Enviado a la página web de Redes Cristianas
Los delitos y su penalización no dependen de nuestras simpatía o antipatías, ni de la ideología de cada cual, sino de las leyes previamente promulgadas. Este artículo es, sinceramente, una respuesta al publicado hoy, en Redes Cristianas, ¿Existen ” presos políticos” en España?, del señor Germán Gorráiz López, analista. El último epíteto, «analista», viene también en el título del artículo de Redes. No estoy absolutamente de acuerdo con su análisis, y por algunos detalles, me da la impresión de que se deja llevar por ideologías y prejuicios.
Es sorprendente, e inquietante, y no poco contradictoria, la perplejidad, en que nos ha situado, a muchos, la intrincada y laberíntica situación catalana, y el dichoso «procés» . Me refiero a la dificultad en que nos encontramos todos los que pretendemos tejer un análisis lógico y completo del problema catalán, siendo siempre, y en todos los casos y situaciones, coherentes. A mí, por ejemplo, y lo entenderán fácilmente los que leen con cierta frecuencia este blog, me resulta complicado y enojoso defender actitudes y decisiones de un Gobierno que tantas y tantas veces he criticado, y, ¡aquí radica la complicación!, en temas que se encuentran muy cerca, casi limítrofes, de los que nos presenta la situación catalana, y que, aparentemente, yo debería criticar.
Pero esta es una de las primeros actitudes que reclamo: no enfocar los temas, y sobre todo, los más polémicos y problemáticos, a bulto, sin las necesarias distinciones, y las precisiones imprescindibles para su exacto planteamiento, primero, y resolución, después. Hay gobernantes que nos resultan antipáticos y hasta penosos, y que en algunas, o bastantes, o hasta muchas decisiones, aciertan, y actúan según las reglas establecidas. Y hay, al revés, otros mandatarios que nos resultan muy simpáticos, y toman determinaciones, o provocan, con sus decisiones, situaciones reprobables. La mínima ética del analista nos obligará a juzgar esos comportamientos políticos dejando de lado la simpatía o antipatía del que los protagoniza. (Aprovecho para recordar que no me resulta nada simpático, ni me merece buena nota en su comportamiento político, ni el señor Rajoy, ni, en general, su partido político).
En España, (a diferencia de otros europeos países serios e importantes), no hay delitos políticos. Los tres casos que presenta como ejemplos de «presos políticos» en España el señor Gorráiz, como lo hace también la propaganda nacionalista, pecan por un fallo de inicio: en España no hay «delitos políticos», ergo no puede haber presos de esta naturaleza. Esta afirmación no es ninguna boutade para cualquiera que tenga un cierta información jurídica. Hay países que sí tienen delitos políticos, como Alemania, que en su legislación sitúa en el código penal las declaraciones, pronunciamientos, o simple propaganda nazi, por ejemplo. O como Francia, y otros países, que no admiten, en los programas electorales, cualquier atisbo o intención de atentar contra la indivisibilidad del territorio nacional.
Según esas legislaciones, el PNV, o el «Partido Republicano de Cataluña», o «La Cup», y otros partidos menores que no vienen al caso, serían imposibles porque su propia descripción, definición y propósitos serían delitos. Y vemos que en España esos delitos «políticos», éstos sí de opinión y de ideología política, no existen. A mí siempre me ha resultado chocante, y profundamente inquietante, la ingenuidad española al no tratar como delitos la conversion de lo que deberían ser simple deseos de autonomía regionalista, o peor, nacionalista, en programas y proyectos de acción expresados a la luz del día, y aceptados por la legislación vigente y por los tribunales electorales.
En España, con una legislación penal modélica, solo se puede ir a la cárcel por cometer acciones delictivas. El juez correspondiente, no sabe, ni puede, juzgar a los mozos altsasuarras por sus ideas, que evidentemente, no vienen al caso, sino por la acción violenta de atacar y dar una paliza a unos agentes de la autoridad, e intimidar a sus parejas. Esto es un delito en España, en Alemania, en Francia, y en cualquier Estado. (Me gustaría saber cómo reaccionarían los gendarmes y jueces franceses ante una situación similar). Evidentemente, se puede, y podemos, y más los abogados defensores, discordar de las sentencias judiciales, y para eso están las apelaciones. Y si la prisión preventiva presenta alguna dificultad añadida, se podrá alegar la desproporción y falta de equilibrio de la misma, o achacar al juez una determinada animadversión, pero de eso a la afirmación de que hay una consideración de delito político por parte del juez hay un abismo.
Los mozos de Alsasua fueron condenados a prisión por un hecho a todas luces delictivo, que los jueces consideraron como tal. Y el argumento de que se puede hablar de presos políticos ante la existencia de sentencias penales diferentes para delitos iguales, es de una obviedad gritante que delitos cometidos comunitariamente, y por grupos diferentes, pueden tener, y tienen, normalmente, entornos, matices, y condicionamientos diversos. además de que los jueces tienen sensibilidades diferentes, y no funcionan todos en serie, como los habitantes del «Mundo feliz», de Husley. Así como nadie osaría denominar de presos políticos a los negros americanos, tratados, con excesiva frecuencia, de manera muy diferente por la comisión de los mismos delitos que los blancos.
Habrá connotaciones racistas, no políticas. Y es preciso recordar, contra la desmemoria que parecen sufrir ciertos periodistas, y analistas, que los políticos catalanes encausados, y detenidos, cometieron delitos muy graves, posiblemente los que resultan más dañinos para la pacífica convivencia y armonía social y política de una nación. Y nos solo han faltado contra las normas y leyes previamente existentes y conocidas, con todas las posible consecuencias penales, sino que han cometido serias tropelías contra sus propios conciudadanos catalanes.