Enviado a la página web de Redes Cristianas
Somos unos pobres náufragos llegados a esta orilla empujados por el oleaje imperativo de la vida. Somos caminantes obstinados hacia a la nada, huéspedes de paso en esta tierra de todos y de nadie. Somos una frágil flor de temporada, una anécdota, un suceso azaroso en la aventura de la vida.
Pero, si solo eso somos, ¿qué sentido tiene odiarnos hasta destruirnos los unos a los otros? ¿Por qué tanto empeño en hacernos la vida imposible? ¿Por qué no somos más hermanos, más solidarios, más humanos? ¿Por que ese afán de dominación de unos sobre los otros? ¿Por qué no nos reconciliamos y entre todos construimos un mundo más amable?
El mundo no es precisamente un paraíso, pero parecemos empeñados en convertirlo en un infierno. La felicidad solo está al alcance de unos pocos epulones, pero casi siempre a costa de muchos lázaros. La tierra aún tiene recursos para todos, pero solo algunos los disfrutan, porque se han apoderado de ellos. En este mundo canalla, solo unos pocos ríen mientras los otros lloran.
En verdad, nuestra levedad y condición quizá no merezcan tanto interés filosófico mostrado, a través de los tiempos, por los estudiosos del alma humana.
Valladolid