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SANTOS INOCENTES, PRIMERAS VÍCTIMAS.Xavier Pikaza

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Religión Digital

En el centro de Navidad ha situado la Iglesia la memoria de los Inocentes, unos niños/niñas (en adelante diré sólo niños) que, según Mt 2 murieron a causa de Jesús. Actualmente, en diversos países de cultura hispana, los inocentes de este día (28 del XII) suelen tomarse como personas ingenuas, a las que se pueden gastar bromas.

Pero Mateo les presenta como niños asesinados, víctimas de una sociedad (de un rey) que para mantenerse en el poder mata a los más inocentes. Ellos aparece así como el último eslabón de una cadena de violencia y terror del sistema organizado. Ellos, víctimas irracionales de la racionalidad política del sistema, han de estar en el centro de nuestra Navidad.

He querido evocar el tema con la imagen de familia de «Los santos inocentes» de Mario Camus (1984), a quien ofrezco mi homenaje. Ví su pelicula en Roma, el año 1985, en un cine de barrio/barrio, con unos amigos de Calabria. Al llegar el momento culminante, mis amigos, y después todo el cine, se levantaros y aplaudieron, celebrando el triundo de los inocentes. Les dije «pero eso es la España antigua, no Italia»… Me contestaron: «eso ha sido Calabria, eso es el mundo». El inocente de M. Camus logró matar a su verdugo y los italianos se alegraron. Pero la inmensa mayorìa de los inocentes de este mundo siguen muriendo, como los de Belén, este día. A ellos dedico, casi temblando, mi blog navideño, en esperanza y solidaridad.

1. Principio: el texto de los inocentes (Mt 2)

Según el texto (Mt 2) los Magos de Oriente han venido buscando a Jesús, Rey de los judíos, y le han ofrecido sus dones en Belén, ciudad de las promesas, marchando otra vez a sus tierras, sin dar cuanta al rey Herodes de aquello que han visto. Entonces, el rey, sobresaltado y lleno de miedo, temiendo la llegada de un competidor real, han mandado matar a los niños de la ciudad:

Herodes, al verse burlado por los magos, se enojó sobremanera y mandó matar a todos los niños varones en Belén y en todos sus alrededores, de dos años de edad para abajo, conforme al tiempo que había averiguado de los magos.
Entonces se cumplió lo dicho por medio del profeta Jeremías, diciendo:
Voz fue oída en Ramá; grande llanto y lamentación. Raquel lloraba por sus hijos, y no quería ser consolada, porque perecieron (Mt 2, 16-18).

Este pasaje y todo el capítulo segundo de Mateo (Mt 2), con la adoración de los pastores,la huida a Egipto y la vuelta a Galilea, puede entenderse como un midrash edificante, que interpreta la infancia de Jesús con motivos que recuerdan la infancia de Moisés (Ex 1-2) y el conjunto del libro del Éxodo. Mateo no cuenta aquí un hecho concreto de la infancia de Jesús (que no naciò en Belén, sino en Nazareth, como decíamos ayer), sino algo mucho más inquietante y universal: Los reyes y estados de este mundo, para mantener su poder (por cuestiones de «seguridad nacional»), han matado y siguen matando a los más inocentes.

Desde esa perspectiva, este relato no cuenta algo que pasó sólo una vez, en tiempos del mal Herodes, algo que ahora no sucede, sino algo totalmente contrario: Mateo 2, con el relato de la muerte de los inocentes, está contando nuestra historia, de occidentales y capitalista, que vivimos y crecemos (reinamos) dejando morir o matando a los niños de otras partes del mundo, porque pensamos (o dejamos que los polìticos y los economistas piensen) que, si esos niños de Belén (del mundo entero) crecieran y triunfaran, serían una amenaza para nuestro bienestar. Herodes no es un rey que pasó; nuestra misma sociedad se ha vuelto Herodes: sigue viviendo de la muerte de los inocentes. La muerte de millones de niños ha venido convertirse en garantía de nuestra prosperidad de reyes del mundo (de tiranos).

De esa forma, el evangelio de Mateo ha trazado, en el entorno del nacimiento y la infancia de Jesús, una de las “historias” más lúcidas sobre la violencia humana. Sin duda, en el fondo del relato hay un recuerdo de la historia de Herodes que, en los últimos años de su vida, enfermo de terrores, mandó matar a casi todos aquellos niños o mayores (en especial de su familia) que podían alzar algún tipo de amenaza en contra de su Trono. Pero Herodes no fue una excepciòn: el evangelio sabe que, para mantenerse en el poder, los tiranos e imperios de este han mundado matar a sus opositores (incluso a los niños).

