cariñoterapia’ que diste a nuestros niños, y por enseñarles el valor de agradecer, bendecir y ser bendecidos.
Gracias por valorar nuestros pueblos indígenas, denunciar las injusticias que han soportado, y abrirnos los ojos para reconocer a Jesús en todos nuestros hermanos.
Gracias por no dejarnos olvidar que cuidar nuestra tierra es nuestra responsabilidad.
Gracias por invitarnos a rezar, para que enfermos y ancianos puedan llevar su pedacito de la cruz de Cristo, con fortaleza y paz.
Gracias, por animarnos a ‘echarle ganas’, con la gracia del Espíritu Santo, para seguir apostando a la familia, soñar y construir una vida que tenga sabor a hogar.
Gracias por recordarnos que para defender a la familia, tus queridos mexicanos contamos con un ‘plus’: ¡que somos guadalupanos!
Gracias por enseñarnos a vivir rezando y rezar viviendo, y ante la injusticia, imitar el ejemplo de Tata Vasco: no caer en la tentación de la resignación, sino reaccionar con fe y compasión.
Gracias por tu ‘escuchoterapia’ con nuestros jóvenes, y tu humildad de tomar notas para poder dialogar.
Gracias por animarlos a valorarse y a buscar su riqueza por dentro, no por fuera, y alentarlos a caminar juntos y soñar juntos, de la mano de Jesús. Gracias por enseñarles que en el arte de ascender, el triunfo no está en no caer, sino en no permanecer caídos.
Gracias por enviarlos a ser fermento, sal, luz.
Gracias por llevar tu mensaje de misericordia a quienes han perdido la libertad, por invitarlos a no quedar presos del pasado, sino abrirse a la esperanza que les da el Resucitado.
Gracias por llamarnos a no perder la memoria de nuestra historia; edificar santuarios en cada familia y comunidad, saber dialogar en cada encuentro con los demás; no buscar nunca la utilidad económica por encima de la persona y su dignidad, y que cada uno esté dispuesto a perder algo para que todos podamos ganar.
Gracias por denunciar y consolar los sufrimientos de los hermanos migrantes.
Gracias por no dejarnos desanimar ante la violencia y corrupción, y por hacernos saber que estamos a tiempo de conversión.
Papa Francisco: Ya te vas, y te llevas en el alma lo mejor de México: la mirada misericordiosa de nuestra Madre Guadalupana, y nuestro amor sincero, alegre, ruidoso y fiestero. Santo Padre: ¡Gracias por todo! No nos olvidaremos de rezar por ti, y te decimos de todo corazón: nuestra casa es tu casa. ¡Vuelve pronto por aquí!

En este día, queremos recordar también a nuestro querido obispo Don Samuel, que tan buenos frutos ha dejado; y enviar desde aquí un gran saludo a nuestro buen amigo Don Raúl Vera, porque con ellos hemos compartido muchas esperanzas y hemos soñado este tiempo del kairos, en algunos encuentros en los que hemos coincidido. Ellos nos han ayudado a llegar hasta aquí.

Un abrazo fraterno
Emilia Robles