Y apostará por su continuidad al frente del episcopado
El 8 de marzo de 2005, y por muy estrecho margen, el obispo de Bilbao, Ricardo Blázquez, resultaba elegido presidente de la Conferencia Episcopal en sustitución del cardenal de Madrid, Antonio María Rouco Varela. Se trató de una elección contra pronóstico, toda vez que en los mentideros eclesiásticos se daba por hecha la reelección del cardenal Rouco.
Sin embargo, el purpurado se quedó a un solo voto de alcanzar los dos tercios requeridos, siendo apartado de la carrera electoral. Finalmente, y por 40 votos contra 37 del arzobispo de Toledo, Antonio Cañizares, Blázquez era designado líder de la Casa de la Iglesia. En posterior votación, Cañizares se quedaba con la vicepresidencia.
La situación en aquellos días distaba de ser la ideal para un relevo apacible: a las incontables trifulcas -todavía hoy presentes- entre el Gobierno y la Iglesia a cuenta de la clase de Religión, los matrimonios gay y la financiación, se sumaba el delicado estado de salud de Juan Pablo II, quien fallecería un mes después.
Blázquez parecía un «líder de paja», según afirmó en su momento un alto responsable de la Conferencia Episcopal. Desde entornos no precisamente cercanos a la Iglesia católica española, además, se hablaba de una «profunda división» en el Episcopado, entre quienes apostaban por el diálogo (Blázquez y el cardenal de Sevilla, Carlos Amigo), y quienes «buscan la confrontación» (Rouco y Cañizares -posteriormente nombrado cardenal-, según fuentes cercanas al Gobierno).
Blázquez toma el mando
Año y medio después, las aguas parecen haberse calmado. Con el tiempo, y con el apoyo del Vaticano, Ricardo Blázquez ha sabido «hacerse notar» y, como comentan fuentes episcopales, «ya manda en la Casa de la Iglesia». El primer punto de inflexión vino en noviembre, con motivo de la manifestación contra la LOE, en la que participaron varios obispos.
Tras la misma, la Conferencia Episcopal tuvo que reconocer la existencia de contactos con el Ejecutivo socialista -adelantada por ABC- que estuvieron a punto de fructificar en un acuerdo en materia educativa.
La propia vicepresidenta del Gobierno, María Teresa Fernández de la Vega (encargada por Zapatero de las relaciones con la Iglesia tanto en Roma como en Madrid), revelaba varias reuniones con el obispo de Bilbao, y le apuntaba como «el hombre» con quien habría que dialogar.
La visita de Benedicto XVI a España marcó, sin lugar a dudas, el punto de inflexión en el liderazgo de la Iglesia española. En su discurso a los obispos en la catedral de Valencia, el Papa instaba a los prelados a «mantener y acrecentar vuestra comunión fraterna». Responsables vaticanos afirmaron durante dicho viaje que el Papa «valora» el «nuevo estilo» protagonizado por Blázquez, lejos de la confrontación de épocas no tan lejanas.
A mitad de su mandato, responsables de la Curia vaticana, en conversación con este diario, han indicado que «el Papa está muy pendiente de lo que sucede en España, y muy de acuerdo con el trabajo realizado» por el obispo de Bilbao desde que está al frente del Episcopado. Esas mismas fuentes señalaron su confianza en que Blázquez resulte reelegido cuando, en marzo de 2008, se produzcan nuevas elecciones en la Casa de la Iglesia. Las siguientes son algunas de las claves para entender el futuro de la Iglesia española.
Conferencia Episcopal
El Papa, por el tándem Blázquez-Cañizares
«Blázquez es el hombre del consenso, del diálogo, la «cara amable». El cardenal Cañizares, sin embargo, simboliza la fuerza y los «límites», allí donde la Iglesia no va a transigir». Desde la Curia se apuesta por la continuidad del tándem formado por el obispo de Bilbao y el cardenal de Toledo.
Ambos son los personajes elegidos por Benedicto XVI para llevar el rumbo de la Iglesia española en los próximos años, sin desdeñar la labor de los cardenales de Madrid y Sevilla, así como la promoción de otras «figuras emergentes» en el Episcopado, casos del actual arzobispo de Oviedo, Carlos Osoro, y su auxiliar, Raúl Berzosa.
Del mismo modo, el Papa cuenta, y mucho, con el arzobispo de Barcelona, Lluís Martínez Sistach, a quien recientemente designó como miembro del Tribunal Supremo de la Signatura Apostólica, el máximo órgano jurídico de la Santa Sede y encargado de dirimir toda clase de litigios de orden eclesiástico. Y quien, apuntan desde Roma, podría convertirse en cardenal en el próximo Consistorio.
