Mística y contracultura -- Nacho Dueñas, cantautor e historiador, miembro de Comunidades Cristianas Populares de Cádiz

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Lo bueno de los malos tiempos es pone a cada cual en su sitio. Por eso dice Silvio Rodríguez aquello de ?yo no sé si el mal tiempo trae mala fe??. En todo caso, sigue teniendo vigencia la máxima de Chesterton de que ?a cada siglo le salva esa inmensa minoría que se le opone??.

Así, mientras la mayoría continúa con su borrachera de consumismo, telebasura, ruido, materialismo y tecnolatría, sería bueno, en tanto que lo alternativo aun no constituya una alternativa, construir asideros a los que agarrase para tomar impulso. O mejor aun,
redescubrir los ya existentes.

Mientras occidente se suicida a plazos, rellena el acta de su propia defunción y sus dioses se hacen el harakiri, habrá que buscar lo permanente en lo cambiante: lo sublime en lo cotidiano, que diría Serrat; el Uno en lo múltiple, que diría Plotino; el tao en el mundo, que diría Lao-Tse.

Cuando llegó la decadencia de China, surgió la contracultura neotaoísta. Cuando la decadencia de Grecia, la de los cínicos. Cuando la decadencia de Roma, la de los epicúreos y luego la del monacato cristiano. Y así, diversas contraculturas (franciscanos, cuáqueros, románticos, hippies??) han querido ser bisagra entre la civilización que caía y la que venía a nacer, sirviendo de correa de transmisión

En las décadas pasadas, hemos asistido a un milagro que ha sido percibido por muy poca gente (Chesterton dixit??). Por un lado, buena parte de la religión ha despertado a la espiritualidad (del Dios monoteísta, cosificado y antropomorfo, al concepto apofático, trascendente y panteísta de lo absoluto). Y por el otro, la ciencia ha evolucionado del cientificismo racionalista al paradigma cuántico.

Es decir, la espiritualidad descubre que ?un dios concebible es un dios inexistente?? (Bonhoeffer), mientras la ciencia advierte la inexistencia de la materia. Así, se intuye la clave común que unifica a las dos realidades: Dios es la antropomorfización de la trascendencia.

Y la energía es la percepción que la ciencia tiene de ella. Aun más: lo absoluto y la energía son la misma cosa: la primera contemplada desde un ámbito y la segunda desde el otro. De ahí la
afirmación de Einstein de que ?la ciencia sin religión está ciega, la religión sin ciencia está coja??.

El físico Fridjoj Capra, en su obra El tao de la física, expuso y desarrolló los paralelismos entre las religiones milenarias y la física cuántica. Las consecuencias de este hallazgo son tan sorprendentes como el hecho del bostezo del 95% de la humanidad ante la aparición de este libro.

Si Dios es energía, si la materia es energía, y si nosotros somos materia, nosotros somos Dios: lo que los panteísmos ancestrales apuntaban, ahora lo sugiere la ciencia, y lo intuye el estudio fenomenológico de la experiencia mística: léase La conexión divina, del psiquiatra Francisco José Rubia. Así, si somos Dios, tenemos el poder de Dios: de ahí la parapsicología (recuérdese a Jung y a su principio de sincronicidad), y los fenómenos supratridimensionales de los místicos.

Si ?todo es Dios??, se entiende que Prigogine afirmase que ?la materia se autorregula??.

Esa es la posible explicación del fenómeno acaecido en el siglo VI antes de Cristo: la aparición simultánea de maestros de espiritualidad cada uno en su contexto: Heráclito, Pitágoras, Lao-Tse, Buda, Jeremías y Confucio, principalmente. Y hoy, 2.600 años más tarde, puede repetirse esta ?autorregulación??: esto consistiría en fomentar, creer, intuir y dar forma a una inmensa minoría de activistas espirituales (el monje y el político, paradigma pannikarniano del hombre integral) que, relacionados en red, con la fuerza de su autoconciencia de seres divinos, planten cara al establishment para conseguir una sociedad humanizada: acabando con la miseria del sur y con la deshumanización del norte.

Para ello se gestaría una nueva contracultura. Esta, ya con los rudimentos de la técnica (como medio, no como fin), con el recurso de las ciencias sociales y con la autoconciencia de su capacidad mística, podrán realmente instaurar ?la Jerusalén celeste??, o ?el reino de Dios en la tierra??. Es decir, un mundo razonablemente humanizado donde la felicidad fuese viable para el común de la gente que lo pretendiese.

El fluido del tao, o el sueño de Jesús, puede hacerse realidad en una o dos generaciones.
Las que quedan para que el hombre opte por su plenitud o por su supervivencia. Ahora
que técnicamente se puede acabar con el dolor físico de la humanidad, y que tenemos la
conciencia, es el momento. ¿Cómo? Se hace camino al andar. ?Cuando el hombre sabe el qué, la vida se encarga del cómo?? (Nietzsche): anticonsumismo, ecoaldeas, comercio justo, medicina holística, boicot a las multinacionales, trueque, energías alternativas, objeción fiscal, autoempleo??e integrar todos estos elementos ya existentes en una red tupida de iniciativas interconectadas.

Con todo esto, para el hombre nuevo (y ahora sí), sólo faltaría el hombre nuevo, como diría Ernesto Cardenal.

No en vano Malraux dijo que ?el siglo XXI será religioso o no será??. Raimon Pannikar lo parafraseó diciendo que ?el cristianismo será místico o no será??. Por eso nuestros nietos podrán saber que nuestra generación abolió el dolor físico, acabó con el hambre y dejó de maltratar al planeta. Porque lo contrario sería que, sencillamente, nuestros nietos no tendrán la oportunidad de nacer, por el suicidio de la especie.

Y, ante esta amenaza, la minoría inquieta es como la gente del campo, cuya sensibilidad le permite apreciar las señales de un inminente amanecer. Así se refirió al respecto

Theilhard de Chardin en su libro El fenómeno humano: ?En todos los rincones de la tierra, en este momento, en el nuevo ambiente espiritual (??) flotan en un estado de extrema sensibilidad mutua el amor de Dios y la fe en un nuevo mundo: los dos componentes esenciales de lo ultrahumano. Estos dos componentes se hallan en el aire, por todas partes (??). Tarde o temprano, se producirá una reacción en cadena??.