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Panel político – teológico -- Benjamín Forcano

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1.Intereses extranjeros y algunos nacionales, destruyen nuestra riqueza.
2.El marxismo ya no responde a la realidad.
3.Carta abierta de H. Küng a los obispos católicos del mundo
Intereses extranjeros y algunos nacionales destruyen nuestra riqueza. Juan Torres López, Catedrático de Economía Aplicada de la Universidad de Sevilla

Los gobiernos de España, el anterior y el actual, han tenido y tienen ante sí una doble opción, la de la dignidad o la de la rendición cobarde. Y están optando por esta última para simple beneplácito de los bancos y de los grandes capitales.

Imaginemos que por cualquiera de nuestras fronteras penetran unos cuantos batallones de tanques destruyendo a su paso fábricas y locales de empresas, hospitales, escuelas… y todo tipo de instalaciones e incluso produciendo daños personales a miles de individuos. ¿Qué pensaríamos si el Gobierno, en lugar de tratar de frenarlos disponiendo frente a ellos a los militares que juraron defender siempre la integridad de la Patria, se sometiera a sus dictados y permitiera que siguieran destruyendo nuestra riqueza?

Sin duda, creo yo, lo condenaríamos por felón y el pueblo tendría entonces todo el derecho a levantarse contra él y a imponer otro fiel y no traidor a la Nación y a los intereses de sus ciudadanos. Salvando las distancias, eso es lo que viene pasando desde hace meses, no solo desde que Rajoy es Presidente del Gobierno.

No nos engañemos. Todo el mundo sabe que son intereses extranjeros y algunos nacionales espurios quienes están imponiendo medidas que destruyen nuestra riqueza. Solo una ingenuidad infinita puede hacer creer que esas medidas son el resultado del ejercicio libre de nuestro poder soberano como Nación.

Por mucho que se disimule, como hace el Ministro de Guindos, cuando dice que se toman «por convicción», es muy evidente que responden a una extorsión continuada de especuladores que ha llegado a ser calificada, con toda la razón, como «terrorismo financiero» por el Presidente de la Junta de Andalucía. Ex presidentes europeos nada sospechosos como Delors, Schmidt, Santer… han reconocido que son los mercados financieros quienes nos gobiernan. Y el propio Rajoy declaraba hace unos días que ni a él ni a sus ministros les gustaban los Presupuestos que han presentado.

Es una evidencia: nuestra Nación está siendo sometida a un ataque inmisericorde desde el exterior que viene produciendo un daño gigantesco. El Inspector de Hacienda, Interventor y Auditor del Estado Agustín Turiel acaba de demostrar que la deuda ilegítima que soporta el Estado español (excluyendo la de las Comunidades Autónomas y Entidades Locales) como consecuencia de tener que hacer frente a compromisos derivados de las políticas que se le imponen desde «los mercados» es nada más y nada menos que 120.842 millones de euros.

Una cifra fabulosa a la que habría que añadir la del coste incalculable que producen la pérdida de millones de puestos de trabajo, la destrucción de miles de empresas y de los patrimonios de otros miles de empresarios y trabajadores como consecuencia también de las reformas sucesivas y de los recortes de gasto asociados a las políticas mal llamadas de austeridad y de apoyo a la banca que imponen los mercados.

Nadie, ningún país, ningún ejército, ningún general, ningún gobierno, ningún ser humano tiene nunca la garantía de ganar todas las batallas que se le ponen por delante pero todos ellos tienen la obligación de darlas cuando él mismo o la Nación a la que representa es atacada y dañada. Y es traidor quien en lugar de servirla se somete sin más a quien la ataca y destruye y quien en lugar de defender a su población la somete a severos e innecesarios sacrificios para satisfacer a quienes solo desean vencerla para aumentar sus riquezas a su costa.

