En el encuentro que tuvimos el día 15 de Diciembre del Foro Diamantino García se leyó el texto siguiente y ninguno de los asistentes puso objeción alguna.
La Iglesia está gobernada por unos señores que no han tenido en su vida el más mínimo contacto con el pueblo sencillo ni siguiera con los curas. Es un contraste vergonzoso ver a un cardenal bautizando y casando príncipes y condenando a curas que celebran la eucaristía y el sermón de la montaña con los pobres. No tiene nada que ver un arzobispo de Toledo con una capa de siete metros de cola al más puro estilo Lady Di en su casamiento, con el que no tenía donde reclinar la cabeza.
La corte eclesiástica goza al igual que los imperios de títulos de nobleza: cardenales, monseñores, arzobispos, canónigos, etc. Viven en palacios, donde hoy nadie vive. Son nombrados a dedo procurando que sean fíeles sujetos a la voz de su amo.
Todavía, como en tiempos pasados, siguen estando contra la ciencia, el progreso, la democracia, de todo lo que no sea suyo.
Es lógico ya que en la Iglesia no hay el menor atisbo de democracia como al principio cuando se elegían a los obispos a mano alzada. Son nombrados a dedo porque así hay mayor seguridad en la fidelidad y obediencia ciega e irracional. No tienen nada que ver con la forma de ser y pensar del pueblo y el propio clero. En nuestra diócesis llevamos siendo colonizados por obispos castellanos más de 70 años, junto con la corte de canónigos que traían consigo.
El Concilio Vaticano II que nos abría las puertas para que entraran aires nuevos se están cerrando a cal y canto para encerrarnos en las cavernas de la ortodoxia y la tiranía de un señor que ha sido escogido por sus príncipes que son fíeles servidores de su señor.
San Cipriano dice tajantemente: «No se imponga al pueblo un obispo no deseado». En el siglo V permanece intacta la elección de los obispos por el pueblo (S. León Magno).
La Iglesia siempre se ha llevado muy bien con las dictaduras y las derechas y ha declarado la guerra claramente a los sistemas democráticos porque han visto en ellos un peligro para sus privilegios y le pueden crear problemas.
Sin embargo, es este mundo el que Dios en Cristo reconcilió consigo: el mundo no la Iglesia. El mundo constituye el objeto del amor y del interés de Dios.
El hombre, por naturaleza es un ser rebelde. Más aún cuando, viviendo la fe cristiana todos aquellos que se dicen sucesores de los apóstoles viven en una contradicción con Jesús al que dicen que transmiten con su palabra. Pero desgraciadamente ni su palabra ni sus hechos coinciden con ÉL.
Este papa al estilo Torquemada ha vuelto a repetir después de muchos siglos: «extra ecclesia milla est salus». Aparte de que es una ofensa a la humanidad entera, habría que invertirla por «intra ecclesia difícilis est salus».
Lo peor de todo esto es que el futuro de la Iglesia es bastante negro, dado que todos los nuevos príncipes son la voz de su amo. Ahí no hay sentido crítico, ni disonancia, porque todos son ovejas mansas y fieles a la voz de su amo.
Mientras tanto nosotros; el clero bajo y seglares somos los llamados a reconstruir y recuperar esa iglesia donde haya amor, comprensión, tolerancia, pluralidad, sentido crítico constructor, rechazo radical de todo lo que sea condena, el menor signo de fanatismo, diálogo si es posible, etc. Muchas veces encontramos mejores compañeros de camino en personas increyentes, de otras religiones y con gente que nada tiene que ver con la Iglesia.
No tenemos otra alternativa que la rebeldía sin rencor ni odio versus ecclesia. La Iglesia es el pueblo fiel y sencillo no los príncipes. El pueblo donde diariamente nos estamos partiendo la crisma los curas rurales somos la Iglesia con sus grandes pecados y virtudes. Sin nosotros la jerarquía es absolutamente nada.
Hoy día no sería ni posible ni deseable un nuevo concilio dado que se ha enterrado el Vaticano II y el que surgiera seria peor que el de Trento. Los grandes profetas de la teología de la liberación y la mayoría de los teólogos han sido tratados como los profetas del A.T.
A pesar de todo siguen existiendo, trabajando y construyendo una nueva Iglesia fiel reflejo de Jesús de Nazaret.
Mientras tanto el Espíritu de Dios tiene la palabra.
