La asociación « Droit au logement –Derecho a la vivienda- » me pidió que viniese urgentemente a Aubervilliers, en las afueras de París, porque la situación con las fuerzas del orden se endureció. Día y noche, las familias, en su mayoría de Costa de Marfil, se relevan en el campamento instalado delante de un grupo escolar par pedir que realojen a todos los ocupas del barrio.
Dejo todo lo que tengo entre manos, cojo el metro para reunirme con las familias en apuros. Descubro un dormitorio a cielo abierto. ¡El campamento llegó a tener hasta 80 tiendas y 140 personas! Hay mujeres sentadas sobre mantas con su bebé a espaldas. Muchos niños pequeños.
Los policías no están lejos. No soy capaz de acostumbrarme a ver familias en la calle y sigo sin entender por qué se necesita tanto tiempo, luchas y sufrimiento par encontrar una solución.
El portavoz me explica la situación que ya viene ocurriendo desde hace dos meses. Las familias habían ocupado viviendas sociales que pertenecían al ayuntamiento. El alcalde los denunció ante la justicia y la justicia ordenó evacuar a los ocupas.
Escucho durante largo tiempo a esas mujeres determinadas y enfadadas. No tienen que pensarse las palabras. « Tenemos papeles. Tenemos trabajo. Tenemos una familia. Hace años que solicitamos una vivienda. En vano. Lucharemos hasta el final »
El ayuntamiento declara que no puede hacer nada. ¡Ya tiene 3 800 solicitudes de vivienda en lista de espera!
La Prefectura se incautó del caso. Después de un sinfín de concertaciones, encontraron una solución de realojo.