Los gobiernos de España, el anterior y el actual, han tenido y tienen ante sí una doble opción, la de la dignidad o la de la rendición cobarde. Y están optando por esta última para simple beneplácito de los bancos y de los grandes capitales. Nuestro gobierno podría dar un golpe en la mesa de Europa y gritar «¡Basta ya!» con firmeza y afirmar con fuerza que ya está bien de imposiciones absurdas que están condenando a toda a Europa a un dramático futuro de depresión y malestar. España no es una mota de polvo en la Unión Europea y podría hacer valer con éxito su presencia, entre otras cosas, porque sus intereses coinciden con los de otros muchos socios.

Nuestro gobierno podría reclamar que el Banco Central Europeo actúe como un auténtico banco central y garantice la financiación a los Estados y a la economía sin someter a los gobiernos, a los ciudadanos y a las empresas que crean empleo a la esclavitud insensata de los bancos que provocaron la crisis y que se muestran incapaces de cumplir con la función que les corresponde. Podrían exigir un programa paneuropeo de estímulo y, en fin, las soluciones alternativas que hasta los propios expertos liberales están empezando a pedir ante la insensatez de las autoridades europeas, presas del poder financiero, y que permitirían hacer frente con más fortuna al abismo ante el que nos encontramos.

En lugar de eso, como he dicho, siguen prefiriendo obedecer a los poderosos y sacrificar los intereses nacionales incluso de la manera tan vergonzosa y chapucera con que anunciaron el recorte adicional de 10.000 millones de euros en servicios esenciales de salud y educación, tan solo una semana después de haber presentado los Presupuestos y al dictado de los especuladores.

No vale con que el Gobierno de Rajoy se ponga gallito ante otro país para defender a una multinacional tan poco ejemplar como Repsol y que en realidad tiene muy poco de española para hacer creer que se tiene dignidad y fortaleza. No. El gobierno español debe ponerse firme, como le exige la Constitución, para defender al Estado y no a los intereses particulares, por poderosos que sean.

Renunciar a defender a España y limitarse a dar por buenos los recortes y las reformas que imponen los mercados para que se llenen los bolsillo los grandes propietarios de capital, los banqueros y los especuladores a costa de sacrificios cada día más grandes para la inmensa mayoría de los españoles, como viene ocurriendo, es traicionar a la Patria a la que dicen amar y estar dispuestos a defender hasta el último suspiro… pero parece que solo desplegando banderas y con la boca pequeña.

2
EL MARXISMO YA NO RESPONDE A LA REALIDAD

Benjamín Forcano

Lo dijo recientemente el Papa, camino de Cuba. Y es cierto, ¿pero qué marxismo? Como también puede ser cierto, que el cristianismo no responde a la realidad, si hablamos de una realidad en que impere la igualdad, la justicia, la fraternidad, la libertad, la paz.

Muchas realizaciones históricas del marxismo son perversas: crímenes de Stalin, atrocidades de la Revolución Cultural China, totalitarismo de Kim Jong-Un en el Estado Socialista del Corea del Norte, negaciones de la libertad religiosa y de otros derechos humanos. Igualmente, son perversas muchas realizaciones históricas del cristianismo: inquisición, quema de brujas, tortura de sospechosos de herejía, justificación de imperialismos invasores, discriminacionesy negación de otros derechos humanos. Perversiones que no responden a la realidad ideal que todos buscamos.

El pensamiento de Marx, tal como aparece en su obra, no defiende esas perversiones, más bien propone otras ideas muy distintas, por las que muchos buenos marxistas han luchado y han hecho avanzar a la humanidad. El mensaje de Jesús de Nazaret no concuerda con las perversiones ocurridas en la historia cristiana y proclama principios y valores magníficos, por los que han luchado innumerables cristianos y que han han hecho avanzar a la humanidad.

Y es que un buen proyecto no queda invalidado por unas malas realizaciones.

