Se acerca la Semana Santa y con ella nuestros desfiles procesionales. Este lamentable año de crisis económica no da la oportunidad de vivir estas fechas en coherencia con el mensaje evangélico que Jesús de Nazaret no legó. Nos da la oportunidad de unir fervor religioso y vida evangélica, de vivir una Semana de Pasión con compasión, compartiendo tiempo y bienes con nuestros hermanos más necesitados, víctimas no sólo de la crisis, sino de una sociedad falta de humanidad y valores. Podemos mirar a nuestro alrededor y descubrir los cristos vivos que nos rodean: inmigrantes junto a la gasolinera esperando la furgoneta del ‘empleador’; la muchacha sentada en el suelo con la cabeza inclinada, hecha un montón y con la mano alargada musitando que tiene hambre; la enorme cola ante la oficina de empleo, compuesta por personas de todas las edades y condición.
Podemos acércanos a la oficina de extranjería y ver esos rostros de color ébano exhibiendo, la mayoría de las veces, una amarga sonrisa que esconde el miedo a que no le den los ?papeles?? que evitarían su expulsión. Podemos acercarnos a cualquier despacho de Cáritas parroquial y nos encontraremos con auténticos desfiles procesionales de rostro humano, y veremos el rostro viviente de la Dolorosa de Salzillo que pide comida y ropa para su familia.
Los comedores sociales están desbordados. Cáritas no da abasto. Pero, gracias a la solidaridad de muchos donantes anónimos, sus almacenes se llenan cada vez que se vacían. Otras muchas asociaciones que acogen y atienden a los inmigrantes ofrecen el paño de la Verónica a estos cristos de nuestros días. Solidaridad que es el remedio inmediato que palia el sufrimiento de estos hermanos nuestros. Un grupo de cristianos, cercanos a estas realidades marginales, hacemos una llamada a toda la comunidad cristiana de nuestra Región para que nuestros desfiles procesionales salgan este año más austeros reduciendo la ornamentación floral y los caramelos, y destinar, a través de Cáritas, el importe así ahorrado a mitigar las necesidades básicas de estas personas.
La Semana Santa murciana nace de la devoción y de la solidaridad. En tiempos pasados de escasez y hambre que se vivieron en Murcia, la generosidad de los murcianos trajo la ayuda a la ciudad dentro de las ?senás?? de los penitentes, que venían llenas de alimentos para repartir entre la población necesitada.. Este año, los penitentes continuarán llevando el seno de la túnica lleno, pero los pasos podrían salir ligeros de flores. Austeridad que sería símbolo de la penuria que están sufriendo muchas personas y, a su vez, testimonio de coherencia cristiana. Si así fuese, nuestras imágenes desfilarán por nuestras calles con más autenticidad que nunca, y los tronos podrían llevar carteles explicativos del por qué de esa sobriedad, incluso podrían informar del destino concreto que se ha dado al dinero.
Como seguidores de Jesucristo, sería un gesto de coherencia celebrar su pasión y muerte pensando en todos los que malviven en nuestras ciudades y pueblos. Que no nos ocurra lo que sucedió en el camino a Jericó, que era más importante llegar al templo que atender al malherido. Hoy, multitud de apaleados por la marginación social nos los podemos encontrar camino de las procesiones. ¿Somos conscientes de que nos emocionamos, incluso se nos llenan los ojos de lágrimas, ante la belleza de nuestros pasos, y que quizá no prestamos la necesaria atención al verdadero Jesús que, según sus palabras, está en el hermano sufriente?
Sr. Obispo, Sr. Presidente de la Junta de Cofradías, hermanos cofrades, si esta propuesta se llevase a cabo daríamos ejemplo de fe adulta: ?tuve hambre y me disteis de comer, tuve sed y me disteis de beber, estaba desnudo y me vestisteis????. Testimonio que a buen seguro será del agrado de Jesucristo, al que pretendemos honrar con nuestros desfiles procesionales.