No se repitió la escena del pasado año, cuando el estrado de una celebración litúrgica se convirtió en un mitin político a dos meses de las elecciones generales.
En esta ocasión, las decenas de miles de asistentes a la misa organizada por el cardenal Rouco en la madrileña plaza de Colón (bastantes menos que en la edición anterior) no tuvieron que escuchar que «los gobiernos ateos y laicos pretenden destruir la familia» o que buscan «la disolución de la democracia».
En mitad de un intenso frío y bajo un cartel que rezaba «El futuro de la humanidad pasa por la familia cristiana», el presidente del Episcopado acabó por cumplir las recomendaciones expresas de Benedicto XVI y evitó cualquier tipo de confrontación política con el Gobierno socialista.
El Papa hizo llamar hace dos semanas a Rouco a Roma para conocer, de primera mano, las implicaciones e intenciones del acto de ayer.
Como anuncio Público, el resultado de la jornada de ayer marcará el futuro de las relaciones Iglesia-Gobierno en España, apenas a unos días de que se cumplan 30 años de los Acuerdos entre España y el Vaticano y en plena reforma de la Ley de Libertad Religiosa.
Una vez más, la finezza de la Santa Sede pudo más que los deseos de una sensible parte del Episcopado español que, comandada por el cardenal de Madrid, apostaba por una mayor beligerancia con el Gobierno Zapatero.
Proponer frente a imponer
Esta vez, el tono utilizado fue bastante más suave y siempre dejando claro que se trataba de «proponer, no de imponer». Ni siquiera el iniciador del Camino Neocatecumenal, Kiko Argüello -uno de los más beligerantes en el acto del pasado año-, se salió del papel en una ceremonia eminentemente pastoral.
«El objetivo de este acto es rezar por las familias de España» En su breve intervención, el líder de los kikos se limitó a destacar que «el objetivo de este acto es rezar por las familias de España, de Europa y del mundo», y aseguró que el Papa les había animado a «dar testimonio público de fe».
En las peticiones de los fieles, se rogó «por los gobernantes para que acierten con las leyes» que afectan a las familias y para que hagan posible que «la educación sea fuente de la verdadera igualdad de oportunidades».
Por su parte, el conductor de la ceremonia, Antonio María Rouco, únicamente elevó el tono a la hora de denunciar la «sobrecogedora crueldad del aborto, una de las lacras más terribles de nuestro tiempo, tan orgulloso de sí mismo y de su progreso».
En pleno debate en el Congreso sobre la ampliación de la Ley de Despenalización de la Interrupción Voluntaria del Embarazo, el presidente de los obispos añadió que «estremece el hecho y el número de los que son sacrificados».
Las víctimas del aborto son, en opinión del cardenal Rouco Varela, «los nuevos santos inocentes de la actualidad», víctimas de una «cultura del relativismo egoísta, del interés y de la competencia del todos contra todos, y de una cultura de la muerte» que, para el cardenal, «son muy poderosas». Las palabras del purpurado fueron recibidas con un sonoro aplauso de los fieles asistentes.
Conexión fallida con el Papa
Con anterioridad al comienzo de la ceremonia, Benedicto XVI dirigió desde Roma un mensaje a los participantes en la misa de Madrid, que por un problema técnico no pudo ser escuchado en la plaza de Colón.
Sin ninguna referencia expresa a la situación que se vive en España, el Papa animó a los presentes a «trabajar con fortaleza y esperanza» en favor de la familia.
«Con el gozo de vuestro compartir todo en el amor, daréis al mundo un hermoso testimonio de lo importante que es la familia para el ser humano y la sociedad», concluyó el pontífice.