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Por Haití, todo el tiempo y todos los años -- Maggie Marín

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El estilo rebuscado es casi siempre falsario. Otro bien distinto es el que sale del corazón. De allí surgieron las frases que estampó Raúl Castro en el libro de condolencias abierto en la embajada de Haití en La Habana: «Frente a la enorme tragedia sufrida por el pueblo haitiano sus hermanos cubanos continuaremos a su lado todo el tiempo que sea necesario. Compartimos el inmenso dolor que sufren y juntos seguiremos adelante».

Al embajador, Jean Víctor Geneus, dijo de viva voz unos minutos antes el presidente de los Consejos de Estado y de Ministros de Cuba que el acompañamiento será por los años que sean necesarios, con nuestra muy modesta ayuda. El diplomático apuntó por su parte que el pueblo haitiano sabe que cuenta con el pueblo cubano, que siempre los ha acompañado. «Y que como usted acaba de expresar continuará haciéndolo», remató.

A un mes del terremoto que a las 4 y 53 minutos de la tarde del 12 de enero, y según las ultimas cifras, dejó más de 200 mil muertos, una cifra similar de heridos, la destrucción del 70 por ciento de la infraestructura de la capital y otras localidades, y que sumió a la paupérrima Haití en mayores índices de pobreza, los contrastes y las múltiples caras de la solidaridad y de la «caridad» se muestran en carne viva, como sus desesperados pobladores y sus arrasadas y polvorientas calles.

Las manos de la Alianza Bolivariana para los pueblos de Nuestra América, ALBA, que al ocurrir el devastador sismo ya eran cuerpo, arresto y sudor en la nación caribeña, principalmente por la presencia de más de 400 médicos cubanos, no tardaron en tenderse de muy diversas formas. Lo primero fue el incremento del personal de la salud procedente de la mayor de las Antillas, que al concluir enero ascendía a 938 profesionales (380 de los cuales son médicos haitianos que estudiaron en nuestro país), más del 50 por ciento diseminados en varios puntos de Puerto Príncipe.

Esta fuerza médica ya había atendido para esa fecha una cantidad superior a las 50 mil personas, más de 3 mil de las cuales fueron intervenidas quirúrgicamente (mil 500 con cirugía mayor, entre ellas más de un millar de amputaciones). Nuestros facultativos prestaban entonces sus servicios en 13 instituciones de salud de Puerto Príncipe, en cuatro hospitales de campaña y en cinco Centros de Diagnóstico Integral (CDI, frutos de un proyecto cubano venezolano), cercanos a la capital.

Mientras, otros cinco CDI que se hallan en diferentes fases constructivas en varios departamentos del país, se irán incorporando de inmediato al sistema de atención. Carlos Alberto García, miembro de la coordinación de la brigada médica de la Isla, precisó a enviados especiales de la prensa cubana que la estrategia es atender de manera integral a los afectados y que la emergencia no concluyó porque prevalecen, entre otros males, infecciones respiratorias y diarreas.

Justamente la atención que brinda hoy Cuba a los damnificados comprende además de las acciones curativas, las de promoción de salud, y de rehabilitación, especialidad inexistente en las instituciones públicas haitianas, y que activada desde el 29 de enero para atender al gran número de politraumatizados que provocó la catástrofe, ya se proporciona en seis centros de salud. Al mismo tiempo se han realizado no menos de 20 mil inmunizaciones contra el sarampión, la difteria y el tétanos.

También se evalúan las zonas afectadas que no están recibiendo atención adecuada y otras localidades a las cuales se pueden haber desplazado pacientes, para llegar hasta ellos con la atención primaria y de ser necesario, dotarlos con hospitales de campaña. Por ejemplo, ayer 4 de febrero fue montado el quinto de estos, en Les Cayes, porque buscando el máximo de racionalidad y eficiencia, los recursos se ponen donde más falta hacen, para atender a quienes más lo necesiten. Vale aclarar que los otros cuatro se alzan en Croix des Buquet, Carrefour, Leogane y Jacmel y que todos están equipados con tecnología de punta.

