Testimonio desde Goma (R.D. del Congo) -- Covadonga y jóvenes novicias congoleñas

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Información Alternativa África Central

Aún es pronto para poder contaros gran cosa, pero sí que ya hemos hecho una primera visita al lugar donde están los desplazados y hemos vuelto a casa con el corazón encogido. Tener la experiencia de haber pasado tres años en Guinea Conakry con los refugiados de Liberia, no acostumbra ni los ojos ni el corazón a soportar la miseria en la que se encuentran aquí más de 60.000 personas que han decidido dejar todo lo suyo atrás y salir corriendo en busca de refugio, fuera de sus pueblos y en unas condiciones realmente indignas.

Hemos visitado cinco lugares, inmensas explanadas, y en todos se ha repetido el mismo panorama: pequeñas tiendas de plástico hacinadas. Estamos a unos 15 km de Goma, la ciudad en la que vivimos y en la que nos ha acogido el Servicio Jesuita para los Refugiados (JRS) durante estos cuatro meses en que, Matilde, Rita, Esperance y Nicole, junioras con las que he venido, siguen su preparación para los votos perpetuos, queriendo servir a la gente que sufre la guerra en su propio país.

Ellas, como yo, no son valientes, tienen miedo, pero han querido aceptar la propuesta y se han atrevido a decir que si. Aquí están afrontando un frío que les hace decir: ??Este pueblo debe estar muy cerca de Europa?? o sentirse realmente extranjeras, pues aquí se habla otra lengua y hemos hecho más de dos horas de vuelo desde Kinshasa para llegar a este lugar que si no fuera por la guerra, diría que es maravilloso. El verde del paisaje es todo un bálsamo para la vista.

Este equipo de JRS está formado por tres españoles lanzados a la locura de organizar programas educativos en escuelas y talleres para los desplazados. Todos mozos, así que todos contentos con la posibilidad de trabajar juntos. Gentilmente nos han cedido la casa que habitaban y estamos en ella como quien encuentra un oasis en el desierto… todo un contraste, pues en una de nuestras habitaciones cabrían varias familias de desplazados. Y si a nosotras nos parece que hace frío, algo se atraganta en mi cuerpo al pensar en la gente que hemos dejado en los campos. La temperatura baja hasta los 10 grados por la noche.

Hoy he visto un niño apuntarme con una pistola de juguete; una mujer mayor andando descalza sobre las rocas de lava (un volcán dejó todo arrasado hace seis años en la zona), otra mujer a la que habían timado y ha perdido el derecho a su ración de alimento para todo el mes, mucha gente que me decía que tenía hambre, un montón de niños que parecían no haberse cambiado de ropa desde que dejaron sus pueblos…

Ya vemos que las noticias vuelan y que en internet y hasta en los periódicos y la televisión están saliendo artículos sobre la situación de guerra del este de Congo (RDC). Creo que desde aquí podemos añadir lo que vemos y vivimos para que también tengáis la visión de quienes pisamos este suelo cada día. Lo más lamentable es que la presencia de soldados ruandeses en tierras del Kivu norte hace temblar a gran parte de la población y no ayuda por ahora a pensar en un retorno a corto plazo de la gente que vive en los campos o en situaciones más difíciles aun, escondidos en la selva, ya que permanecer en los poblados es un riesgo demasiado alto, especialmente para los jóvenes que no han dejado de ser reclutados por unos y otros. Sin embargo, el hecho de que las diferentes facciones rebeldes vayan integrándose en el ejército nacional de la RDC suena a proceso de paz.

Durante la semana pasada disfrutamos de varios días de formación con todo el equipo de JRS en un lugar de ensueño, a orillas del lago Kivu. Fue un gran regalo poder aprender y compartir con gente que apuesta por la vida, que lleva años sufriendo la guerra y luchando en este contexto de muerte y violencia. Hablamos de lo que supone acompañar, servir y defender a las personas desplazadas. Ellas, aún sin estar presentes en la sala, fueron las protagonistas de cuatro días en los que escuchamos testimonios que nos empujan a vencer miedos y limitaciones y a dar lo mejor de nosotras para aportar algo a este equipo de buena gente: los infatigables que no pierden la esperanza.

Gracias por estar tan pendientes de nosotras y también de ellos. Que llegue la paz, que no venza la desesperanza, que lleguen los apoyos materiales y humanos necesarios para sostenerlos, que quienes tienen en sus manos el destino de tantas vidas, sean capaces de ver más allá de sus intereses políticos y económicos… Que cada persona sea consciente de lo que puede dar de sí misma para parar todas las guerras que van robando la vida y el futuro de millones de personas.

No hay palabras suficientes para transmitiros las imágenes y los sentimientos que vivimos cada día. Sólo podemos enviaros algunas frases para haceros sentir a quienes estáis al otro lado, que recibimos vuestro cariño, vuestros mensajes, vuestro aliento. La mejor noticia será la paz y el día en que podamos comenzar a preparar el retorno. Liberia, Burundi, Angola…. han visto regresar a su gente. Necesitamos mantener la esperanza, la confianza y pedimos cada día que no nos falte el coraje y que sepamos llevar a cabo nuestra misión de acompañar, servir y defender a las personas desplazadas.