Tony, un voluntario italiano, pasó unas semanas en Buenos Aires y Tucuman visitando grupos de jóvenes que se preparan a participar en las Jornadas de Reconciliación de Cochabamba. Diez mil kilómetros para llegar a Argentina me parecían demasiados. Pero han sido sólo el inicio de mi recorrido por esa inmensa tierra. Fui acogido como un amigo de vieja data: En Buenos Aires por Rodrigo y toda su familia y en Tucumán por Guadalupe, Franco, Martín y Esteban, todos me hicieron sentir muy rápido como en casa. Fue un verdadero signo poder encontrarme con tantas personas y tantas realidades de la Iglesia que se hacen las mismas preguntas que uno.
Rezar con los cantos de Taizé en la otra parte del mundo creó como una especie de unión espiritual entre los dos continentes. Dejarse interrogar por la Carta de Taizé, significó hablar de la paz entre los pueblos, pero sobre todo hablar de justicia y de amor hacia el que es más pobre.
En Argentina encontré mucha fe, una fe verdadera, una fe del corazón. Me encontré con muchos rostros de Cristo, en especial en la simplicidad de la vida que deja nacer repentinamente una amistad clara, que no tiene necesidad de promesas ni de discursos.
Me encontré con el calor de la fe de un pueblo que participa en la creación con la fuerza de su afecto.
Con Guada, Franco, Martín y Esteban fui, por algunos días, a la misión de Villa Vieja. Creo que la experiencia de misión permanecerá como uno de esos momentos fundamentales de mi vida porque he comprendido algo más de mi fe.
EL encuentro con el más pobre, es como ir a lo esencial de los hombres, sin mascara. Es un encuentro que llega directo al corazón porque es acoger y ser acogidos como uno es, sin otras preguntas.
Compartir con quien tiene muy poco para vivir te hace interrogarte sobre tu estilo de vida y te habla, sin palabras, de la pobreza del Evangelio. Es un encuentro que transforma tu vida porque todos estos amigos ahora tienen un nombre.
Si Dios al final de un viaje te lleva a una tierra de pobreza, es porque quiere mostrarte su cara en el rostro de los pobres. Esto es un signo muy profundo que uno no puede olvidar.
Ahora se me cruzan por delante los rostros, las sonrisas de todos lo que he encontrado. Espero que ellos, que sus grupos y que sus comunidades puedan encontrarse en Cochabamba. Tengo un pequeño miedo: el tema económico, porque el viaje es muy largo y por ende no es muy barato. Pero los chicos están trabajando muy bien para encontrar algo más económico.
Haciendo la experiencia de encontrarse y de rezar juntos pasamos de ser extraños a ser amigos: encontramos un nombre, un rostro, una sonrisa?? ¡Y para mi esta es ya el comienzo de la paz!