Mi desprecio de la política, (y II) -- Jaime Richart

0
91

Enviado a la página web de Redes Cristianas

Porque, como voy viendo que esto no va a cambiar, al menos en el tiempo que me queda de vida, me reafirmo en la idea de que en una demo­cracia de partidos, sobre todo una farsa como ésta, la política es para mirarla solo de soslayo. Hasta los setenta te puede encandilar, pero a partir de entonces ya empieza a cansar. Y llega un momento en que, si no estás adormecido la ves, o como un aburrido juego infantil, o co­mo una maniobra perversa dirigida a distancia y al mismo tiempo previsi­ble.

Las coordenadas de la historia española de prácticamente un siglo, hace sumamente fácil el pronóstico. Pero si has llegado a los ochenta, entonces te invade no ya escepticismo, que a esa edad es regla en cualquier materia, si no amargura y desprecio tanto hacia política como hacia el mismísimo Derecho, ambos un juguete en manos de los poderes verdaderos, los poderes fácticos: unas veces el económico, otras el financiero, otras el judicial, otras el mediático, otras el reli­gioso. Todos, fuerza pura material, potencias en la sombra, energía cuasi metafísica??

Hablo de una maniobra previsible, principalmente porque la correla­ción de las fuerzas políticas no depende de las tendencias ideológicas existentes en el seno del pueblo. La correlación de fuerzas está estrecha­mente vinculada a la preponderancia, que data de siglos, en pri­mer lugar de unas clases sociales determinadas; en segundo lugar, de potentisimos grupos mediáticos; y en tercer lugar, de magistrados cavernícolas entreverados en el cuerpo judicial.

Los tres estamentos obstru­yen los avances en justicia social, pero de ese modo favorecen al tiempo los intereses de los grandes emporios alojados en el Ibex, en las finanzas, en la industria pesada, en las fábricas de armas, en la Co­rona?? Todos se conciertan entre sí para ese fin. Sea sin dejar huella, o dejando huellas pero sin consecuencias, ni penales, ni sociales, ni electora­les.

Por otra parte, un autócrata no puede ser íntegro. Pero es que el gobernante de una democracia de partidos, tampoco. En materias fundamentales, si quiere seguir en su función, es decir, en su papel de marioneta, no tiene más remedio que mirar a otra parte y consentir lo que sabe bien debiera impedir o denunciar. Pero no puede. En suma, todo político, convertido en gobernante, es por definición corrupto.

Todo lo que determina unos condicionantes que son como un muro para los avances sociales en una nación como España de una escasí­sima experiencia democrática. La prueba es que la UE se ve y se las desea para reconducir a este país con multitud de directivas que no cum­ple. Pero también en Estados Unidos, nación que, desde sus comien­zos y a través de una intensa propaganda diseminada por el orbe durante siglo y medio principalmente por su cine ?forzoso??, se ha gran­jeado la fama de ser la Meca de la libertad y el artificial honor de ser el paradigma de la democracia moderna. Ambos países tienen común que la estratificación social está muy definida.

En España no hay división más clara que la de herederos de los perdedores de la guerra civil y la de herederos de los vencedores. Y en Estados Unidos, la que hay entre los wasp (acrónimo de blanco, anglosajón y protestante) siempre en los gobiernos (salvo Obama), y el resto. Razón por la cual la abstención en los episodios electorales es portentosa. Negros y latinos saben bien que en política y en lo que les afecta, no cuentan para nada…

Lo mismo que en España cuentan para poco los movimientos resuel­tamente progresistas que empiezan con la defensa de la Re­pública y terminan con su oposición frontal a los mecanismos privatizado­res del neoliberalismo económico. Pues, iniciado con pu­janza ese movimiento político citado, resuelto a influir decisivamente en el desarrollo de los acontecimientos, los poderes de hecho se moviliza­ron a su vez inmediatamente para sofocarlo en cuanto sonó la alarma.

Esta se hizo escuchar cuando, tras la movilización callejera pasó a organizarse en partido, alcanzando altas cotas de protagonismo en el parlamento español y en el europeo; una experiencia similar de hace unos años en Grecia. Pero la deriva ha sido dramática para el par­tido, pues sus adversarios, convertidos en sus enemigos políticos y el periodismo de primera línea, lo han llevado hasta prácticamente la insigni­ficancia. La misma insignificancia que desde el principio de la Transición y a raíz de la inicial argucia desplegada durante el tránsito de la dictadura a otra cosa, ha tenido siempre el partido comunista. Par­tido que, a su pesar, naturalmente, con su papel cuasi decorativo ha contri­buyó muy pronto a a transmitir al mundo la falsa idea de que la democracia española está consolidada.

La argucia consistió en permitir los franquistas la entrada en el país de su principal líder entonces en el exilio, y en vigilar a continuación estrechamente al partido para que no creciese y conservase un rol testimonial y útil para el bipartidismo bipo­lar virtualmente instituido.

Por último, la aceptación generalizada de estas democracias y de la espa­ñola pese a sus numerosas lacras, al rebufo de la existente en las demás naciones occidentales, está fundada en la idea de que ?éste es el menos malo de los sistemas posibles??. Si bien sabemos que eso no es así. Pero las alternativas a la política de partidos es un asunto a tratar por separado?? El caso es que estoy hasta el gorro de la política y de toda la podredumbre que nos llega continuamente por los cauces periodísti­cos y mediáticos??

13 Agosto 2022