Por mantener su reino, Herodes debe matar a sus posibles competidores,es decir, a todos los niños de Belén y de su entorno, suscitando así el llanto sin remedio de Raquel, la madre del viejo José, patriarca israelita (cf. Mt 2, 16-18). Mateo evoca de esa forma una historia bien conocida, que Flavio Josefo ha contado al detalle. Para liberarse de sus opositores, Herodes, de manera que se decia que era preferible ser un cerdo (hys) en su caso que un hijo (huios), porque un cerdo podía librarse más fácilmente de la muerte que un hijo. Esta es la tragedia que el evangelio han evocado escuchando en el entorno de Belén el lamento de la Madre Raquel que llora a sus ijos muertos. Entre esos niños muertos ha nacido Jesús. Ellos han sido sus primeros testigos, los primeros «santos» de su evangelio, «santos inocentes», millones y millones que mueren en el mundo como vìctimas de la violencia política, social e, incluso, religiosa. Herodes quiso matar a todos los niños “inocentes”, pero no logró matar a Jesús, el verdadero Mesías. Este hecho plantea una pregunta durísima a la historia de los hombres: ¿Por qué mueren los inocentes? ¿Por qué se salvó entonces Jesús?


2. Ampliación: Los niños inocentes de Belén

En sentido etimológico, inocente (in-noccens) es el que no puede dañar (nocere) a los demás. Esa palabra no evoca, por tanto, una virtud moral, un tipo de piedad personal, sino una condición humana. Inocentes son que no pueden hacer daño, sea por edad (niños), por condición mental (enajenados, locos) o por opresión social (los marginados y explotados: los condenados a trabajos formados, muchas prostitutas y pobres). En ese aspeclto, la inocencia es un tipo de impotencia.

En casi todos los códigos morales de los pueblos antiguos se traza el mandamiento supremo de “no dañar” a los inocentes, es decir, a los que no pueden dañar a los demás. Así recoge la Biblia en sus textos más antiguos (del Éxodo y del Deuteronomio) una ley que protege a los niños, viudas y extranjeros, protegiendo también, y defendiendo, a los ciegos y cojos, a los locos enfermos. A pesar de eso, desde los tiempos más antiguos, la humanidad triunfante ha elevado su poder matando a los inocentes.

El tema y sentido (sin-sentido) de la muerte de los inocentes constituye uno de los enigmas siniestros de la humanidad y así lo han recogido algunos de los textos fundamentales de la Biblia (por seguir en la línea de la cultura israelita). El “siervo de Dios” del Segundo Isaías (Is 41-55) es un inocente al que se mata precisamente por serlo, por ser partidario de la paz y no violencia. También resulta impresionante el relato de la persecución y muerte de los inocentes del libro de la Sabiduría (Sab 2).

En ese contexto se inscribe la muerte de los inocentes de Belén, que mueren en lugar de Jesús y con Jesús. Ciertamente, Jesús también era inocente y así subió a Jerusalén sin armas, siendo condenado a muerte como “políticamente peligroso”. Pero, a los ojos de sacerdotes y soldados de Roma, Jesús representaba un peligro, pues había proclamado un mensaje lleno de amenazas y podía “suscitar una revuelta” en el pueblo. Por eso, su muerte se entiende más fácilmente. Pero ¿estos niños?
Ciertamente, los niños de Belén de Mt 2 son inocentes pero, a los ojos del tirano de turno o del sistema ellos pueden acabar siendo un peligro, lo mismo que los niños hebreos de Egipto a quienes mandaba matar el faraón (según Ex 1-2) para que no crecieran, para que no pudieran ser un día una amenaza para el orden de Egipto. También Herodes mata a los niños porque pueden crecer y elevar una pretensión “regia” en contra de él.

3. Aplicación. Los inocentes actuales

Según la visión de Mt 2, Jesús no ha muerto aislado, sino que con él (y en el fondo por él) han muerto y siguen muriendo los “santos inocentes”. Ellos son las verdaderas víctimas que sostienen este mundo. Será bueno que en esta Navidad hagamos una lista de inocentes, es decir, de personas que no pueden dañar y que, sin embargo, de un modo o de otro, terminan siendo víctimas del sistema. Voy a evocar algunos casos, sin ofrecer, en modo alguno, una lista completa, limitándome a los niños:

Los que mueren (son matados) antes de nacer. No es fácil saber cuándo empieza a existir un nuevo ser humano, en el vientre de su madre. Sea cual fuere ese momento (en la concepción, a las primeras semanas, a los tres meses…), hay un momento en que el “embrión” es ser humano y matarle es matar a un inocente (con Jesús).

Los niños abandonadoss por su familia, niños de la calle, en los suburbios de las grandes ciudades del tercer mundo, víctimas de la desintegración familiar y de la pobreza, dentro de un mundo que no ofrece lugar para ellos.

