MIRAR LEJOS HACIA ADELANTE. Leonardo Boff

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Koinonía

Leonardo Boff42.jpgDespués de la publicación de los amenazadores datos del Panel Intergubernamental sobre el Cambio Climático (IPCC) que prevén grandes trastornos en el sistema-Tierra y en el sistema-vida, Brasil está atrayendo más y más el interés internacional. No es para menos: es la potencia mundial de las aguas, dotado con la mayor biodiversidad del mundo, contiene en su territorio las mayores selvas húmedas de la Tierra, con la mayor área de cultivo agrícola de todo el planeta, con climas para todo tipo de producción de alimentos y fibras. Y tiene además una abundantísima biomasa, con tecnología avanzada, capaz de presentar una alternativa al modelo energético dominante de base fósil.

Ante esta constatación, el país necesita una mirada de águila, que mire lejos, para no caer en un autoengaño que le lleve a desperdiciar la oportunidad histórica única de ocupar un papel importante en la configuración del nuevo mundo que ha de llegar.

Existe el peligro de que Brasil caiga en la tentación de contentarse solamente con una mirada de gallina -que mira cerca- y que ofrezca una alternativa simplemente intrasistémica del actual modelo energético, para que pueda sobrevivir esta civilización consumista, derrochadora y antiecológica. Esto supondría la convicción de que esta civilización actual aún tiene futuro, puede ganar mentes y corazones para sus ideales, y ser benéfica para la humanidad y para la Tierra. Ahora bien, no es exactamente así. La permanencia y la continuidad de la actual civilización representan, de forma creciente, una amenaza al futuro común de los humanos y del sistema-Gaia.

No se trata, pues, de que Brasil deje de valerse de sus ventajas comparativas naturales y tecnológicas, sino de que debe ayudar a encarar la crisis energética mundial como paso hacia un nivel más alto, tratando de alcanzar un nuevo paradigma de relación con la naturaleza, de producción y de consumo.

Por eso Brasil debe «mirar más lejos», más allá de las urgencias momentáneas, y debe mirar lo nuevo que él, más que otros países, está llamado a moldear. Necesita una inteligencia estratégica pos-informe del IPCC. Puede estimular vigorosamente la elaboración de un nuevo paradigma civilizatorio que tenga como eje articulador el sostenimiento de toda la vida, y no la acumulación de bienes materiales y de servicios.

Lo que está en juego ahora es Gaia y la Humanidad. Su futuro ya no está garantizado por la conjunción de energías y factores que le daban sostenibilidad hasta ahora. La humanidad sólo vivirá si hace un acto político colectivo de querer vivir en unión con toda la comunidad de la Vida.

Bien decía la Carta de la Tierra: «La alternativa es: o formamos una alianza para cuidar la Tierra y cuidar unos de otros, o corremos el riesgo de destruirnos y de destruir la diversidad de la Vida». Tenemos un fundado temor de que en los niveles estratégicos del Gobierno brasileño falta esta conciencia. Veamos lo que consta en el presupuesto actual: el Ministerio de Medio Ambiente ha visto sus recursos recortados en un 32,7%, pasando de 651,2 a 438,5 millones de reales, 643,9 millones menos que el Ministerio de Deporte y 13 veces menos que el del Ministerio de Defensa, que es de 5,82 miles de millones de reales.

¿Por qué esta diferencia? No tenemos un enemigo externo potencial. Lo que tenemos es el enemigo real mundial que nos ataca por todas partes: el calentamiento planetario y el cambio climático. Debemos contraatacar en todos los frentes para asegurar un efecto planetario. En caso contrario, el arca de Noé se hundirá, llevándose consigo todos los presupuestos para cosas que no son realmente decisivas.