Con motivo de la próxima visita del Papa a Valencia en el contexto del
V Encuentro Mundial de las Familias, las organizaciones, grupos y comunidades
cristianas que suscribimos esta nota queremos manifestar a la opinión
pública lo siguiente:
1. Nos parece que esta visita debería caracterizarse por la sencillez
en los medios y la cercanía en la presencia. Sin embargo, tal como se
ha organizado, nos causan escándalo el boato y la ostentación innecesarios,
así como la cantidad exorbitada de dinero invertido.
2. Consideramos que la actitud más adecuada es la de escuchar y estar
atentos al proceso de cambios que se viene produciendo en estos tiempos en la
realidad familiar. La voz y las aportaciones de mujeres y hombres, las experiencias
de las propias parejas, matrimonios y de quienes viven los diferentes modos de
familia han de ocupar el lugar central.
3. Nuestra mayor preocupación y ocupación con respecto a la familia
debería ser el sufrimiento provocado por la pobreza, la inmigración,
el paro, la falta de trabajo digno y de vivienda, la precariedad laboral, la
violencia en el hogar, las consecuencias del consumismo y del individualismo.
Estas son las amenazas más patentes para las familias.
4. Todas las personas que formamos parte de Iglesia Católica hemos de
mostrar un talante de profundo respeto a la pluralidad de formas y situaciones
familiares. El hecho de la diversidad familiar es una riqueza y un valor positivo
a cuidar y desarrollar. Lo que nos caracteriza a quienes seguimos a Jesús
de Nazaret no es la exclusión, sino el reconocimiento, la acogida, la
inclusión y el acompañamiento de las personas separadas, divorciadas,
de las diversas uniones, parejas y matrimonios formados por personas de distinto
y del mismo sexo. En todas esas situaciones y modelos diversos estamos llamados
a anunciar el Evangelio del amor. Nuestra tarea es ayudar al crecimiento personal
y en pareja, así como a la curación de las heridas, contribuyendo
al fortalecimiento de los lazos familiares y a la dignidad de las personas.
5. Todo ello pide un cambio de discurso y de acción pastoral, una mayor
apertura de miras, una aceptación de los distintos estilos de familia,
sin prejuzgarlos, compartiendo sus éxitos y sus fracasos, sus alegrías
y sufrimientos, sus satisfacciones y dificultades.