Los niños crentes de cariño… Niños que son víctimas de una sociedad que no tiene tiempo para ellos, tiempo de familia, de cercanía personal, de cuidado directo… No hace falta matar, como se dice que hizo Herodes. Basta con introducir a los niños en nuestras neurosis de mayores para que ellos nazcan y crezcan en un clima de violencia e inseguridad que después condenamos en ellos

Los niños que mueren de hambre, en manos de madres o padres impotentes, dentro de un mundo donde el exceso de alimentos y riqueza de algunos condena a la muerte de hambre a millones de niños cada año.

Los niños de la guerra, directamente asesinados, abandonados, perdidos. Miles y miles de niños, millones de inocentes, víctimas de la prepotencia del poder de los nuevos herodes… Ciertamente, muchos políticos dirán que son simples “daños colaterales”. Para el evangelio, ellos son el centro de la historia, compañeros de Jesús.

Los niños, víctimas colaterales… La inmensa mayoría de los políticos y economistas dirán que los niños son «víctimas colaterales»; dirán, incluso, que están dispuestos a construir bombas inteligentes que no maten a los niño, sitemas econòmicos que respeten a los niños… Pero todo eso son mentiras. Donde se extiende la violencia y la opresiòn las primveas vístimas son los niños (y las mujeres)

Los niños del tráfico sexual, niños y niñas, condenados al comercio de las organizaciones mafiosas y al turbio placer de los pedófilos de cualquier signo. Ellos, los niños violentados de un modo sexual, ofrecen en la actualidad uno de los rostros negativos más hirientes de la Navidad. Ellos, los niños y niñas de Jesús

¿Otros niños inocentes condenados o assinddos….?. Dejo la lista abierta. Hoy podìa ser un día de reflexion sobre todos los niños y niñas que sufren con Jesús: la santa inocencia de Cristo…

4. Dos preguntas, dos caminos

Quiero empezar diciendo de antemano que no tenemos respuesta: no sabemos por qué hay sufrimiento; no sabemos tampoco por qué la violencia se extiende de esa forma a los niños inocentes. ¿Por qué ha permitido y permite Dios todo esto? ¿Por qué se ha salvado Jesús y han muerto por él los inocentes de Belén? No tengo respuestas, pero puedo y quiero evocar dos caminos:

1. Dios se ha “arriesgado a crear este mundo” y por eso debe tener un sentido, a pesar del sufrimiento de los inocentes. De todas maneras, las preguntas de Dostoievsky (diálogo de El Gran Inquisidor, de los Hermanos Karamazov) y las protestas de Albert Camus (La Peste) siguen estando ahí, sin respuesta teórica. Tampoco tiene respuesta teóricas la muerte de los niños inocentes judíos en la masacre del Holocausto.
2. Jesús, que parece haber empezado librándose de la muerte en Belén, ha muerto por todos y con todos. Según este evangelio (y conforme a la liturgia de la iglesia católica) todos los niños y los inocentes del mundo (muertos en su inocencia, asesinados o no), son “santos”: participan de la vida de Jesús. Carece de sentido “canonizar” a un niño inocente, sería un sarcasmo. El niño (el inocente) es santo porque hay Cristo y porque Cristo ha muerte con todos, por todos… más aún, porque los inocentes han muerto (en Belén) y siguen muriendo en todo el mundo “por Cristo”.

Con esto no respondo, pero dejo abierto un camino en el que puede y debe incluirse el tema de todas las “víctimas” (niños o mayores), a la luz del evangelio. Desde el principio de su historia, Jesús aparece asi, en Mt 2, desde la perspectiva de las víctimas. Pero con esto entramos en un tema que hoy dejamos simplemente evocado. Con esto termina el tema. Lo que sigue es un excursus para curiosos

5. Excursus para curiosos. Los inocentes de Valencia

Como he dicho al principio, para mi abuela (y para otros muchos cristianos antiguos) inocentes era ante todo los locos, privilegiados de Dios y con los locos otros desamparados, víctimas de la sociedad. El mayor de todos los pecados era dañar a los locos, oprimir a los indefensos. Desde ese fondo quiero evocar la historia de los inocentes de Valencia. Por inspiración de un sermón que P. Juan Gilabert, un misioneero y redentor mercedario, pronuncio el dia 19 de febrero de 1409, después de haber visto como unos jóvenes herían y humillaban a nos «inocentros» (locos) la ciudad de Valencia fundó un hospital para acoger y cuidad inocentes y desamparados (el primer sanatonio psiquiátrico de Europa). Así dice el acta fundacional:

“Hay en esta ciudad muchas obras piadosas, caritativas y de gran provecho para los pobres; pero falta una que es de suma necesidad: es decir, un Hospital o Casa en donde los pobres inocentes y enajenados fuesen acogidos. Pues muchos pobres inocentes van por esta ciudad pasando grandes necesida¬des de hambre, frío y malos tratamientos; por tal razón y como por su estado no saben ganar ni pedir lo que necesitan para el sustento, duermen por las calles y perecen de hambre y de frío. Y hay personas tan sin Dios ni conciencia que los maltratan y ofenden y especialmente si los encuentran dormidos los hieren, matan algunos y si son mujeres inocentes sucede que abusan de ellas. Asimismo, los pobres locos andando por la ciudad dañan a muchas personas y esto lo conoce bien toda la ciudad. Por lo cual sería muy santo y muy bueno que en Valencia se hiciese una habitación y Hospital en el cual los dichos locos inocentes estuviesen recogidos, de modo que no tuviesen que andar por la ciudad haciendo y recibiendo daño. Llibre de Constitutiones… en favor del Espital de Valencia, fol 1).

En este contexto, el P. Gilabert y los valencianos de aquel tiempo, pusieron de relieve la relación entre los inocentes y los “locos”, como yo mismo destaqué en un blog de «Atrio de la Iglesia», con ocasiòn de la visita del Papa a Valencia, en verano de esta año (2006). Allí hablaba de la Virgen de los Desamparats, es decir, de los inocentes y locos.

– Los locos son inocentes y como tales no pueden hacer daño voluntario. No son endemoniados en el sentido de malditos; no son abandonados de Dios, ni perversos. El P. Gilabert les ha visto antes que nada como enfermos y oprimidos, necesitados del cuidado de los otros.
– Los locos son necesitados en plano laboral, pues no pueden ganar (trabajar) ni pedir de un modo organizado. Eso significa que son los últimos de la sociedad: vienen después de los mismos mendicantes o pobres que están necesitados pero, al menos, saben hablar y pedir, buscando un sustento. Los locos no poseen ni siquiera la palabra para reivindicar sus derechos.
– Los locos son necesitados en plano familiar: el texto supone que no tienen hogar, familia que les acoja, casa donde puedan cobijarse, al abrigo de las inclemencias del tiempo (frío) y de de la violencia de los pretendidos sanos.

Estos locos no son inocentes en sentido moral, son simplemente necesitados, como los expulsados sociales, como los emigrantes sin familia, como los niños abandonados de la actualidad. Ellos los “desamparats”, sin familia, son la familia de Cristo, hoy como entonces´. Precisamente estos locos, incapaces de libertad y responsabilidad, hombres y mujeres que no tienen ni siquiera la conciencia de su propia padecimiento personal, estos «inocentes» son a los ojos del P. Gilabert los representantes de Dios y han de ser los privilegiados de la sociedad. La misma existencia de estos inocentes abre una especie de juicio de Dios en el centro de la sociedad y ciudad de Valencia (en medio de la iglesia, en el centro del mundo). Ellos son para los buenos valencianos del 1409 el verdadero sacramento de Dios, la señal de su presencia.

En este contexto se sitúan las tres reacciones de la ciudad de Valencia ante los “desamparats” el año 1409/1410 (y el 2006).

(1) La primera reacción es el miedo: es arriesgado encontrarse con un loco por la calle pues los locos, andando libres por la ciudad, pueden dañar a muchas personas. Tenemos miedo de los que no son de “buena familia”, de los emigrantes, de los rechazados sociales.
(2) El mismo miedo se puede convertir sadismo y violencia: hay personas tan malvadas y sin Dios que se atreven a herir, violar o matar a los dementes. A los ojos del P. Gilabert, este era (y sigue siendo) la suma perversión del ser humano: aprovecharse de los débiles para maltratarles o ignorarles.
(3) La respuesta cristiana, trazada con toda nitidez por el P. Gilabert, es la de una caridad sensible, responsable, creadora: acoger a los locos y desamparados y darles un lugar de «habitación» humana, una casa de “cura”, una familia, un trabajo.

6. Conclusiòn

He querido citar el ejemplo de Valencia en el año 1409…, con la construcciòn de un hospital para los «inocentes» ¿Què podemos hacer hoy? ¿Qué tipo de cambios habrá que realizar para que dejen de morir los niños inocentes, para que dejen de sufrir los locs inocentes? Evidentemente, debe cambiar el sistema capitalista muncial que mata a millones de inocentes cada año y deben cambiar tambièn las organizaciones terroristas (grandes o pequeñas) que asesinan también a miles de personas.
Evidentemente, no tengo respuestas concretas… pero la celebraciòn de este día de los «inocentes» de Jesús nos permitirá situarnos mejor ante el tema.

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