Santa Sede
El efecto de los cambios en la Curia
Este fin de semana, Benedicto XVI hizo efectivo el nombramiento de Tarcisio Bertone como secretario de Estado, en sustitución de Angelo Sodano, en lo que parece el inicio de una profunda reestructuración en la Curia vaticana. En la actualidad, la presencia de españoles en los más altos cargos de la Santa Sede se reduce al cardenal Eduardo Martínez Somalo (actual camarlengo) y a Julián Herranz (responsable del Pontificio Consejo para la Interpretación de los Textos Legislativos). Ambos ya han entrado en la edad canónica de jubilación.
En este punto, se han barajado varios nombres para mantener la representación española en la Curia. El más sonado es el del cardenal Rouco Varela, quien en los últimos meses ha viajado con bastante frecuencia a la Ciudad Eterna. Según han confirmado a este diario fuentes oficiales de la Conferencia Episcopal, Benedicto XVI habría ofrecido a Rouco la presidencia de la Congregación para el Clero, actualmente presidida por el cardenal colombiano Darío Castrillón. Sin embargo, el cardenal de Madrid «ha desestimado, hasta en dos ocasiones», dicha posibilidad.
Este periódico se puso en contacto con el Arzobispado de Madrid, desde donde responsables de la diócesis afirmaron con rotundidad que «el señor cardenal permanecerá en Madrid hasta que se jubile». Entre las razones para esta negativa se encuentran dos: en primer lugar, la designación de Madrid como sede de la Jornada Mundial de la Juventud de 2011 (que se hará oficial en agosto de 2008), y el deseo del cardenal de no dejar Madrid a no ser que fuera para dirigir una congregación de mayor peso. Fuentes eclesiales apuntan a la de Obispos.
Se da la circunstancia de que Rouco Varela cumplirá 77 años en 2011. Un obispo debe presentar su renuncia al cumplir los 75, pero existe una norma no escrita que, en la práctica, da al menos dos años más a los cardenales. «Sería su retiro dorado», afirman desde la Conferencia Episcopal.
La segunda opción llevaría a Cañizares a Roma. Se trata de una posibilidad que se ha valorado en las últimas semanas, si bien Benedicto XVI, como ya se ha comentado, prefiere la presencia del cardenal de Toledo en España, ejerciendo de contrapeso a la misión de Blázquez. Personas cercanas al primado, además, asumen que «el cardenal sólo se iría si le nombran responsable de Doctrina de la Fe», algo improbable toda vez que el actual responsable, William Levada, fue nombrado hace apenas un año.
La «sorpresa» vendría con la designación del arzobispo de Barcelona. LluísMartínez Sistach podría, según algunas fuentes, sustituir a Julián Herranz al mando del Pontificio Consejo para la Interpretación de los Textos Legislativos, órgano del que forma parte desde hace años. La reciente designación de Sistach como uno de los jueces supremos del Alto Tribunal vaticano alimenta esta posibilidad, que dejaría la diócesis de Barcelona en manos del actual obispo de Tarrasa, José Ángel Saiz Meneses, o bien del arzobispo de Tarragona, Jaume Pujol
Diócesis
Un complejo cambio de cromos
En este momento, el Nuncio de Su Santidad en España, Manuel Monteiro de Castro, tiene en su mesa varios nombramientos episcopales, que podrían determinar una profunda modificación en el actual mapa de la Iglesia en España. Los cambios podrían afectar a una docena de sedes episcopales. En todos ellos aparece la figura de Ricardo Blázquez, a quien se quiere promover a una sede episcopal más relevante (y menos compleja) que la de Bilbao.
Únicamente por cuestiones de edad, se debe resolver el retiro de los arzobispos de Pamplona (Fernando Sebastián) y Valencia (Agustín García-Gasco), así como del obispo de Málaga, Antonio Dorado. Fuentes episcopales han señalado que la sede andaluza podría ser el destino de Blázquez, quien se prepararía de este modo para suceder, en el plazo de cinco años, al cardenal de Sevilla, Carlos Amigo.
La siguiente opción vendría con la retirada de García-Gasco y el nombramiento del arzobispo de Oviedo, Carlos Osoro, como prelado levantino, lo cual podría llevar a Blázquez a Asturias. Menos probable sería el traslado del obispo a Pamplona, sede con las mismas dificultades políticas que Bilbao.
Las «quinielas» que se están elaborando en el palacio de la Nunciatura también tienen en cuenta los hipotéticos traslados de Rouco o Cañizares a Roma. En ambos casos, Blázquez pasaría a ocupar la sede primada (si Rouco va a la Curia, Cañizares sería designado arzobispo de Madrid). En todo caso, parece que estas decisiones no se demorarán demasiado. No hay que olvidar que Monteiro de Castro lleva más de seis años como embajador de la Santa Sede en nuestro país, y cada vez son mayores los rumores que lo sitúan lejos de nuestras fronteras, bien en Francia, bien en la propia Curia vaticana.