Enviado a la página web de Redes Cristianas
Está uno tan acostumbrado a leer noticias importantes con el ceño fruncido que, cuando de repente te topas con una de esas que se consideran menores o anecdóticas, pero capaces de devolverte la luz al rostro, uno se alegra de haberse levantado ese día.
Viene esta introducción a cuento de la noticia que nos narra la historia de amistad entre Joao Pereira de Souza, un albañil jubilado que vive en una remota playa de Brasil, y un pingüino al que Joao llama Jingjing. Al parecer, la historia de este buen hombre y esta ave marina se remonta al año 2011 cuando Joao encontró al pequeño animal de la Patagonia posado sobre unas rocas y cubierto de petróleo en estado agonizante.
El señor Souza, que acogió y alimentó a Jingjing hasta su total recuperación, pensó que jamas lo volvería a ver; pero, para su sorpresa, Jingjing se presentó, unos días más tarde, en la misma playa donde fue socorrido y reconoció de inmediato y feliz a su salvador. Desde entonces, una vez al año, Jingjing, se une a otros pingüinos para migrar a la Patagonia para luego regresar a visitar a su amigo y salvador. ?Le quiero como a un hijo??, dice el señor Souza. Y, añade: ?Y creo que él también me quiere a mí?.
No me digan que no es enternecedor. A mí, entre tanta miseria humana, social y política que nos ahoga informativamente hablando, esta historia de amor y amistad me parece conmovedora. Estas cosas, maravillosamente sencillas, son las que nos hacen humanos y nos reconcilian con la naturaleza y, especialmente, con los animales, nuestros compañeros no tan lejanos de nosotros como pudiera parecer.
. Valladolid