En un momento en el que las instituciones de la Iglesia están más volcadas que nunca para paliar, en lo posible, la dureza de la crisis económica que nos azota, y con una reforma laboral que amenaza con dejar en la calle a mucha más gente de la que todavía hay, con los comedores sociales atestados, con Cáritas denunciando una y otra vez la injusticia de un sistema que carece de justicia y solidaridad para con los más necesitados, el cardenal de Madrid y presidente de la Conferencia Episcopal, Antonio María Rouco, que por cierto no ha dicho una sola palabra en favor de los parados, de los que sufren la pobreza y la exclusión social, las víctimas reales de esta crisis, no ha tenido otra ocurrencia que ordenar la desautorización de un texto de HOAC y JOC en la que se critica dicha reforma laboral.
Da pena, asco e impotencia observar cómo el hombre más poderoso de la Iglesia católica española muestra a las claras que sus preferencias no están en el Evangelio, sino con los poderosos. Que no se mancha las manos junto a los que sufren, sino que únicamente defiende sus propios intereses. Resulta realmente indecente, aunque con este tipo de actitudes Rouco vuelve a cubrirse de gloria y se retrata.
Menos mal que son muchos los seguidores de Jesús que, pese a muchos de sus pastores, continúan luchando por un mundo más justo, por recoger de las orillas al hermano caído, por demostrar que la solidaridad, que el mensaje del Evangelio puede seguir cumpliéndose en la mirada del otro, en el amor sufriente del otro, en la «Cuaresma» del otro. La esperanza, por fortuna, no está en Rouco, sino en quienes se vuelcan por los demás.
Dan ganas de salir a la calle y manifestarse, no tanto contra la reforma laboral (que también), sino contra estos personajes, de un signo y de otro, que vuelven la mirada ante el sufrimiento de los demás. Contra los que tratan de utilizar una fecha tan señalada como la del 11-M (no habrá otro día para reivindicar), y contra los que, como Antonio María Rouco Varela, no sólo se apartan, sino que prohíben, que los cristianos puedan hacer oir su voz contra la injusticia.
Uno se pregunta qué haría el cardenal de Madrid si se encontrara con Jesús en la calle. Si es que el cardenal de Madrid se bajara del coche y caminara en algún momento entre la sociedad en la que se supone que ha de vivir y pastorear. Seguramente no sólo le daría de lado, sino que muy probablemente, por lo visto, prohibiría a sus fieles que lo acogieran o fueran a escucharle.
En fin, mordámonos la lengua.
baronrampante@hotmail.es