El apoyo sanitario de Cuba incluye un equipo de psicólogos y psiquiatras para mejorar la salud mental de las víctimas de la tragedia y otro que realizará actividades con niños y jóvenes, en procura de su recuperación psicológica. Y como la vida sigue su curso, en medio de las calamidades nuestros galenos han tenido la dicha de traer al mundo a unos 300 niños, más de la mitad de ellos nacidos por cesáreas practicadas en los hospitales de campaña.

La asistencia del ALBA y del TCP (Tratado de Comercio de los Pueblos, iniciativa del presidente boliviano Evo Morales), se materializó asimismo y de inmediato, con un estratégico proyecto integral de ayuda de emergencia, rehabilitación y reconstrucción en áreas de la salud, la educación y la infraestructura, que aglutina los esfuerzos de todos los países del bloque con el propósito de recuperar al devastado país garantizando su independencia y soberanía.

En el programa «Aló Presidente» del domingo 31 de enero el mandatario venezolano, Hugo Chávez, insistió en que «es necesario hacer un plan estratégico especifico a corto y largo plazo para la instalación de hospitales, plantas potabilizadoras de agua, agricultura, producción de alimentos y atención en las escuelas».

De modo que para financiar las actividades que desarrollará el ente integrador ALBA-TCP en forma mancomunada, el Consejo Político del bloque ya aprobó un fondo humanitario con un capital inicial de 100 millones de dólares. Reunido luego este Consejo con el líder bolivariano, éste fue claro y preciso: «Vamos a centrar nuestro máximo esfuerzo en la atención a las personas que han sido afectadas por esta catástrofe que enlutó a nuestro continente».

Enfatizó Chávez que Venezuela mantendrá el envío de combustible a la nación caribeña y condonará la deuda haitiana. La misma Venezuela que desde el primer momento creó un puente de ayuda con la Fuerza de Tarea Humanitaria Simón Bolívar para realizar labores de rescate de sobrevivientes y acciones reconstructivas, y que recién levantó un campamento en el que son atendidas de forma integral unas 20 mil personas, y al que se sumarán casi una decena de instalaciones similares bajo auspicios del ALBA.

La Declaración Final de dicho Consejo Político abunda respecto al compromiso de que esa ayuda para la reconstrucción sea muy respetuosa de la soberanía e integridad territorial haitiana y tenga al pueblo y al gobierno como principales protagonistas. Se debe respetar, añade, el más amplio, equitativo, participativo y transparente trabajo conjunto de la comunidad internacional en la recuperación del país. Destaca asimismo el papel central de coordinación que debe jugar Naciones Unidas.

Planes que por cierto que ya estaban en marcha, como los referidos a la generación de energía eléctrica, han sido reactivados al garantizar el ALBA el abastecimiento de combustible a las plantas de Cabo Haitiano, Gonaives y Carrefour. La asistencia para el desarrollo de la agricultura y el impulso a la educación, cuya infraestructura quedó devastada, también está en los propósitos.

Como es lógico los integrantes de esta singular alianza cuyo sello es la solidaridad entre pueblos hermanos, han planteado su preocupación por «la excesiva presencia de fuerzas militares extranjeras en Haití, sin motivos que lo justifiquen y sin precisión sobre su autoridad, propósitos, competencias y tiempo de permanencia, lo que amenaza con complicar más las condiciones en el terreno y la materialización de la cooperación internacional».

Ciertamente en los últimos días las tropas estadounidenses, que ya suman entre 16 mil y 20 mil efectivos, lejos de apoyar con efectividad la distribución de la ayuda, han incentivado, por exceso o por defecto, la violencia, el caos y la desesperación entre los casi 800 mil haitianos que aún permanecen en Puerto Príncipe sin las más mínimas condiciones y literalmente cercados por el hambre y la sed, en espera de una ayuda que cuando les llega, en no pocas ocasiones lo hace de las peores maneras, tal como reportan desde Haití un sinfín de colegas.

En medio de tal panorama la golpeada nación exhibe algunos signos de retorno a la normalidad: abrieron las pocas escuelas que quedaron en pie, comerciantes y revendedores expenden viandas, hortalizas y otros productos en las derruidas y a la vez atestadas plazas, y abrieron sus puertas las maquilas, esas tétricas fábricas que las corporaciones plantan en países pobres para agrandar plusvalías pagando salarios de hambre a sus operarios, agradecidos por el empleo, aunque estén además de explotados, totalmente desguarnecidos de prestaciones sociales.

