Enviado a la página web de Redes Cristianas
Me han chocado profundamente las palabras hirientes, insultantes, llenas de desprecio y de pretendida, pero no demostrada, superioridad, con las que el gran profesor de ?tica, Fernando Savater, ha obsequiado a los votantes de Podemos. No me lo podía, ni quería, creer. Después he leído una líneas desgarradas, con motivo de la muerte de su esposa Sara Torres, en el año 2015, y, si aun así no he podido aceptarlas, -«las palabras hirientes»-, de buen grado, he llegado, por lo menos, a entenderlas.
«Lo peor es descubrir que nada se derrumba después de la hecatombe, que mañana habrá otro amanecer y sus ojos no estarán para gozarlo. Lo peor es ver que los días se dilatan en su ausencia, y que no hay dolor que pare el tiempo. Estamos condenados a vivir la pérdida. «El universo está acostumbrado a la muerte, los que no estamos acostumbrados somos nosotros»». Desgarrado por la muerte de la que muy pocos sabíamos fue la mujer de su vida, de la que demuestra estaba profundamente enamorado, es bastante comprensible que le viniera, como un dolor, la idea de cómo se pueden morir personas como Sara, si el mundo está lleno de personas que dan señales de valer muy poco, señales equívocas, claro. Por un lado me reconforta que un hombre tan intelectual y sesudo como Savater se dejara atrapar por una pasión tan amorosa, entrañable y sin fisuras.
Dicho lo cual, así como me reconforta ese lado romántico y amoroso del filósofo donostiarra, me deja perplejo, me inquieta y desconcierta, que con los grandes niveles que demuestra poseer en las vertientes más decisivas de la persona, como son la razón y el corazón, sea, al mismo tiempo, tan despectivo, tan desconsiderado y tan insultante. Y no con un puñado insignificante de ciudadanos, sino con cinco millones de seres humanos, que, para un gran profesor y filósofo de ?tica, solo pueden ser tan dignos y merecedores de respeto como él mismo.
Saco de este episodio, triste y desconcertante para mí, la lección de que todos tenemos que aprender, humildemente, a comportarnos democráticamente, que es el antídoto más eficaz contra la tentación, que cada vez se convierte más en tendencia, a sentirnos superiores, y a no dar ningún valor a las ideas diferentes de las nuestras. Algo, evidentemente, menos peligroso y determinante que el menosprecio a los que las profesan y proclaman, que es hasta donde ha llegado la expresión tan poco respetuosa y prepotente del profesor Fernando Savater.
Me he atrevido a calificar también de poco ética la hiriente expresión del profesor Savater. No hace falta llegar hasta la ?tica cristiana, que él deja de lado, y tiene todo el derecho del mundo, pues no piensa, ni escribe, ni enseña Teología, sino Filosofía, en la que no cabe, por lo menos directamente, referencia alguna revelada. Por eso aunque a cualquier persona sensible le llama la atención y le apasiona el «amaros unos a otros, como yo os he amado», del Evangelio, no es preciso llegar hasta esa cima. Basta con aceptar, y agradecer, que la Humanidad haya llegado, en nuestro tiempo, a descubrir, y proclamar, la indeclinable importancia de los derechos humanos, y tener conciencia de la dignidad y respeto que merece toda persona. También, las que votan a Podemos.