El marxismo, centíficamente hablando y el cristianismo éticamente, critican al capitalismo como proyecto, pues defiende en su misma lógica la desigualdad, la injusticia, la competencia agresiva, el lucro, la ley del más fuerte, la explotación de unos por otros. Es, como proyecto, perverso, aunque depare ganancias, privilegios y monopolios a las minorías de siempre. Con sólo 50.000 millones de dólares (un 1 % de lo dado a los bancos) se podría erradicar el hambre del mundo. Sin embargo, esta Ayuda Oficial al Desarrollo se recorta y en unos pocos años de crisis se inyectan a los bancos billones de dólares. El sistema neoliberal, hoy globalizado, no se propone ni tiene voluntad de evitar la muerte de 80.000 personas que fallecen diariamente por falta de alimento.

3
Carta abierta de Hans Küng
a los obispos católicos del mundo

15 de Marzo de 2012

. Problemas graves que requieren una reforma.
. Ejerzan su autoridad episcopal colegialmente.
. Respondan a las quejas de los fieles.

. Busquen soluciones regionales.

. La obediencia incondicional sólo se debe a Dios. * Seis Propuestas para realizar *

Joseph Ratzinger –ahora el papa Benedicto XVI– y yo fuimos los teólogos más jóvenes en el Concilio Vaticano II de 1962 a 1965. Ahora somos los mayores y los únicos que seguimos en plena actividad. Siempre entendí que mi trabajo de teólogo estaba al servicio de la Iglesia Católica Romana. Por ello, con ocasión del quinto aniversario de la elección del papa Benedicto XVI, hago este llamado en una carta abierta. Al hacerlo, estoy motivado por mi profundo interés por la Iglesia, que ahora se encuentra en la peor crisis de credibilidad desde la reforma protestante. Por favor, disculpen el formato de una carta abierta; lamentablemente, no tengo otra manera de llegar a ustedes.

Mis esperanzas y las de los católicos que esperan que el Papa encuentre su manera de promover una renovación de la Iglesia y un acercamiento ecuménico en el espíritu del Concilio Vaticano II no han sido, lamentablemente, satisfechas. Su pontificado ha dejado pasar más oportunidades de las que ha tomado: se perdieron las oportunidades de acercamiento con las iglesias protestantes, de la reconciliación a largo plazo con los judíos, del diálogo con los musulmanes en una atmósfera de confianza mutua, de reconciliarse con los colonizados pueblos indígenas de América Latina y de dar asistencia al pueblo de África en su lucha contra el sida. Se perdió, también, la oportunidad de hacer que el espíritu del Concilio Vaticano II sea la brújula de toda la Iglesia Católica.

Este último punto, respetados obispos, es el más serio de todos. Una y otra vez, este Papa agregó calificativos a los textos conciliares y los interpretó contra el espíritu de los padres conciliares:

Regresó a los obispos de la tradicionalista Sociedad de Pío X a la Iglesia sin condiciones previas;
Promueve la medieval Misa Tridentina por todos los medios posibles;

Rechaza poner en marcha el acercamiento con la Iglesia Anglicana, que fue presentada en documentos ecuménicos oficiales por la Comisión Internacional Anglicana-Católica Romana;

Ha reforzado de manera activa las fuerzas anticonciliares en la Iglesia, designando a funcionarios reaccionarios en puestos clave en la curia y designando obispos reaccionarios en todo el mundo.

Y, ahora, sobre estas crisis aparecen escándalos gritados al cielo: la revelación de que clérigos abusaron de miles de niños y adolescentes en todo el mundo. Para hacer las cosas peor, el manejo de estos casos dio a lugar a una crisis de liderazgo sin precedentes y al colapso de la confianza en el liderazgo de la Iglesia. Las consecuencias de la reputación de la Iglesia Católica son desastrosas. Importantes líderes del clero ya lo han admitido. Varios inocentes y comprometidos pastores y educadores están sufriendo el estigma de sospecha que ahora cubre a la Iglesia.

Ustedes, obispos, deben enfrentar la pregunta: ¿Qué le pasará a nuestra Iglesia y a sus diócesis en el futuro?No es mi intención bosquejar un nuevo programa de reforma. Solo quiero hacerles seis propuestas que, estoy seguro, son apoyadas por millones de católicos que no tienen voz en la situación actual.

