En la rueda de prensa que tuvo lugar en Paris, estuve al lado de un imán y de un amigo judío. Un símbolo que dice mejor que las palabras que el conflicto israelo-palestino no es de índole religiosa.
Participaré en esta marcha para que el pueblo palestino de Gaza no caiga en el olvido; una losa de silencio fue cayendo poco a poco sobre este país destruido por la agresión israelí. Durante el conflicto iniciado el 27 de diciembre de 2008, Gaza ocupó las primeras planas de la prensa internacional.
Hoy la política en Oriente Medio se está estancada y el plan de paz sigue en punto muerto. Pero los palestinos continúan sobreviviendo, con una dignidad y un coraje que nos llenan de admiración.
¿Cómo se puede olvidar que un millón y medio de personas están privadas de sus derechos fundamentales? Derecho al trabajo, a la educación, a los servicios de salud, a la libertad de circulación, al acceso al agua potable, a la electricidad?? ¿Cómo se puede aceptar un bloqueo que asfixia a toda una población? La banda de Gaza se ha convertido en una inmensa prisión a cielo abierto.
El umbral de pobreza afecta al 80% de la población. El desempleo alcanza al 60%. No menos de 900 prisioneros de la bande de Gaza están encarcelados en Israel. Los más jóvenes no han conocido más que un país ocupado, y familias diezmadas por la violencia.
Pasando por Egipto, intentaremos franquear las barreras de Rafah. Nos esperan. La población de Gaza sabrá que no es ni olvidada, ni abandonada. En este período de fiestas de fin de año, viviremos con ella un tiempo de fraternidad y de solidaridad.
La marcha por Gaza manifestará que la paz es posible y que es algo que está en nuestras manos. Une toma de conciencia colectiva está en marcha. ¿No está la esperanza, en parte, en la sociedad civil?
Vendremos numerosos a esta parte del mundo, donde se juega, sin duda, el porvenir de la humanidad.