Unos militantes antinucleares están presentes cada mes delante del Ministerio de Defensa en París. Quedan en silencio, durante una hora, vestidos de negro con máscaras blancas sobre el rostro. ¡Causa impresión! Cada uno lleva un gran cartel sobre el que se puede leer: ?por la abolición de las armas nucleares??.
Respondiendo a su invitación, vine a unirme a ellos a la salida del metro, cerca del Ministerio de Defensa. Están alineados, inmóviles y en silencio con estas máscaras que evocan la muerte.
Desde el 3 hasta el 6 de agosto, ayunaron en Taverny, cerca de París, delante de la base de mando de la fuerza nuclear. Luego se trasladaron al Muro de la Paz, en Campo de Marte, para conmemorar los bombardeos de Hiroshima y Nagasaki y pedir que el mundo sea libera de las armas nucleares.
Cada mes, vuelven a leer el llamamiento del Alcalde de Hiroshima a firmar una Convención de eliminación total de las armas nucleares de aquí al 2020.
Me quedo de pie, con ellos, y en silencio. Admiro su valentía y su determinación. Hay un coche de la prefectura de policía estacionado muy cerca de allí. Estamos vigilados.
Es la hora en que la gente sale del Ministerio de Defensa. Pasan delante de nosotros con indiferencia, como si no existiéramos. Tienen ojos y no ven. Excepto una chica que se detiene y pregunta sonriendo: ?¿Tienen alguna información para darme? Como trabajo en el Ministerio, me siento interpelada??.
Los niños, como siempre, son maravillosos. Tienen ojos que ven y se interesan de inmediato por este extraño espectáculo. Pero los padres se los llevan sin contemplaciones. Ahí no hay nada que mirar.