No se queden callados: Haciéndolo frente a tan serios agravios, se contaminan con la culpa. Cuando crean que algunas leyes, directivas y medidas son contraproducentes, deben decirlo en público. ¡No envíe a Roma muestras de su devoción sino haga un llamado a la reforma!

Empiecen la reforma: Muchos en la Iglesia y en el episcopado se quejan de Roma, pero no hacen nada. Ya sean obispos, sacerdotes o laicos, todos pueden hacer algo para renovar la Iglesia en su propio círculo de influencia. Muchos de los grandes logros que han ocurrido en parroquias individuales y en la Iglesia en general deben su origen a la iniciativa de un individuo o de un pequeño grupo. Como obispos, deben promover y apoyar esas iniciativas, y –en especial, por la situación actual– deben responder a las justas quejas de los fieles.

Actúen en un modo colegiado: Contra la persistente oposición de la Curia, el Concilio Vaticano II decretó la colegiatura del Papa y los obispos. En la era postconciliar, sin embargo, el Papa y la Curia han ignorado este decreto. Apenas dos años después del concilio, el papa Paulo VI publicó su encíclica defendiendo la controvertida ley de celibato sin consultarle a los obispos en lo absoluto. Desde entonces, la política y el magisterio papal han seguido actuando de esa antigua e incolegiada manera. Es por ello que no deben actuar solos, sino más bien en comunidad con otros obispos y con los hombres y mujeres que constituyen la Iglesia.

La obediencia incondicional se debe solo a Dios: Aunque en su consagración episcopal tomaron un juramento de obediencia incondicional al Papa, ustedes saben que la obediencia incondicional nunca se debe a una autoridad humana; esta es solo para Dios. Por eso no deben sentirse limitados por su juramento para decir la verdad sobre la crisis actual que está enfrentando la Iglesia, sus diócesis y sus países. Presionar a las autoridades romanas con el espíritu de la fraternidad cristiana es permisible e, incluso, necesario cuando ellas fallan en cumplir con el Evangelio y su misión.

Trabajen por soluciones regionales: El Vaticano suele hacer oídos sordos a las bien fundadas demandas del episcopado, los sacerdotes y los laicos. Esta es razón suficiente para buscar sabias soluciones regionales. Como están bien al tanto, el rol del celibato –una herencia de la Edad Media– representa un problema particular delicado. En el contexto de los escándalos de abusos del clero de hoy, el celibato ha sido puesto en duda. Contra el deseo expreso de Roma, el cambio se ve apenas posible, pero esto no es razón para la resignación. Conferencias episcopales individuales pueden tomar la delantera con soluciones regionales. Sería mejor, sin embargo, buscar una solución para toda la Iglesia. Por ello:

Convoquen un concilio: Así como el logro de la reforma litúrgica, de la libertad de clero, del ecumenismo y del diálogo interreligioso necesitaron un concilio ecuménico, ahora se necesita un concilio para solucionar los problemas que se intensifican dramáticamente y que piden una reforma. En el siglo previo a la reforma protestante, el Concilio de Constanza decretó que los concilios debían efectuarse cada cinco años. Pero la curia romana logró evadir esta regla exitosamente. Por ello, depende de ustedes presionar para que se llame a un concilio o, al menos, una asamblea representativa de obispos.

Con la Iglesia en una profunda crisis, este es mi llamado, venerables obispos: pongan en uso la autoridad episcopal que fue reafirmada por el Concilio Vaticano II. En esta situación urgente, los ojos del mundo giran hacia ustedes. Innumerables personas han perdido su confianza en la Iglesia Católica. Solo reconociendo abierta y honestamente estos problemas y resolviéndolos y realizando reformas, la confianza puede ser recuperada. Con todo respeto, les pido que hagan su parte en el apostólico “sin miedo’ (Hechos 4: 29,31). Den a sus fieles signos de esperanza y estímulo y den a nuestra Iglesia la brújula para su futura dirección.
Con cálidos saludos en la comunidad de la fe cristiana,
Hans Küng

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