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Nuestro país envejece. Se dice que, desde que comenzó la crisis, en España ha descendido la natalidad un 13%. A mí no me extraña. Teniendo en cuenta que somos el país de la UE que menos ayuda a la familia y que las expectativas económicas y sociales se perciben poco halagüeñas, es normal que sean pocos los valientes que se animen a emprender la peliaguda tarea de procrear. Pero, claro, por otro lado, según dicen los expertos, de mantenerse estas bajas tasas de nacimientos, tendremos un problema muy gordo de desequilibrio poblacional a medio y largo plazo.

Así las cosas, y con la sana intención de colaborar para corregir el antedicho desequilibrio, propongo al señor Gallardón, aprovechando que anda a vueltas con el tema del aborto, que prohíba por ley todos los métodos anticonceptivos, salvo el método Ogino, que ya sabemos que falla más que una escopeta de feria y que, además de santo, también es placentero.

Aunque, pensándolo mejor, mientras falte justicia social y equidad en el mundo, tal vez la opción más sensata sea eximir a los pobres de toda responsabilidad reproductora y dejarla en manos de los ricos; pues, si como parece, cada vez son más numerosos, parece justo que tomen ellos el relevo y así tengan la oportunidad de exprimir y explotar sin piedad a su propia prole.
/ Valladolid