Hacia Febrero del año 2000, participando juntos en una cátedra del Seminario Presbiteriano de México, a la que fuimos invitados para exponer sobre la pentecostalidad, le pregunté: Richard, ¿ por qué un teólogo de la talla de RICHARD SHAULL, teólogo de la liberación latinoamericana, debía preocuparse por los pentecostales hacia el final de sus días?
?Porque los pentecostales representan a mi juicio, a los sectores marginales de América Latina en el lado religioso, aunque esto no es una novedad; pero sobre todo porque en ellos se veo signos de esperanza; en su liturgia, construida sobre la base de su cotidianidad y desde el dolor de Dios, esto es desde el sufrimiento y agonía, ellos construyen imaginarios de esperanza. Ellos me han enseñado a ver el mundo de otra manera: con dulzura, más que con amargura; con alegría más que con dolor, con esperanza y no con nostalgia de una condición de clase perdida??, me dijo en un tono sereno y reposado.
Hoy que RICHARD SHAULL ha partido a la presencia del Señor, nos queda un gran vacío, pero nos queda también el legado de un nuevo camino abierto por él que es el diálogo entre presbiterianos y pentecostales; un camino de acercamiento no sólo para explicar la razón de la era carismática, que desde luego podría ser una preocupación para muchos presbiterianos no muy acostumbrados a liturgias entusiastas, sino también para construir un nuevo razonamiento que de cuenta de la sub-condición de exclusión por la que atraviesa América Latina.
RICHARD SHAULL nos ha enseñado a hacer teología desde los pobres. Más que una masa de religiosos adormecidos por el sistema, SHAULL nos enseñó a ver en los pentecostales latinoamericanos a un conglomerado de personas que desde su mundo religioso, construyen diques de esperanza que, aunque no puedan contener el torrentoso caudal del neoliberalismo y sus estragos, por lo menos no permiten que nos inunde hasta el punto de desaparecernos. Nos enseñan a situarnos desde otra orilla, desde la utopía de un mundo nuevo que es vivido ?ya ahora?? a partir de la experiencia del milagro de estar vivos, o, mejor, de sobrevivir a pesar de la exclusión.
Testimonio de Bernardo Campos,
Teólogo pentecostal
Lima, 28.10.2002