En diez años, la comunidad musulmana de México convirtió a la religión islámica a más de medio millar de tzotziles, tzeltales y tojolabales de los parajes abandonados y miserables de San Juan Chamula y Zinacantán, en donde con la creación de talleres de carpintería, cocina, panadería y estampados de seda, han logrado estabilidad económica.
El centro de las actividades religiosas y laborales de los musulmanes se encuentra enclavado en la colonia Nueva Esperanza, que se localiza a escasos metros de la Hormiga, un asentamiento humano conformado por miles de evangélicos de San Juan Chamula que fueron expulsados por problemas religiosos a mediados de la década de los 70.
En este periodo, los parajes indígenas amanecían cubiertos de sangre, las casas arrasadas por el fuego y las mujeres violadas por profesar la religión evangélica, en un pueblo en donde el catolicismo tradicional dictaba las leyes de convivencia.
De acuerdo con las autoridades y representantes del Islam, Chiapas es la primera entidad en Latinoamérica donde 80% de la población musulmana es de extracción indígena.
En la pequeña madrassa ?escuela? de la comunidad musulmana, decenas de niños ?la mayoría indígenas, con los pies descalzos? ingresan a las aulas a recibir instrucción elemental y estudiar el Corán, libro sagrado de la religión musulmana. Aquí conviven en hermandad, los indígenas y los hijos de los musulmanes europeos que predican las profecías de Allah.
Las niñas, desde temprana edad, usan el tradicional pañuelo a la cabeza y las maestras ?mujeres musulmanas? (Yanna López Rejón, Sainab Aragoneses Fernández, Salima Coyazo Pathistán y Aisha Ianez Ruiz) con singular paciencia enseñan geografía, español, matemáticas y el Corán, este último en árabe.
Antes de iniciar la instrucción escolar, los niños desayunan frutas y cereales en un ambiente muy lejano al que se vive en las escuelas públicas. La cocina, el comedor y aulas lucen impecables de limpieza, el olor a pino invade el ambiente.