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Y la estulticia y la maldad emergieron de las profundidades del corazón de los hombres. Y lo anegaron todo. Y todo lo sembraron de cizaña. Y todo lo contaminaron con su pestilente aliento. Y no quedó torpeza ni pecado que no cometieran contra todo y contra sí. Y no hicieron sino hundirse en el fango de sus odios y miserias.
Y se volvieron ciegos que no querían ver. Y no aprendían de los traspiés y las morradas. Y malvivían en un mundo sin Dios ni esperanza. Y se atropellaban y confundían en su babel de pretensiones. Y sufrían el dolor en sus cuerpos y en sus almas atormentadas.
Y naciendo rectos, presto se volvían retorcidos. Y buscando el sentido, lo perdían. Y creyéndose poderosos y sabios, se ignoraban. Y buscando la luz, se introducían en las tinieblas. Y pretendiéndose trascendentes, caían en el abismo de la futilidad y del absurdo.
Y después de las ilusiones y los deseos, la depresión y la frustración. Y después de la extenuación, el acabamiento. Y después del fenecimiento, nada. Y después de la nada, nada de nada.
. Valladolid