La politiquería, los politiqueros y sus partidos –los más corruptos del escenario-, con la ayuda de los grandes medios de comunicación y la ayuda de los periodistas de la farándula, se pintan, así mismos, como los más honestos, serviciales, sonrientes y hasta solidarios.
Las publicitarias emplanilladas son las encargadas de lavar la imagen para la presentación y venta de los politiqueros. Enriquecidos con dineros públicos y privados, los politiqueros declaran astronómicas fortunas y patrimonios que constituyen un insulto a la miseria y el empobrecimiento de la población.
Armados de demagogia y respaldados por los testaferros del sistema, los politiqueros buscan y compran votos entre la población. Así funciona la politiquería en Panamá y en muchas partes del mundo. El mercado electoral está inmerso dentro del mercado de compra-venta del sistema capitalista.
La “democracia” que se practica en el país es tan falsa como la politiquería electoral. Ambas tienen el propósito de mantener el sistema de opresión y explotación. Engañar a la opinión publica haciéndole creer que “vivimos en democracia” y que las autoridades son el resultado de procesos democráticos electorales, cuando en realidad, la oligarquía tiene un férreo y estrecho control de la “democracia”, los partidos, y de todas las instituciones del estado.
La evidente injusticia social que impera en la sociedad panameña muestra el verdadero rostro de un sistema excluyente y concentrador de las riquezas. Aquí, con “democracia”, partidos políticos y elecciones, la gran mayoría de los panameños y panameñas mal vive inmersa y sometida en el empobrecimiento y la miseria.
En tiempos de elecciones, todo el andamiaje y el aparato político del estado están enfilados para “aconductar” a la ciudadanía y meterla en el carril de la politiquería. Acorralados por necesidades angustiosas, un importante segmento de la población, sucumbe, entrega sus valores y su dignidad para tratar de asegurar un trabajo o hacerse de rentables favores políticos. Embriagados por el martilleo de las mentiras publicitarias y la propaganda politiquera, un pueblo, sumido en el desempleo, la inseguridad ciudadana, la miseria y el empobrecimiento, hace suyas las falsas esperanzas que venden los politiqueros campaña tras campaña.
Puestas las reglas y presiones de los poderosos, la población, cercada por hambre, pasa a festejar el carnaval electorero, haciendo fuerza en la pelea por alcanzar algo de la feroz rebatiña por las migajas que, a cuenta gota, van lanzando los politiqueros.
El sistema cuenta con la actuación firme y constante de la gente de arriba. Trepados en las instituciones y poderes políticos, económicos y religiosos, las elites del pensamiento único y la ideología individualista, propagan el fatalismo y la aceptación de esta caricatura de nación y sociedad.
Obispos, curas, diputados, magistrados, ministros, policías y burócratas de todas las especies y calañas se encargan de dorar la píldora de la explotación y la opresión que es consumida por la población sin cuestionar.
En este envenenado sancocho electorero, los candidatos y candidatas a diferentes puestos de elección popular son parte integrante del sistema de corrupción. Los politiqueros y sus testaferros, causantes del empobrecimiento y los efectos de la violencia que éste despojo y empobrecimiento están causando en el país.
Ante la falsedad y la hipocresía que dominan en el panorama electoral y sus sucias y costosas campañas de primarias. Los panameños tenemos la oportunidad de reafirmar los valores y la dignidad individual y social rechazando la farsa electoral. El voto en blanco es una alternativa válida para mostrar el rechazo a la politiquería que está destruyendo la nación panameña.