Pero cuidado, esa es apenas una pequeña parte de la realidad. En la otra, más enjundiosa, resalta que cuando muchos entendidos se niegan a aceptar el término de reconstrucción porque lo antes existente dejaba mucho que desear (hay que construir, no reconstruir, dicen con sobrada razón), las autoridades aseguran que la verdadera recuperación precisa mucho tiempo.

Fue así que en el contexto de la llamada Conferencia Ministerial de donantes que tuvo lugar en Montreal, Canadá, tras referirse con gratitud a la ayuda de Cuba, Venezuela y Dominicana, «que inmediatamente llegaron para asistir a nuestra población afectada», el primer ministro haitiano, Jean Max Bellerive, enfatizó que su pueblo necesitará una y otra vez estar acompañado para hacer frente al colosal trabajo de la reconstrucción, para lo cual se necesitan entre cinco y diez años. Es necesario, dijo el ministro, ir más allá de la reconstrucción y avanzar hacia la transformación de sectores económicos claves, como el turismo y la agricultura, para poder encaminar el país hacia el desarrollo.

En términos monetarios los cálculos de la ayuda requerida, solo para reparar los daños, se cifran en al menos 10 mil millones de dólares. Pero lo cierto es que mientras por un lado la oficina de asuntos humanitarios de la ONU asegura que ya cuenta con el 82 por ciento de los requerimientos (con sólo 575 millones), por otro llueven las críticas a los que aplican fórmulas como la de EE UU, que hoy por hoy ya ha invertido más del 90 por ciento de su donación de 100 millones de dólares, en el mantenimiento de sus soldados, aviones, helicópteros, naves y su portaviones; y por supuesto a otros entes multilaterales como el FMI, que ofreció un préstamo en vez de condonar la deuda haitiana.

Personalidades de prestigio clasifican sin artificios estas actitudes. El mandatario de Ecuador (miembro del ALBA) y presidente pro témpore de la Unión de Naciones Sudamericanas (UNASUR), Rafael Correa, que recién acompañó hasta Puerto Príncipe a lo que llamó una modesta ayuda humanitaria de su país (doce médicos), condenó el «imperialismo» de algunos donantes, porque dan un dinero que luego regresa a ellos mediante gastos oficiales, militares o por intermedio de sus ONGs.

Junto a su homólogo haitiano enfatizó Correa que el interlocutor válido de Haití es su gobierno. «No somos nosotros los que vamos a decidir qué hacer, son ustedes los que nos lo van a decir» le indicó en francés a René Preval, quien admitió que uno de los problemas actuales es que muchos proyectos no pasan por su gobierno, sino que se deciden directamente en algún país occidental y luego se aplican sobre el terreno sin la menor coordinación, ni entre las organizaciones de ayuda, ni con el gobierno haitiano.

Al respecto Correa insistió en que lo poco o mucho que puedan ayudar los países de UNASUR, debe llegar al pueblo haitiano. «Queremos actuar en función de las prioridades del país caribeño, de lo que decidan su gobierno y pueblo. ¡Haití ha sido ejemplo para América Latina; fue el precursor de la independencia y apoyó a nuestras luchas, y tenemos una gran deuda con este pueblo. Haití hoy es para América Latina y el mundo dolor, es tristeza pero es también esperanza», subrayó.

Pero, qué duda cabe, una cosa son Cuba y el ALBA. Otra bien distinta lo que a todas luces ya vienen preparando algunos carroñeros de lujo. En los próximos días y meses se prevén varias reuniones y conferencias de «donantes» y «países amigos» que desde ahora están cercadas por denuncias de que la reconstrucción haitiana en manos de los poderosos y las corporaciones será, sobre todo, una suerte de piñata para consorcios y bancos internacionales. ¡Vivir para ver! Y para contarlo y combatirlo también, por supuesto.

* Periodista de la revista centenaria cubana Bohemia

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